ARTES VISUALES

“El arte de coleccionar arte”

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“Sin título”, de Roberto Rossi. Óleo sobre madera.

 

Domingo Sahda

Con el título precedente, ha sido recientemente inaugurada una muestra-colección de pintura, dibujo y grabado en las salas del Museo Municipal de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas -peatonal San Martín 2068-. La selección de obras expuestas, curada por Abel Monasterolo y Jorge Taverna Irigoyen, perteneciente a una colección particular, pone en evidencia cuestiones tenidas como esenciales para la construcción del entramado sociocultural de cada país, en este caso, el nuestro. Y ello es, por un lado, el valor esencial otorgado al lenguaje visual, un vínculo entre las formas y su esencia comunicacional inscripto sobre el plano a modo de enlace entre personas, entre sociedades, y por el otro, la generosa calidad de quien al coleccionar arte por placer decide mostrar a otros, al mundo, ese perfil cuasi modélico. La historia de la humanidad, de sus creencias y rituales ha sido documentada una y otra vez desde tiempos remotos y colectada por sujetos que inopinadamente se convierten en testigos actuantes, constructores del tesoro patrimonial que arquitectura el perfil de cada país, de cada región.

En esta ocasión, se exhibe un abigarrado panorama de arte argentino del siglo XX, de la segunda mitad de este período, desplegando a ojos vista la ejemplaridad de discursos pictóricos abstractos y figurativos definidos en diversas estilísticas, de paisajes, naturalezas muertas y retratos que devienen en lección modélica tanto para legos como para entendidos.

Hablamos, pues, con esta muestra, de Arte Visual con mayúsculas en tanto construcción directa de la imagen sobre el plano que enlaza nuestro interés dentro de los parámetros del silencio altamente expresivo y vinculante propio de la pintura directa, del dibujo, del grabado. Esta exposición se constituye en documento esencial de visita cuasi obligatoria para quienes se suponen convocados para ser participes activos de este menester. La jerarquía de las obras a la vista se distancia ostensiblemente de muchas “aventuras de avant garde” para inscribirse en el legítimo territorio del arte genuino en este lugar del mundo en el cual vivimos.

Obviamente, no se trata de descalificar automáticamente aquellas expresiones que intentan perforar lenguajes en búsqueda de nuevos paradigmas. Sólo se trata de destacar que cuando el pensamiento, la emoción y la acción directa se conjugan en el espacio acotado del cuadro se produce “la obra”, esa que interpela al observador por la calidad y por la densidad emocional que exhibe. De modo magistral, único e irrepetible.

Distante de las curiosidades propias de la “sociedad del espectáculo”, esta muestra que se exhibe un tanto a destiempo cronológico por su acción formadora para jóvenes estudiantes, de Arte o no, y para escolares, que a veces deambulan por las salas de los museos sin orientación ni conducción alguna, jerarquiza por sí misma el espacio que ocupa y demuestra que “lo esencial” es visible. Enhorabuena para sus gestores, extensiva para el coleccionista que, en generoso ofrece su tesoro para el deleite de muchos.