Política y literatura

José Rafael Hernández

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“El Gaucho Martín Fierro”. En diciembre de 1872, sale a la luz la primera edición del poema de José R. Hernández. Foto: Archivo El Litoral

 

Por Juan Manuel Santamaría (*)

Cuando en diciembre de 1872 sale a la luz la primera edición del poema “El Gaucho Martín Fierro”, escrito por el poeta, militar, periodista y político José Rafael Hernández, los destinatarios inmediatos fueron las clases bajas; un público en su mayoría analfabeto, que se lo hacía leer, por lo general en grandes ruedas. Junto a la provista cotidiana en las pulperías y en los almacenes, se compraban los ejemplares. En la ciudad, iba destinado por lo general a la gente de los “terceros patios”, a la servidumbre.

En junio de ese año, el escritor uruguayo Antonio Lussich, le había enviado a Hernández su libro “Los tres gauchos orientales”; coloquio que se da entre tres partícipes de la revolución uruguaya. El recibimiento de este libro, como luego lo va a señalar Borges, y las circunstancias políticas totalmente adversas, inspirarán a Hernández a la escritura del poema.

En efecto, Borges señala muchas similitudes, no sólo de estilo, sino de situaciones y descripciones concretas, que se van a encontrar luego en el Martín Fierro, más sintetizadas quizás, por la pluma del genial vate argentino.

Con las primeras derrotas del último intento de rebelión caudillista por parte del entrerriano López Jordán -a quien apoyó desde un comienzo hasta su exilio en Brasil- y presuponiendo ya casi definitivo el triunfo de la facción liderada por Mitre y Sarmiento, Hernández va a sintetizar en las desventuras de un gaucho arquetípico de los años ‘60 y ‘70, la situación de toda una clase social tendiente a desaparecer, y con ella el modelo de país por el que había luchado los últimos 20 años de su vida. Él sabe que “el ser gaucho es un delito” y que “éste es un botón de plumas, que no hay quién lo desenrede”; simbólicamente Fierro asumirá ese derrotero.

Esta primera publicación, que luego será catalogada como “La ida”, va a denunciar el abuso de autoridad de los jueces y comandantes que tenían a su cargo el reclutamiento de hombres para el “ejército de levas” destinado al servicio en la frontera en defensa contra el indio. Ya durante la presidencia de Sarmiento en el matutino El Río de la Plata, Hernández venía apuntando a esta situación, que gozaba del amparo del poder político.

La historia nos muestra a Fierro desertando luego del fortín; y acorralado por la pérdida de sus bienes y familia, forjando “con su cuchillo, un destino pa’ seguir”. Destino que lo lleva a provocar dos muertes; y así, desertor y matrero, emprender junto al Sargento Cruz -un alter ego de Fierro, como dirá Martínez Estrada- el destierro en el desierto entre los indios.

La lucha de Hernández en pos de las autonomías provinciales, tanto militar como periodística, lo mantuvieron en un casi permanente exilio. Durante la confederación, vive en Paraná desde 1858, luego en Corrientes y en Rosario en 1868. Desde las páginas del diario La Capital propone a esa ciudad como capital.

Como consecuencia de su apoyo a López Jordán, a partir del asesinato de Urquiza en 1870 y de su enfrentamiento con Sarmiento, por ese entonces presidente y a quien años anteriores había responsabilizado en “La vida del Chacho” (Paraná Diario El Argentino 1863) del asesinato por parte de las tropas de Mitre del caudillo riojano Ángel Vicente Peñaloza, abandona Buenos Aires. Vuelve en 1872 a raíz de una amnistía y publica su libro. Con la derrota definitiva de López Jordán, en 1873, vuelve a exiliarse.

En 1874, asume Avellaneda la presidencia con un espíritu conciliador, quien entusiasma a Hernández con su política, motivo por el que regresa a Buenos Aires al año siguiente. Durante los años posteriores, y a esto lo muestran sus artículos periodísticos, irá modelando su pensamiento ante los grandes cambios de la época, que en nuestro país llevaban a una transformación total del Estado y a la definición del modelo agro-exportador.

Así, en 1879 publica “La vuelta de Martín Fierro”. Aquí, en cuanto al personaje, el cambio de postura es notable. Aquel gaucho que huye de la civilización hacia la marginación total, después de contar su vida y la de Cruz en las tolderías, la aparición de una peste que diezma a los indios, la muerte de su amigo, y la salvación heroica que hace de una cautiva de manos de un salvaje; en la seguridad de que el juez que lo perseguía había muerto y era olvidada su causa, se arrima a una fiesta campera en la que se encuentra con sus hijos y el de Cruz, pero mostrando un espíritu totalmente amainado en su rebeldía. El Martín Fierro que vuelve, dirá Martínez Estrada, “es la sombra del que se fue”.

Ante todo, estimo que aquí Hernández buscó salvar a Martín Fierro con la mayor dignidad posible, fundamentalmente rescatando aquello que de su condición de gaucho pudiera trascender; y es ahí donde al final aparecen, a modo de compendio moral y espiritual, “los consejos” para los tres muchachos. El cambio de nombre y la partición de los cuatro hacia rumbos diferentes simbolizan sin dudas el legado y la secreta esperanza de que lo que no fue reconocido “oficialmente”, lo será a lo largo del tiempo.

En 1880, Hernández es senador y dejando atrás su condición de “porteño contra los porteños”, defiende con airados argumentos la capitalización de Buenos Aires. En todo, se nota el pliegue a los postulados liberales de esa década, aunque no se lo considera tal vez como a uno de sus representantes, los llamados de la “generación del 80”, debido a la popularidad y trascendencia lograda con anterioridad y desde un ángulo contrario, a partir de la publicación del Martín Fierro.

Dardo Rocha, gobernador de Buenos Aires, le encarga un manual para los estancieros, y sin salir de su casa, Hernández escribe con gran solvencia su “Instrucción del estanciero” (1881), donde propone, entre otras cosas, la creación de colonias “con hijos del país”, tratando de incorporar al gaucho al trabajo de la tierra.

También será él quien sugiera el nombre de “La Plata” para la ciudad capital, que si bien está inspirado en el río homónimo, es su segundo apellido paterno, Hernández Plata.

José Rafael Hernández Pueyrredón, que había nacido un 10 de noviembre de 1834, en el caserío de Perdriel, hoy barrio de Belgrano, en Buenos Aires, en la casa de su tío Juan Martín de Pueyrredón, muere de un ataque cardíaco el 21 de octubre 1886, junto a su inseparable hermano Rafael José. Tal es la fama alcanzada, que las crónicas dirán “Murió Martín Fierro”.

(*) El autor es compositor de música popular.