ESPACIO PARA EL PSICOANÁLISIS

Las mujeres no son lagartos

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Jacques Lacan.

Foto: ARCHIVO

 

Por Luciano Lutereau (*)

En el tramo final del seminario “La angustia”, Lacan presenta una particularidad de ese objeto que calificó como su único invento, el objeto a. Este objeto no es un objeto “objetivo”, tampoco se lo encuentra en la realidad ni tiene materialidad alguna.

En efecto, su estatuto es el de ser un indicador con el que establecer la relación entre el sujeto y el Otro. La afirmación capital de este seminario radica en sostener que sólo se accede a la dimensión de la alteridad, aizándola: el Otro, en su radical ajenidad, es reducido a un rasgo parcial que causa el deseo, un aspecto específico y fijo que funciona como condición para la satisfacción del sujeto.

Diversos antecedentes de este objeto a se encuentran en la obra freudiana: la noción de fijación, la recuperación de goce que implica la degradación en la vida amorosa (por la cual, por ejemplo, una mujer es entrevista como un par de senos, unas bonitas piernas, o incluso algo más esquivo como una mirada...), etc.

Ahora bien, el rasgo propio que Lacan destaca en este seminario, como una particularidad del objeto a, es el de ser “cesible”. En este punto, el modelo del objeto pasa a ser el objeto anal, como don ofrendado al Otro. ¿Qué quiere el Otro de mí? Ese objeto que puedo retener, pero también entregar de manera compulsiva. La angustia relativa a la “hoja en blanco”, de la que Lacan habla en este contexto, es una clara demostración de este carácter cesible del objeto a. Sin embargo, este modelo no es excluyente, ya que con mayor precisión Lacan reconduce esta situación a la relación entre los sexos.

En la relación sexual, el hombre tiene su erección como ofrenda al Otro sexo. En este marco, Lacan hace de la detumescencia el signo de lo cesible. De ahí que la angustia ante el Otro, para el varón, siempre pueda ser interpretada en función del temor de no poder. Y la potencia, como tal, encuentre su límite en la castración efectiva (la eyaculación). Esta coyuntura no es obligatoria para la mujer.

En el escrito “Del Trieb de Freud” Lacan sostiene, de acuerdo con la angustia en el centro del complejo de castración, que el objeto puede ser equivalente a la cola que el lagarto suelta en una situación de desvalimiento. De este modo, entonces, ¡las mujeres no son lagartos! que podrían desprenderse de ese apéndice y continuar a salvo luego del encuentro con el Otro del deseo. Si bien es parcializada por el deseo del varón, la mujer no puede responder a esta coyuntura más que con su propio cuerpo... De esto se desprende que la evitación del deseo sea una estrategia corriente (no necesariamente histérica) en varias mujeres, expuestas con mayor intensidad a una angustia difícil de interpretar.

Esta observación conduce a otra indicación enigmática de este seminario, la de que las mujeres se angustian más que los hombres. Lacan retoma esta referencia de una mención de Kierkegaard en el libro “El concepto de la angustia”. Y es sólo a partir del esclarecimiento precedente que puede entenderse que esa angustia femenina, que no tiene en su núcleo el complejo de castración, también sea la vía de acceso hacia Otro goce, un goce que tendría en el falo su condición, pero no su razón última.

(*) Doctor en Filosofía y magíster en Psicoanálisis por la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigador. Autor, entre otros, de “Los usos del juego”, “Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante” y “La verdad del amo”.

“De esto se desprende que la evitación del deseo sea una estrategia corriente (no necesariamente histérica) en varias mujeres, expuestas con mayor intensidad a una angustia difícil de interpretar”.