pulsos de la política provincial

Año nuevo con viejos problemas

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Por Darío H. Schueri

La naturaleza, furiosa por las heridas que le causa el autodestructivo accionar del hombre, irrumpe otra vez en la ribera santafesina con su fuerza letal y aleccionadora ante la impotencia de gobernantes y afectados.

En septiembre del año pasado, ante las alarmantes previsiones de los climatólogos sobre la severidad de El Niño, el entonces gobernador Antonio Bonfatti convocó al Comité Operativo Interministerial de Emergencia para prever en toda la provincia lo que sucedería ante la anunciada llegada de “lluvias extraordinarias” y en el caso de Santa Fe, la previsión de una “importante crecida” del río Paraná y su entramado de afluentes. En ese momento se firmó un decreto preventivo de emergencia, destinándose 28 millones de pesos para tal fin.

Hoy, la gestión de Miguel Lifschitz recibe el bautismo de agua en el Litoral fluvial santafesino desde Las Toscas hasta Rosario, con todos los sistemas de alerta y operatividad funcionando a pleno. Pero en el medio, hay personas que, aun sabiendo por tradición que la crecida inundaría sus hogares, se resisten a pensar que esto les pueda estar pasando. Y la angustia se transforma en bronca, impotencia y desesperación, que las autoridades tendrán que mitigar con mucha paciencia política, pero firmeza institucional. Los dirigentes políticos deberían ser los primeros en llevar calma a las desasosegadas almas que penan por la inundación, en lugar de azuzarlos con imprudentes declaraciones que no conducen a nada.

El cambio climático viene a llevarse puestas las mejores intenciones de los gobernantes, cacheteando a quienes hicieron realidad la profecía autocumplida, que ahora los líderes mundiales intentan corregir en “cumbres” climáticas que pretenden enmendar lo que no se cumplió en otras parecidas, cuyos “protocolos” ni siquiera leyeron los que tenían que aplicarlos. Las “fuerzas del mercado”, la codicia y el egoísmo ganaron la pulseada. El planeta perdió.

La economía mundial deberá adaptarse -o perecer- ante el nuevo orden climático. El economista Guillermo Allón, que estuvo el año pasado en esta capital invitado por la UISF, nos contó que para el 2050 la población mundial rozará los 12 mil millones de personas, una cifra 12 veces mayor que la registrada al inicio del siglo XX. Indicó también que a mediados de agosto de 2015 se agotaron los recursos que la población mundial debería haber consumido durante el año; vale decir que a partir de allí se comenzó a consumir recursos de años venideros.

Allón describió que por la acción del hombre el cambio climático es una realidad, referenciándose de tal modo en estudios científicos que señalan que la humanidad está viviendo el fin del período holocénico que se inició hace unos 12 mil años, lo cual para el investigador “no quiere decir que se acabará el mundo, sino que planteará nuevos paradigmas”, y teniendo en cuenta el apotegma de que “cada amenaza es una oportunidad”, algunos países podrían perjudicarse con el cambio climático, mientras que otros se beneficiarían al poder contar con zonas cultivables donde hoy es terreno yermo.

Finalmente, el ilustre visitante nos calmó diciendo que de la misma manera en que el hombre trajo distorsiones, la irrupción de la tecnología aportará soluciones en la medida en que haya una cuidada planificación. Ingeniero al fin, el gobernador Lifschitz le dio rango de ministerio a Ciencia, Tecnología e Innovación y también a Medio Ambiente.

He aquí los desafíos de sus titulares -Matozo y Speranza- que deberán interactuar política y funcionalmente en fina sintonía con el resto de sus pares, básicamente Infraestructura y Producción, que aloja por ejemplo a la Secretaría de Turismo, una fuente inagotable de recursos y mano de obra, que también requiere de una cuidada planificación para que, como está ocurriendo en la costa santafesina, tanto esfuerzo y dinero invertidos no terminen sucumbiendo ante la naturaleza.

Los desafíos para este año

Lifschitz se propone inaugurar un período de gestión enmarcado en la obra pública, la educación y el mayor reto de su gobierno: el combate contra el narcotráfico y la resonante violencia que generan los implacables y sangrientos “ajustes de cuentas” entre distribuidores de droga (que no pocas veces involucran a víctimas inocentes), y la inseguridad que provocan, entre otras causas sociales, quienes -en su mayoría menores de edad- asaltan y a veces matan, para satisfacer su abstinencia consumista.

El ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, resignó por propia decisión la comodidad de una banca legislativa para cargar sobre sus espaldas semejante responsabilidad en la cual no sólo se juega la tranquilidad propia y familiar, sino su futuro político a los 41 años de edad. Tiene la tranquilidad de la que adolecía su antecesor Lamberto: el gobierno nacional está dispuesto y comprometido a trabajar en el mismo cometido. Tal como señalábamos hace una semana, no es un dato menor que Afip, Anses, UIF y Banco Central suministren datos para la lucha contra el lavado de dinero proveniente del narcotráfico.

A todo esto, Pullaro le sumará una inapelable consigna: combatir la corrupción institucionalizada dentro de las propias fuerzas de seguridad, sobre todo en los altos mandos. Para ello, incorporará este año el I-dos, un sistema de entrecruzamiento de datos con todas las bases públicas provinciales y nacionales, para perseguir a narcos y policías corruptos que posee el FBI. Este programa recién estará operativo totalmente sobre fines de año, debido a la complejidad en la carga de información de sospechosos de lavar plata del narcotráfico y de altos jefes policiales y sus familiares directos.

En otro plano no menos importante, pero más político, el gobernador siguió la infructuosa rutina de sus predecesores Obeid, Binner y Bonfatti: anunciar la reforma de la Constitución provincial, consentida por algunos y relativizada por otros; ambos sectores con sólidos argumentos que la persuasión a través del diálogo político terminará canalizando hacia el éxito o el fracaso. Lifschitz orientó para este año el inicio del diálogo para llegar, en caso de tener éxito, a la convocatoria de convencionales constituyentes en la elección de medio término del año que viene.

Mientras tanto, el presidente de la Cámara de Diputados, Antonio Bonfatti, junto a el titular de la bancada socialista dentro del viscoso FPCyS, Rubén Galassi, acompañados por la invalorable experiencia de Eduardo Di Pollina, pondrá proa hacia el logro de los siguientes objetivos: la empresa santafesina de gas, ley de tierras y la Corporación Financiera (viejo proyecto del senador radical Felipe Michlig).

Macri y los DNU: una odisea peligrosa

El presidente Mauricio Macri, vía decretos de necesidad y urgencia (DNU) se propuso desguazar leyes K.

Seguramente, a Macri le dijeron que el poder no se declama, se ejerce; ejercicio que aprendió en su rol de empresario y dirigente, y que tiene que aplicar ahora con la misma brutalidad con que lo hicieron los kirchneristas. Una odisea peligrosa que le deparó hasta ahora dos batallas perdidas: el nombramiento en comisión de dos ministros para la Corte Suprema de Justicia y la precautelar de un juez platense sobre la intervención al Afsca y Afctic.

Nadie le cuestionó severamente la eliminación por la misma vía del perverso cepo cambiario, ni la eliminación de las retenciones al campo y la industria. Pero la intervención del Afsca y el Afstic, organismos encargados de aplicar la Ley de Medios Audiovisuales, reverberó en el kirchnerismo, que sentía mancillada de la peor manera su epopeya fundacional: la batalla cultural contra el diabólico Grupo Clarín al que, dicho sea de paso, nunca pudieron derrotar, todo lo contrario: realimentaron su poderío con cada cruzada perdida.

El 2016 arrancó para los flamantes gobernantes con los desafíos heredados del viejo 2015 que se fue, aunque en el plano político sin beneficio de inventario.