Tribuna de opinión

Finlandia nunca estuvo tan lejos...

Su éxito se basa en que es un país que premia el talento, la innovación y la ética del trabajo y del esfuerzo, combate la corrupción e invierte en educación e investigación.

Finlandia nunca estuvo tan lejos...

Imagen de "Lampounette", una muestra artística en las calles de Helsinki, capital de Finlandia.

Foto: news.cision.com

 

Por Susana Elena Dalle Mura (*)

“El príncipe debe temer por todo y a todos, si el pueblo está descontento y odia...” Nicolás Maquiavelo

Hace más de diez años en la revista del diario La Nación apareció un artículo llamado: “Finlandia: el país más transparente”. Lo leí con la fascinación de algo muy lejano e inaccesible para un ciudadano telúrico. Allí me enteré de excéntricas curiosidades como que en ese distante lugar no existía corrupción de ninguna especie. Por ese motivo el título, que alude a la transparencia. Un funcionario había sido sobornado con unos pasajes aéreos para vacaciones y fue obligado a devolverlos y además exonerado de la administración pública. Otro hecho sorprendente: hacía casi una década que había fallecido sólo un policía y no había sido justamente por el ejercicio de su función sino por un accidente. El 99,9 de su población había terminado el nivel secundario. Sus universidades de excelencia cuentan con profesores designados de acuerdo a méritos académicos y por tribunales conformados por prestigiosas personalidades extranjeras, para evitar todo tipo de favoritismo. Es una de las naciones donde mejor se vive y donde la ausencia de corrupción es casi absoluta. El pueblo finlandés es una nación que cumple las reglas, desde los ciudadanos hasta los funcionarios. Salvo que alguien pueda demostrar lo contrario, no son el frío polar, ni la aurora boreal, ni los vientos del oeste, ni el sol de medianoche ni Papá Noel, los que influyen sobre la conducta de funcionarios y dirigentes finlandeses. Nada de todo esto hace de Finlandia el país más transparente del mundo, según los informes de Transparencia Internacional (TI), y uno de los mejores para vivir, de acuerdo con la revista británica The Economist. Su éxito se basa en que es un país que premia el talento, la innovación y la ética del trabajo y del esfuerzo, combate la corrupción e invierte en educación e investigación. Además está en los primeros lugares del ranking de competitividad internacional del Foro Económico Mundial; está en el primer puesto de los países más democráticos de acuerdo a la organización Freedom House; es el país menos corrupto en todo el mundo, según el índice anual de Transparencia Internacional desde hace varios años a la fecha. Tiene el honor de poseer los mejores resultados en materia educativa según el examen de calidad internacional en las pruebas llamadas Pisa, que miden los conocimientos de alumnos de 15 años en matemática, ciencia y lenguaje. Es el país con el mayor número de científicos per cápita del mundo de acuerdo al índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas.

Explica Andrés Oppenheimer, en su libro “¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana por el pasado y las doce claves del futuro” que: “... si hubiera una copa de desarrollo económico y social a nivel mundial los finlandeses serían campeones...”.

Finlandia sólo tiene 5.3 millones de habitantes y era el país más pobre del norte de Europa hace algunas décadas. Sin embargo, hoy es uno de los primeros del mundo en varios rankings. ¿Y cuál es el secreto de este país tan distante? Educación gratuita y de calidad desde la primera infancia hasta la universidad, respeto por las normas, austeridad y mesura en los logros, innovación e investigación, presencia permanente de la mano invisible del Estado. Los finlandeses han encontrado un modelo de desarrollo basado en el conocimiento y la innovación que no desean abandonar como su Estado de Bienestar.

Los maestros tienen un alto prestigio social y salarial, pero se les exige excelencia tanto para el nivel primario como para el secundario. En ambos niveles deben tener un diploma universitario y por lo menos una maestría. Hay hasta dos profesores en cada aula simultáneamente y otro de ayuda a los alumnos con dificultades. Además está el arma secreta del sistema: Wilma, un programa de computación con el que los docentes se contactan directamente con los padres de sus alumnos. Cada vez existen más clases solamente en inglés (only in English) porque su idioma, de muy difícil aprendizaje y de poca difusión, los hace estar poco integrados al mundo y el dominio de ese idioma es la llave y la clave. La obsesión finlandesa es estar integrados tanto a la Unión Europea como a la sociedad del conocimiento y la innovación, en las que son líderes. Los salarios docentes son de excelencia como su educación mientras aquí un maestro, en algunos casos hasta percibe un salario mínimo vital y móvil.

El reciente viaje de la ministra de Educación de Santa Fe, pagado con fondos públicos, para conocer ese sistema educativo, demuestra lo desorientados que estamos en cuanto al modelo educativo a seguir, como a qué debemos apelar para mejorar nuestra calidad educativa tanto a nivel provincial como nacional. Por eso estamos tan distantes de Finlandia, como el planeta Tierra de Marte.

La moraleja de esta tragedia es que en los Estados organizados, y para los príncipes prudentes, siempre se ha tratado con toda diligencia de no desesperar a los poderosos y de satisfacer y tener contento al pueblo. Maquiavelo hoy diría más que contentos, distraídos...

(*) Escritora. Autora de “Los Derechos del Niño Globalizados. Historia de Flores” (2010)

El arma secreta del sistema: Wilma, un programa de computación con el que los docentes se contactan directamente con los padres de sus alumnos.