SEÑAL DE AJUSTE

Crímenes verdaderos

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“The People vs. O. J. Simpson: American Crime Story” (Fx, miércoles a las 22) pertenece al nuevo formato de serie que ha sido llamado “de antología” inaugurado por “American Horror Story”, donde en cada año se ofrece una historia distinta del mismo género.

Foto: FX

 

Roberto Maurer

Si el homicidio que involucró al popular deportista y personalidad de la cultura mediática O. J. Simpson en 1994 constituyó un caso que pasó a la historia como “El Juicio del Siglo”, semejante distinción no fue uno de los habituales excesos del periodismo. En efecto, es difícil igualar el ajustado anudamiento de situaciones conflictivas para la sociedad que se produjo como consecuencia del doble y muy sangriento asesinato de la ex esposa y su amigo: fue una cascada que dividió a la opinión pública y que mezclaba la cuestión racial, la violencia de género, la inmunidad de los famosos, las diferencias de clase y la corrupción policial en la cual el Departamento de Policía de Los Angeles se destaca por su deshonrosa tradición. Hubo cortes transversales en la sociedad, y los ciudadanos defensores de las buenas causas se ubicaron en lados enfrentados. Inclusive se llegó a la sátira en un recordado episodio de “Seinfeld”.

“The People vs. O. J. Simpson: American Crime Story” (FX, miércoles a las 22) es la adaptación de un libro sobre el caso, a la cual se aplicaría la definición de docudrama, o true crime (crimen verdadero), según el nombre del subgénero con el cual el público norteamericano identifica a esta narrativa. Pertenece al nuevo formato de serie que ha sido llamado “de antología” inaugurado por “American Horror Story”, donde en cada año se ofrece una historia distinta del mismo género. En esta temporada de “American Crime Story” que acaba de comenzar, son diez los capítulos consagrados al intrincado y polémico caso Simpson, que también pueden ser considerados como una miniserie.

Racismo

Con material de archivo, como introducción se establece la atmósfera racial de la época en Los Ángeles mediante las imágenes muy difundidas de la paliza propinada por un grupo de policías al indefenso ciudadano negro Rodney King. Los agresores fueron declarados inocentes por un jurado blanco, y al veredicto siguieron violentos motines.

Dos años después, en ese clima enrarecido, un ídolo carismático resulta sospechoso de homicidio. El idolatrado personaje es negro, disfruta de la protección de las celebridades y se va sabiendo que golpeaba regularmente a su esposa mientras duró la pareja.

Desde la noche del crimen, cuando las patas ensangrentadas de la perra Akita alertan a un vecino, la serie sigue los acontecimientos paso a paso, sin cruzar ninguna raya: se mantiene en la ambigüedad y se reserva su propio veredicto acerca de la culpabilidad o inocencia de O. J. Simpson (Cuba Gooding Jr.). De inmediato se encuentran evidencias que lo incriminan, incluyendo sus propias reacciones iniciales, y aparecen la fiscal Marcia Clark (Sarah Paulson), que se convierte en su incansable acusadora y el abogado de las estrellas Robert Shapiro (John Travolta), uno que vuela alto: “La mejor defensa que el dinero puede comprar”.

Se libra la orden de arresto, pero no es un acusado común y colocar esposas a un famoso es todo un problema.

—¿Por qué los policías no lo esposan?- pregunta la fiscal Clark, estupefacta.

—Es una celebridad, corrió como dos mil yardas en una temporada-, le explican: la fiscal no sabe quién es O. J. Simpson, que es como no conocer a Maradona.

EN FUGA

Con el privilegio de los famosos, no lo van a arrestar y se autoriza a que se entregue a la justicia con un plazo de tres horas. Sigue casi un grotesco, porque el abogado convoca a médicos y psiquiatras a la residencia donde se ha refugiado O. J. para elaborar una estrategia de defensa; O.J. se escabulle y escribe un testamento y amaga suicidarse con un revólver, la justicia se impacienta, se vence el plazo, llegan los policías y O. J. se fuga en una Bronco que se pierde en el horizonte al final del primer capítulo.

Han pasado veinte años, pero la historia está vigente, desde los últimos episodios de violencia racial, al escándalo que envolvió a Bill Cosby, y la experiencia misma de un primer presidente negro.

El relato es impecable y superficial, y hasta se permite ciertos toques de humor: un entretenimiento de excelencia, salvo que lo inspira una tragedia. Cuando la ex fiscal Clark vio los dos primeros episodios, prodigó elogios, “pero siempre me vuelve la idea de que hay dos personas muertas, Ron Goldman y Nicole Brown Simpson”, declaró. “Al margen de lo que se piense de O. J. Simpson, el asesino está suelto y nadie ha sido llevado a la justicia. Y eso jamás —jamás— estará bien para mí”.