editorial

  • Nuevos asaltos a taxistas provocan el reclamo del sector hacia las autoridades.

Historia repetida

La historia se repite. En los últimos días, un taxista fue asaltado en la ciudad de Santa Fe por una pareja de jóvenes que lo detuvo en Bv. Pellegrini y San Jerónimo. Cuando llegaron a Blas Parera y Castelli, lo golpearon con la culata de un arma y se llevaron el dinero. Afortunadamente, en este caso el chofer sólo sufrió heridas que no pusieron en riesgo su vida.

Entre julio y agosto del año pasado, una sorprendente seguidilla de ataques contra taxistas se produjo en la ciudad. En algunos casos, las consecuencias fueron graves, como el caso de Ricardo Estec, un chofer asaltado por tres chicas adolescentes que lo tomaron del cuello y lo hirieron en el tórax utilizando un elemento punzante. El taxista debió ser trasladado de urgencia al Hospital Cullen. Por fortuna, logró sobrevivir.

Pocas horas después, taxistas y remiseros de la ciudad se congregaban en Bv. Pellegrini y 25 de Mayo, para reclamar públicamente que el Estado adopte medidas de seguridad de manera urgente.

Así fue que se produjo una reunión entre autoridades del Ministerio de Seguridad, representantes de la policía, de la Sociedad de Taximetristas Unidos y el Sindicato de Choferes de Taxis. Luego del encuentro, se anunció la implementación de operativos de control denominados “corredores seguros”, que se realizarían de modo rotativo y sorpresivo. También se habló de la posibilidad de que algunos móviles contaran con un nuevo sistema de seguridad monitoreado por el 911. Sin embargo, el tiempo pasó y los asaltos continuaron.

En estos momentos, los taxistas se quejan porque las promesas realizadas desde el Ministerio de Seguridad el año pasado no se cumplieron. Los operativos policiales sólo pudieron sostenerse durante un tiempo limitado. Y los botones de alerta conectados a los centros de monitoreo con que cuenta la provincia y la Municipalidad nunca se implementaron.

Más allá del comprensible malestar del sector, habrá que reconocer que los controles policiales no parecen ser una alternativa viable para enfrentar la problemática. Así lo demuestra la experiencia de los últimos años. No sólo en la ciudad de Santa Fe, sino en otras urbes del país.

Es que estos operativos no pueden prolongarse durante demasiado tiempo, pues la presencia policial también es requerida por otros sectores que sufren las consecuencias de la inseguridad: escuelas, comercios y vecinos comunes que cíclicamente reclaman el incremento de la custodia.

Mientras los taxis y remises sigan siendo una suerte de “cajas fuertes” recorriendo las calles de la ciudad, inevitablemente atraerán la atención de los delincuentes. Es que, más allá de la cantidad de dinero que lleven, los ladrones saben que se trata de blancos fáciles.

Tarde o temprano, llegará el momento en que taxistas, remiseros y autoridades comprendan que resulta imprescindible establecer algún sistema de cobro que evite la utilización de dinero en efectivo, de la misma manera que funcionan los colectivos en la ciudad de Santa Fe.

Otra alternativa pasa por equipar a las unidades de tal manera, que se evite el contacto directo entre el chofer y los pasajeros. Sin embargo, esta salida no parece tan sencilla de llevar a la práctica.

Frente a la contundencia de los hechos, se torna indispensable que el Estado y los representantes del sector logren un acuerdo para avanzar en medidas de seguridad más eficientes. De lo contrario, la historia continuará repitiéndose y, en cualquier momento, las consecuencias serán irreparables.

Resulta imprescindible establecer algún sistema de cobro que evite la utilización de dinero en efectivo.