La vuelta al mundo

Terrorismo islámico: usos y justificaciones

por Rogelio Alaniz [email protected]

Supe del atentado terrorista del fascismo islámico en Bruselas a través de la televisión. Un informativo de la mañana daba detalles de lo sucedido: las explosiones, los heridos, los muertos, las declaraciones compungidas de los funcionarios. No necesité que los periodistas dijeran que se trataba del Isis; a esta altura del partido esta organización terrorista no necesita firmar para exigir derechos de autor.

Sin embargo, un detalle me resultó interesante. Uno de los cronistas del programa entrevistó a un dirigente político de Bélgica. Hubo algunas preguntas circunstanciales, pero hubo una en particular que me sorprendió: ¿El gobierno persigue a los musulmanes? Por supuesto, el funcionario contestó que no, pero a mí lo que me llamó la atención fue otra cosa: aún no se había disipado la humareda de los explosivos, todavía se sentían los gritos de dolor de las víctimas, pero a un periodista -el nombre poco importa, pero sí importa el lugar común- lo primero que se le ocurre preguntar es si se discrimina a los musulmanes, es decir, el atentado no es terrorista, mucho menos perpetrado por fanáticos alienados, sino una respuesta -tal vez algo exagerada- de humanistas impenitentes rebelados contra la odiosa discriminación de los belgas contra los seguidores de Alá.

Continuando con el hilo de ese singular razonamiento, los señores de Isis no serían terroristas que atacan de manera salvaje a la población civil; y si lo son, poseen una causa que los justifica, un ideal liberador por el que están dispuestos a dar generosamente la vida. Dicho con otras palabras: los verdugos no son tales, por el contrario son lo opuesto, es decir, víctimas del racismo y el colonialismo.

Seguramente el colega que hizo esa pregunta no quería llegar a tanto, pero está claro que más allá de sus intenciones, sus prejuicios lo dominan. Para su consuelo habría que decir que no es el único que atraviesa por estas contradicciones. A su favor podría afirmarse que lo suyo puede que esté dominado por la inocencia, la ignorancia o la tontería, aunque no está mal informarle que existen otros que piensan como él y que operan sin disimulo a favor del terrorismo islámico como cómplices o como idiotas útiles.

Repasemos algunos detalles. En Bélgica los musulmanes representan algo así como el seis por ciento del total de la población. No hay noticias de actos discriminatorios y racistas. Es más, los reproches que desde España y Francia le hacen a la justicia de este país es el de ser demasiado complacientes con el terrorismo. Hoy se sabe que los operativos perpetrados por el Isis en Francia el año pasado fueron programados en Bélgica. También se sabe que este país fue el que “ofreció” más militantes a esta organización terrorista que opera en Irak y Siria.

Sobre estos detalles se pueden obtener las más diversas conclusiones, pero lo único que no se puede decir al respecto es que los belgas discriminan. Sin embargo, la primera reacción de las almas bellas no fue solidarizarse con las víctimas, sino preguntar si en Bruselas se discrimina. Con estas actitudes, con estos prejuicios, el terrorismo tiene en Europa y en Occidente un futuro saludable, porque todos los horrores que cometa siempre van a estar justificados.

La supuesta discriminación a los musulmanes no es la única coartada que desde occidente se levanta a favor del terrorismo. El otro argumento a mano es el de la venganza contra las “atrocidades” del colonialismo. Periodistas, políticos, intelectuales y prominentes sacerdotes pisan alegremente este palito con la ufana certeza de quienes creen que descubrieron la pólvora. Nada mejor que una causa políticamente correcta para quedar bien con Dios y con el Diablo. En el caso que nos ocupa, una vez más los verdugos quedan justificados en nombre de la lucha anticolonial. La lectura de Frantz Fanon, con el siniestro prólogo escrito por Jean-Paul Sartre, sigue provocando estragos en la sensible conciencia de las almas bellas.

Hay más. Se dice que el terrorismo crece en Europa porque las condiciones de vida de los musulmanes son deplorables. Ya se sabe que una verdad a medias suele ser el argumento de los estafadores políticos. Puede que algunos musulmanes no vivan bien en Europa, un dato que habría que investigar con más precisión, pero este dato sociológico, que, dicho sea de paso, alcanza también a otras etnias, no puede, no debe justificar al terrorismo.

Tampoco este argumento sibilino explica por qué son los musulmanes los únicos que practican el terrorismo. Mucho menos explica el dato certero de que los terroristas detenidos estaban muy bien alimentados, habían estudiado en los colegios y universidades de Europa y pertenecían a las clases medias. El otro contingente de terroristas proviene de la delincuencia, de lo que podría calificarse como el lumpenaje: rateros, rufianes, narcotraficantes.

¿Es Europa la responsable? ¿Se puede liberar de culpas al terrorismo con esa retórica? Se dirá que nadie niega las sanciones a los terroristas. Puede ser. Pero de lo que yo estoy hablando es de argumentaciones, de retóricas que objetivamente justifican el accionar terrorista, los libera de culpas, atenúa sus responsabilidades, los legitima.

Por último, hay que señalar la resistencia de las almas bellas en denunciar el carácter musulmán de este terrorismo. Se dice que no se puede discriminar a una religión, que quienes asesinan, torturan, mutilan y ponen bombas en nombre del Islam no son musulmanes. Yo no soy teólogo especializado en temas del Islam para decidir si los señores del Isis -pero no sólo los del Isis- son o no musulmanes. Lo que sé es que matan y mueren en nombre del Islam y que no son pocos los clérigos que los alientan para que lo hagan. En definitiva, les creo; creo en la identidad religiosa que invocan. Es lo único que les creo.

Contra la imputación vulgar y simplista de que no todos los musulmanes son terroristas, respondo que pienso lo mismo, pero sucede que en este caso no estamos hablando de quienes adhieren a una religión, sino de quienes asesinan en nombre de ella. ¿Por qué decir terrorismo islámico en lugar de decir terrorismo a secas? Por la sencilla razón de que los asesinos deben ser identificados, que es necesario conocer su identidad y, en el caso que nos ocupa, esa identidad es islámica. No soy yo el que lo digo, son ellos los que la afirman todos los días.

Cuando -por ejemplo- la ETA perpetraba atrocidades en España se hablaba del terrorismo vasco. Esto no quería decir que todos los vascos fueran terroristas, simplemente se identificaba a los asesinos, se insistía en que las bombas, secuestros y ejecuciones se perpetraban en nombre del nacionalismo vasco. El Isis no mata ni muere en nombre de Santa Teresita, el Che Guevara o Juan Bondiola; lo hace en nombre de Alá y el islam.

Corresponde a los musulmanes no terroristas tomar distancia de ellos, condenar estas prácticas y condenar toda práctica -pienso en Hezbolá, Hamas, Al Qaeda, etc.- que justifique el terrorismo en nombre de una religión o que suponga que el orden humano deba regularse en nombre de una religión.

La supuesta discriminación a los musulmanes no es la única coartada que desde occidente se levanta a favor del terrorismo. El otro argumento a mano es el de la venganza contra las “atrocidades” del colonialismo.

Lo que sé es que matan y mueren en nombre del Islam y que no son pocos los clérigos que los alientan para que lo hagan. En definitiva, les creo; creo en la identidad religiosa que invocan. Es lo único que les creo.