Cinco jóvenes quedaron efectivos en empresas locales

Alumnos de la escuela de oficios de Alto Verde ya construyen obras en la ciudad

Se capacitaron el año pasado en los cursos de instalador eléctrico y albañilería. Este año, la escuela redobla la apuesta e incorpora carpintería y ayudante de cocina. Buena recepción de ex alumnos por parte de los empresarios locales. La importancia de dar una oportunidad.

Alumnos de la escuela de oficios de Alto Verde ya construyen obras en la ciudad

Bruno Blanco y Adrián Medina. El año pasado hicieron el curso de instalador eléctrico y hoy son empleados de una empresa local que trabaja con Capitel-Pilay.

Foto: Flavio Raina

 

Lía Masjoan

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Twitter: @lmasjoan

Hasta hace un año, Bruno Blanco y Adrián Medina merodeaban sin rumbo las calles de Alto Verde. Con apenas 20 años, no estudiaban ni trabajaban; “no hacíamos nada”, confesaron a El Litoral cubiertos de polvo de ladrillo desde el segundo piso de un edificio en plena construcción.

Es que ahora, gracias a la oportunidad de capacitación que encontraron en la escuela de oficios Papa Francisco, tienen un trabajo fijo. Una subcontratista de Capitel Constructora los incorporó a su planta de personal para que colaboren en la instalación eléctrica de las torres que edifican en el predio donde antes estaba el diario El Litoral, en 25 de Mayo al 3500. Primero hicieron una pasantía rentada, y como quedaron muy conformes con la metodología de trabajo, los dejaron efectivos.

“Aprendimos a trabajar con cañerías para la instalación eléctrica, a colocar cañerías en losa, a hacer canaletas y usar amoladoras”, contó Adrián, quien llegó a la escuela porque lo anotó su mamá en busca de una alternativa para su hijo que no había podido finalizar el secundario. “Cuando terminé el curso, hice la pasantía y quedé; en casa están todos contentos, me felicitaron porque nunca había trabajado en una empresa. Ahora tengo un sueldo, es una buena oportunidad”, reflexionó entusiasmado.

Bruno terminó el secundario pero igual no conseguía trabajo. “Hacía changas hasta que un vecino me comentó que abría esta escuela y me anoté. Cambia mucho tener un trabajo fijo, un ingreso, una ocupación. Y es una alegría enorme la que se siente al pasar por un edificio en el que uno trabajó”, contó.

De la calle a la obra

Este año la escuela, que en realidad es un aula radial del Colegio Inmaculada, redobla la apuesta y suma dos nuevos cursos a su propuesta de formación. Carpintería y Ayudante de Cocina se agregan a Albañilería e Instalador Eléctrico.

Wilson Stegmayer, su director, contó que de 35 inscriptos que tuvieron el año pasado, se recibieron 14, de los cuales 9 entraron a una pasantía. “Cinco de ellos quedaron efectivos en alguna empresa: uno en Efe Construcciones, dos en Capitel, otro en Forestal y uno más está haciendo la revisión médica para entrar a Capitel también”, detalló. Cam y Mundo Construcciones también tomaron pasantes.

Este año, hay 90 inscriptos. Son 90 oportunidades de encontrar un nuevo rumbo y dejar la calle.

La falta de oficios

Desde hace varios años, las empresas constructoras se encuentran con una dificultad: conseguir personas que conozcan el rubro de la construcción y tengan buen desempeño en el arte de los distintos oficios. Éste fue uno de los disparadores que encendió la idea de crear una escuela específica. “Venimos observando que en la última década hay una pérdida muy grande de la calidad de la mano de obra y eso genera una preocupación porque aspiramos a que los departamentos tengan una buena calidad. Ante este panorama, los directores de la empresa vieron que había que empezar a formar personas y junto con la UTN, el Colegio Inmaculada y el proyecto de Uno x Uno surgió la escuela de oficios de Alto Verde Papa Francisco”, contó Joaquín Vigo Lamas, arquitecto de Capitel.

“Muchos jóvenes recurren a la construcción como una salida laboral fácil pero no saben hacerlo. Nos hemos encontrado con casos que en el trayecto de su casa a la obra le iban diciendo qué era una cuchara, un balde o una pala”, contó la anécdota el Ing. Gustavo Pasarello, responsable del área construcciones de Capitel.

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Manos a la obra. “Aprendimos a trabajar con cañerías para la instalación eléctrica, a colocar cañerías en losa, a hacer canaletas y usar amoladoras”, contó Adrián, uno de los jóvenes de Alto Verde que se capacitó el año pasado.

Foto: Flavio Raina

Además, educación

“La construcción recluta a gente de los estratos sociales más bajos. Y no sólo veíamos que no tenían capacitación en oficios sino que en muchos casos tampoco tenían educación; llegan con problemas de drogadicción, alcoholismo, sin cultura del trabajo”, fue el diagnóstico del contador de Capitel, Marcos Vigo Gasporotti. “Estos problemas con los obreros obviamente redundan en baja productividad en la obra”, agregó.

Es por eso que la Escuela de Oficios insiste también con inculcar a los jóvenes el amor por el oficio y la importancia de ser responsables en el trabajo que emprendan. “No sólo les enseñamos el oficio sino que les damos charlas sobre cómo presentarse a una entrevista, cómo hacer un CV, cómo desenvolverse ante un jefe, etc. , porque hay que tener en cuenta que nunca habían estado en relación de dependencia”, explicó el director de la escuela.

Esta formación general la complementan luego con la vivencia propia en las obras, donde “la cultura del trabajo está muy arraigada”. Los chicos aprenden a la par de la gente que trabaja hace mucho tiempo: cumplen horarios, fichan, tienen responsabilidades de tareas que se tienen que terminar en un tiempo determinado, hay premios por producción y castigos indirectos, porque si uno no cumple no recibe lo mismo que el mes anterior. “Se mueven en un ambiente de trabajo que tiene reglas claras y pautas”, afirmó Joaquín. Y esto es muy saludable para jóvenes que no tenían ninguna ocupación ni proyecto previo.

Objetivo logrado

El camino recorrido permite mirar hacia atrás y decir que “se logró el objetivo”. La escuela ya ha largado la primera camada de egresados, algunos están insertados en el mercado laboral, como Bruno y Adrián, y las empresas se muestran conformes con el trabajo que realizan. “Las subcontratistas que trabajan con nosotros nos han llamado muy satisfechos, dicen que se han comportado muy bien y que vieron a chicos muy buenos. Por eso, los han tomado después de las pasantías”, dijo Marcos. “Son buenos chicos, tienen valores y amor por el oficio y se han podido insertar en el mercado laboral”, coincidieron los referentes de la empresa constructora.

La escuela de oficios está dando sus frutos. Una experiencia virtuosa para imitar y multiplicar.

La retención de alumnos, una preocupación

El año pasado, la escuela de oficios Papa Francisco registró 35 inscriptos para los cursos de instalador eléctrico y albañilería. Se recibieron 14, 9 hicieron pasantías y 5 quedaron efectivos en distintas empresas de la ciudad. “Tuvimos una deserción importante, de más del 50 %”, dijo Wilson Stegmayer, el director.

Este año, la escuela creció y abrió dos nuevos cursos: carpintería y ayudante de cocina. En total, se anotaron 90 personas. “Mi desvelo es ayudar a la retención de alumnos”, aseveró Stegmayer. Y para esto, el diálogo resulta una herramienta valiosa. “Además de enseñar las técnicas de cada oficio, les damos charlas a cargo de equipos de pastoral y aprovechamos los recreos para hablar con ellos”. Perseverancia y cómo sobreponerse a los problemas familiares y económicos, son algunos de los temas que eligen para trasladar al aula porque son las principales causas de la deserción. “Apenas consiguen una changa, dejan de estudiar”. Para revertir esto, es posible que este año adelanten las pasantías -que son pagas- a los meses de septiembre y octubre así ven más cerca la posibilidad laboral.

“Encontrábamos chicos que estaban en las adicciones, que nos decían que no sabían qué hacer con sus vidas. Hoy, están saliendo de su adicción gracias al trabajo, tienen una ocupación, cobran un sueldo y ganan premios por cada vivienda que terminan”. El proyecto es hoy una realidad que no hace más que cosechar buenos resultados.