“Drácula, el musical” en el Teatro Municipal

Cinco lustros de eternidad

Cinco lustros de eternidad

A lo largo de ese tiempo Pepe Cibrián y Ángel Mahler fueron experimentando dentro de ciertos límites, puesto que el público quería reencontrarse con la obra que conoce y ama.

Foto: Mauricio Garin

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Hace tiempo que sabemos que “Drácula, el musical” es el clásico argentino del género, y 25 años es una cifra apropiada para reconocer esa consagración. Por esta razón la puesta 2016 se convierte en una celebración que parece que culminará en el Teatro Colón, otra prueba de que la obra “llegó”. Pero en ese recorrido la obra fue mutando: desde la puesta original en el Luna Park, un proyecto descomunal para su tiempo, la vuelta en 1994 (la edición discográfica completa por años), la puesta barcelonesa de ese mismo año (donde Karina K hizo por primera vez el agudo final de “Tu esclava seré”), la reunión en 2003 de la dupla de Juan Rodó y Cecilia Milone, la “puesta renovada” de 2007 (con Luz Yacianci, Florencia Benítez, Daniel Vercelli, y la consagración de Adriana Rolla como la “Nani definitiva”) y la celebración de los 20 años en 2011, versión ampliada a tres horas, con escenas nuevas, que se convirtió en CD y DVD. (Hacemos la salvedad de algunas giras por el interior con “elencos B”, como la de 2000 y la de 2008, con Hernán Kuttel y Diego Duarte Conde como Drácula: las dos únicas que no hizo Rodó).

A lo largo de ese tiempo Pepe Cibrián y Ángel Mahler fueron experimentando dentro de ciertos límites, puesto que el público quería reencontrarse con la obra que conoce y ama. Al punto de que la versión instrumental del vals (uno de los motivos musicales centrales junto con el “Tema de amor”, centrado en el dúo “Soñar hasta enloquecer”, de Mina y Jonathan) se ha vuelto parte de muchas fiestas de casamiento (curiosamente en la obra se baila en una boda, con resultados nada felices). Al mismo tiempo, la pieza “aprende”: con cada intérprete que pasa cada personaje gana espesor, como si el musical absorbiese parte del alma de los que pasan a formar parte de su historia.

Tras el estreno en el Teatro Astral de la temporada 2016 destacamos que se mantuvo la puesta visual general de 2011 (renovando el espejo, tan central en el relato), y dejar unos pocos de los agregados de 2011 (la versión larga de “Saber por fin quién soy”, la primera aparición de Van Helsing, el principio de los gitanos) pero eliminando las escenas nuevas (el manicomio, el jefe de Jonathan), con lo que mantiene un formato clásico. En el devenir a lo largo de los años, la puesta visual se fue simplificando, combinando el gran aporte escénico original, las estructuras móviles que dan dinamismo y diferentes alturas a la escena (restauración a cargo de Luis Blanco), con un perfeccionamiento de la planta lumínica gracias a los avances técnicos en el rubro: hoy las luces dividen espacios, ocultan, pintan de rojo o azul a un personaje y otro, e incluso permiten que la versión para gira que nos ocupa pueda prescindir de los fondos de escenario sin perjuicio de la narración (diseño de luces a cargo de Andrés Aboy).

Canónicos

Algo ya hablamos de los intérpretes que se han vuelto canónicos, y obviamente Juan Rodó es el epítome de eso. Llegó al personaje medio de prepo, a los 24 años, y ha crecido junto con él: quizás las cinco décadas sean la puerta a los cinco siglos que el conde transilvano acusa en las costillas, y esa madurez se nota sobre el escenario. Así como en la versión con orquesta “negocia” con Mahler algunas pausas y algunas notas sostenidas, puede manejarse solventemente con la pista, para dar matices a su interpretación, quebrando la voz, casi hablando, en las estrofas del “Tema de amor” (explotando en la parte B, los “estribillos”), o cantar más holgado y melódico en Mi dulce Mina. Y sí, las partes más actuadas y livianas lo encuentran comodísimo.

Luna Pérez Lening tuvo por fin su revancha en Santa Fe: habiendo debutado en el personaje a los 16 años, no giró en 2011 (la reemplazó con eficiencia Penélope Bahl). En realidad la oportunidad vino antes: caída la chance de un regreso de Florencia Benítez, tuvo la ocasión para mostrar cómo le había crecido el personaje. Es que como teenager había podido abrazar el lado cercano a la locura de Lucy Westenra (“Siento enloquecer” es muy concreto), que el personaje trae desde Paola Krum (hay un video circulando por YouTube bastante impresionante, donde se ve a Cibrián casi modelando a Luna como Lucy, como un Pigmalión escénico); pero algunos extrañaban una dimensión sexualizada que había aportado Benítez. Eso es parte del pasado, con la “pequeña monstruita” del musical desarrollando una Lucy sugestiva y temible a la vez (al verla arañarse los brazos, por ejemplo).

Regreso y recambio

Josefina Scaglione sorprendió en la avenida Corrientes con una Mina Murray con sello propio (ni la estampa imponente a lo Cecilia Milone, ni el perfil aniñado a lo Luz Yacianci), con un timbre vocal diferente y novedoso, que le permitía crecer en el segundo acto con la mejor versión de “Tus sueños dónde se han ido” en años, y un crescendo en el tramo final Mina-Drácula. Ante su baja de la gira, la producción fue a lo seguro y convocó a Candela Cibrián: la sobrina del director es quizás una de las personas que mejor conoce al personaje, al que siguió desde niña, y pudo mostrarlo en 2011. Hoy retoma su visión de la atribulada heroína, con solvencia escénica y vocal (un registro algo “milonístico”, bromeábamos un lustro atrás).

La desilusión pasó por el hecho de que estaba anunciada Adriana Rolla para el tour, y finalmente fue reemplazada por Pamela Tello, que hace lo humanamente posible para llenar un traje muy difícil. Con un timbre propio, capacidad actoral y una impecable técnica vocal, su “Madre tan sólo una vez” termina pareciendo fría, a pesar de que la pieza luce por sí sola: extrañamos esas lágrimas a moco tendido que hablan de un amor que no sabe de genética.

Nicolás Martinelli como Jonathan Harker tiene que ocupar un lugar por donde pasaron nombres históricos, desde barítonos lucidos como Martín O’Connor y Mariano Taccagni a los que más empatía transmitieron, como Daniel Vercelli y Leonel Fransezze. Y logra enganchar, con una frescura actoral y buena disposición vocal, esquivando el riesgo que tiene el personaje de ser medio pelotazo (es el inglesito burgués que confronta al glamoroso vampiro: el amor apolíneo de la era victoriana versus el misterio dionisíaco encarnado por la criatura sexualizada y sanguínea). Lo único que se extraña: el hallazgo que fue en 2011 Jonathan cantándole “Saber por fin quién soy” a la homeless (química entre Fransezze y Sofía Petignat).

Prestigio secundario

Gastón Avendaño aprovecha el crecimiento de Van Helsing, contando más sobre la pérdida de su familia y su búsqueda de revancha, tratando de salvar sin éxito a Lucy: “Yo te desafío” sigue siendo su momento cumbre. Sobre sus espaldas pesan la intensidad lírica de Ignacio Mintz y la búsqueda actoral de Germán Barceló, pero encuentra su propia voz en el rol.

Entre los secundarios, hallan su momento de lucimiento Eluney Zalazar y Nicolás Bertolotto, dos veteranos de las producciones de Cibrián-Mahler, que se dan el gusto en principio de ser los “solistas de gitanos” (una de las escenas grupales más queribles). La muchacha de la sonrisa infatigable entró como bailarina, conoció a Rodó y de su mano se desarrolló vocalmente, con el protagónico en “Phantom” como cumbre personal. Su Ninette es fresca y pícara, quizás una de las más entrañables de los últimos tiempos. El flaco y ágil intérprete funge aquí como coordinador coreográfico y en escena como Billy el Marinero Joven, que tiene a su cargo una canción subestimada pero no por eso menos bonita.

Damián Iglesias es una figura de fuste del musical argentino, y verlo como Posadero es un gusto, lo mismo que acompañar en secundarios, como marinero por ejemplo. Dos históricos de la puesta de 1991 como Luis Blanco y Hernán Kuttel también son de la partida: el primero comodísimo en su personaje de Tabernero, y el segundo de nuevo como el Obispo.

Con ese elenco pasó “Drácula, el musical” por Santa Fe, para seguir recorriendo los caminos contando una historia tan fuerte e inmortal como aquel viejo conde de los Cárpatos.