LA TEATRAL PARANÁ A ESCENA

Un encuentro con voz propia

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“Jacinto rojo”, del Grupo Teatro del Bardo, una de las obras que formaron parte de la programación.

Foto: Archivo El Litoral

 

Roberto Schneider

Lo específico del teatro es participar de una zona de lo sagrado, en la que no puede incursionar ninguna otra disciplina artística. El lugar donde finalmente sucede el hecho dramático es la mente del espectador; allí se transforma en vivencia. El espectador se siente en determinada forma testigo de lo que ocurre y esa vivencia pasa a formar parte de su experiencia de vida. El dramaturgo oficia con su obra como disparador. Escribe algo que está en el aire y que atrae su interés personal. Pero, si es portador de la cultura de su propia sociedad, va a coincidir necesariamente con el interés de otros. Igual que los actores y actrices que protagonizan esas historias.

Los jóvenes integrantes del Foro de Teatro Paranaense organizaron recientemente en la vecina ciudad La Teatral Paraná a Escena, un encuentro que posibilitó esencialmente mostrar a los espectadores espectáculos de una intensa producción y el encuentro con los hacedores y quienes reflexionan acerca de la actividad, con el firme propósito de vivenciar un canal de reflexión de manera conjunta. Aquí cabe recordar que los sueños permiten elaborar lo que no se sabe, lo que no se ha podido pensar, lo que se teme. El teatro expresa lo que está antes del pensamiento, lo que políticos o filósofos todavía no pueden racionalizar. El concepto de teatralidad -tan difícil de definir- no pasa sólo por la estructura del texto ni por el uso de los recursos técnicos. Está dado por una percepción sensible de la intensidad del conflicto, del valor adecuado de la palabra y del silencio, del lugar del gesto y del lenguaje del cuerpo.

Durante los años negros de gobiernos de facto, el teatro tenía la fuerza de la resistencia, abría las mentes y se convirtió en un ámbito de encuentro activo como lo fueron las catacumbas. Luego, con el advenimiento de la democracia, la dramaturgia perdió cierta potencia y significación vital. Avanzó el teatro de espectáculo que trabajó para el éxito y la celebridad. En la actualidad, ha surgido una fuerte corriente de dramaturgos que quieren ofrecer resistencia a una nueva forma de dictadura, que no es militar. Generaciones anteriores lucharon contra un poder visible, nítido y perfectamente identificable, una experiencia de vida-muerte muy clara. Ahora, lo que está en peligro es el espíritu más que los cuerpos.

La Festividad

Espectáculos atravesados por la poesía o la ternura que no son iguales a lo visto en los últimos años con nuevas modas de dramaturgias alejadas del espectador. Se apeló más al público como receptor, a los espectadores que quieren ensoñarse con algunas poéticas despegadas de signos confusos o herméticos. Este encuentro paranaense ha sido precisamente eso: más festivo.

Se armonizó más lo social y lo político, enganchados con estéticas más pulidas y definidas que en otros momentos, eludiendo lo panfletario. Éste es otro momento histórico y los cruces de lenguajes y de distintas formaciones ofrecieron la posibilidad de apreciar espectáculos de nivel.

La Teatral Paraná a Escena permitió un recorte de los quehaceres de la sociedad, sus conquistas, faltas y necesidades, mostrándolas desde el colorido de sus poéticas interdisciplinarias, donde no estuvieron ausentes magia y tradiciones.

Se podrían citar muchos ejemplos sobre lo que sostenemos, pero teniendo en cuenta que es la primera edición consignemos la alta calidad de los cinco espectáculos ofrecidos, que provocaron el sostenido aplauso de los espectadores tras cada una de las funciones. Así, “Jacinto rojo” del grupo Teatro del Bardo; “Criaturas”, del grupo Los Macanos; “La luna y el otro”, del grupo Patatas Patas; “Un eco más” del grupo Metamorfosis y “Un hueco” con dirección de Lito Senkman, ofrecieron la posibilidad de apreciar aquellas ricas poéticas a las que hacemos referencia en esta misma nota.

Charlas acerca de la especificidad del hecho teatral y desmontajes de cada uno de los espectáculos a cargo de los críticos Mónica Borgogno, Carlos Marín, Julio Cejas y quien escribe esta reflexión más un emotivo homenaje al entrañable Lito Senkman -con escasa asistencia de actores y actrices santafesinos que trabajaron con el consagrado director-; una charla con el director del Instituto Nacional del Teatro, Marcelo Allasino; una cuidada exposición de fotografías de la historia del teatro paranaense, un video de alta emotividad para recordar a Lito más charlas, discusiones y reflexiones sirvieron para concretar uno de los objetivos más claros, consignado en el programa de mano: “Queremos encontrarnos para tener una voz propia y a la vez compartida. Para arrancar, en principio queremos decir simplemente: en Paraná se hace muy buen teatro”. Es cierto. El puntapié inicial fue la demostración más cabal de esa aseveración. Ahora, a trabajar para la edición del próximo año, esperando también que las autoridades de Cultura de los distintos estamentos tomen nota de esta feliz iniciativa y la apoyen como se merece.