Novoyunca II

Novoyunca II

El novoyunca (no voy un carajo...), descripto la semana pasada, tiene también alta recurrencia infantil. Los chicos, sobre todo en edad escolar, son afectados por el novoyunca de manera constante. En los niñitos, la enfermedad tiene particularidades, pues ellos necesitan convencer a sus padres, que -se sabe- son la peor cosa que le puede pasar a un hijo.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

 

Los hijos son emprendedores natos: a cierta edad, la emprenden contra los límites y son feroces detectores de debilidades paternas. Las encuentran, las detectan, las trabajan y las usan. Si te enganchan con la guardia baja, fuiste: allí estarán estas pequelas y encantadoras ratitas royendo tu hasta allí monolítica voluntad.

Es más: la idea de una familia con ritmos y rutinas marcados -somos animalitos, al fin y al cabo- es probablemente la primera jodida e indispensable comunicación que les damos a nuestros hijos. Es una idea ontológica: hay algo más poderoso que vos, algo que no depende de vos. Está allí presente hasta la idea de dios o del destino, miren lo que les digo. Es un dicho común que a uno lo lleven “como chico a la escuela”, como una metáfora exacta de una predeterminación que excluye nuestra voluntad, nuestras ganas o faltas de ganas. Se hace así. A la escuela vas sí o sí porque ya hay todo un dispositivo familiar en que te despiertan, te cambian, te embuten una tostada y una leche, y te vas con el resto de la familia que también sale al mundo exterior.

En el caso de los adultos, cuando te afecta el novoyunca, es una decisión estrictamente personal activarlo y usarlo. Pero los pibes, ya lo saben, necesitan convencerte primero a vos. No tienen la opción de llamar por su cuenta a la escuela para decir que novoyunca. Y han aprendido, a fuerza de repeticiones, de ensayos y errores, de fracasos en que la idea del novoyunca infantil choca contra la monolítica voluntad de los padres, que deben encontrar el modo, la oportunidad, la modalidad, el tono exactos para conmoverte: a veces lo logran.

Vos vas como todas las mañanas y un poco destempladamente (cuando está destemplado), le encendés la luz, le sacás de una la frazada y te mandás un arriba militar generalmente sin opciones.

Y allí, a veces, unas pocas veces al año, tus niñitos te embocan: “papi, estoy muy cansada, no dormí nada, ¿puedo no ir?”. Te están comunicando de una el síndrome de novoyunca y te trasladan también de una la decisión a vos. Vos sos ahora responsable no sólo de tu novoyunca personal, sino que también debés decidir en una fracción de segundo por el novoyunca de esa cretina que te madrugó y te puso la mano primero...

Por lo general, la respuesta es “no” (también militar), y activás el mecanismo de “como chico a la escuela” o “como chicharra del ala”, esto es, una especie de cinta signada por una rutina poderosa que no deja opciones ni momentos de ocio: todo se mueve ajustada y aceitadamente hasta la salida de la casa rumbo a la escuela y al trabajo.

Pero también hay veces en que fuiste desprevenido (esos guachos te conocen mejor que nadie: te ven todo el tiempo, saben tus debilidades, tus fortalezas y cómo estás a cada momento; saben por lo mismo cuándo meterte un novoyunca con posibilidades de éxitos en la gestión y otorgamiento inmediato, on line, de tu parte, el gerente, el médico auditor...) y te largaron la frasesita, en el momento, con el aspecto y el tono adecuados.

A vos te pasa por la cabeza en un segundo que sí, que ayer fuiste a la peña, volviste tarde, la criatura estaba despierta, no la ayudaste nada con la tarea... El virus del novoyunca, aprovechador como es, ya se infiltró y está haciendo su trabajo. Fuiste. O no fuiste, para ser más exacto.