Sexteto Irreal en los Lunes del Paraninfo

Un devenir sonoro

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Axel Krygier, Alejandro Terán, Fernando Samalea, Manuel Schaller y Christian Basso: un sexteto de cinco para explorar las fronteras de la fusión. Foto: Mauricio Garín

 

Ignacio Andrés Amarillo

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El cierre de los Lunes del Paraninfo estuvo a cargo del Sexteto Irreal, reunión de multiinstrumentistas, arregladores y productores, que más allá de tener un disco editado (“Jogging”, de 2014, con temas que nunca llegan a los cuatro minutos) expanden las fronteras de la creación más allá, en una constante mutación que sólo puede realizarse en la experiencia del vivo; en esas fronteras donde se desafían no sólo las estructuras en que la música “circula”, tanto como formato musical predeterminado, ya compuesto, como en su dimensión de formato “físico” (o ya inmaterial, es tema de otro debate) a la hora de su circulación.

Hermetoplaquéticos

Para la apertura de la noche estuvo el dúo integrado por Julián Macedo y Mauricio Bernal, con un repertorio mayoritariamente enfocado en la música de Hermeto Pascoal, arrancando con una suite de “enganchados” que duró unos 23 minutos. Con Macedo principalmente en el vibráfono (placas metálicas) y Bernal en la marimba (placas de madera), la dupla se reparte los instrumentos exclusivamente rítmicos (redoblante, platillos, bombo: la batería dividida en las mitades divididas de los intérpretes), en un ajuste que denota una gran técnica y ensayo, como para que no se note dónde termina Julián y dónde empieza Mauricio (y una búsqueda permanente en la matriz tímbrica de la música).

Fuera de esa estructura base, Bernal demostró un fluido manejo del organetto (pequeño instrumento de fuelle y tubos), y hubo lucidos pasajes a cuatro manos sobre la marimba. Para el final, luego de los complejos vericuetos propuestos por el peculiar compositor brasileño, hubo algo de música tradicional de la India (con un swing casi jazzístico), y hasta un bis con melodía paraguaya y tensiones disonantes en las armonías, los dos sobre la marimba.

Cinco por seis

Pero el número central de la noche era el Sexteto Irreal, que de entrada vamos a decir que está integrado por cinco personas, reputados artistas de los cuales al menos tres podrían considerarse caciques de la movida (y podríamos volver a la teoría de que una democracia es una comunidad de soberanos). Allí está en los teclados el expresivo Axel Krygier, el experimentador que tocó con todos, con los sonidos piano Rhodes, los sintetizadores y la voz procesada; también el cerebro silencioso, Fernando Samalea, quien en la ocasión “sólo” tocó la batería, comandando la estructura rítmica de las piezas; y el director orquestal Alejandro Terán (compañero del anterior en The Prostitution, la súperbanda de Charly García), con un raro tocado emplumado, moviendo los dedos como concertista clásico al cambiar entre la viola, el saxo tenor y el clarinete.

Junto a ellos se alista el polifacético Manuel Schaller, con su melena canosa, entre el afro y el pelucón dieciochesco, manejando las secuencias y sonidos electrónicos, además de tocar el theremin con una fluidez inusitada, como si estuviese tocando un instrumento de cuerda o viento, con vibratos en la antena vertical y la melodía en la horizontal (la que casi nadie usa: la mayoría utiliza la vertical para hacer ruido a plato volador). Cerrando la formación está Christian Basso, que se paró con su bajo con estampa de rockero veterano para marcar los climas y cerrar filas con el baterista para regar la plantita de la fusión.

Cruces

Porque de eso se trata la propuesta: para el sexteto de cinco la obra musical es un devenir, una fluidez que opera por superposición y yuxtaposición: donde la apertura del free jazz puede derivar en un ritmo tropical activado desde una pista, donde una base stoner rock puede sostener un “fiddle” de country bluegrass, y de ahí saltar todos a la sinuosa música del Oriente Medio; todo sin dejar de citar melódicamente a “El paso del elefantito” (Henry Mancini), “Yesterday once more” (The Carpenters) y “El inspector Gadget”.

Antes del final, como ocurriera la semana pasada (en que Walter Ríos y sus compañeros compartieron “Libertango” con el Francisco Lo Vuolo Trío), hubo un momento para que el dúo Macedo-Bernal se sume en vibráfono y organetto, respectivamente, invitados a jugar el juego de viajeros sonoros, que tuvieron como una estación de su periplo unos Lunes del Paraninfo, ciclo que, por su parte, hasta aquí llegó... al menos por esta temporada.