A 25 años del boom del deporte

El fin de un mito: el pádel sigue vigente en Santa Fe con 28 canchas

  • Los que piensan que fue una moda pasajera se equivocan: las canchas activas en la ciudad son casi la mitad de los courts de tenis. Además hay tres circuitos de torneos simultáneos y proyectan construir nuevas canchas. Un desafío: que lo jueguen más chicos.
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A full. En la ciudad ya hay canchas de vidrio, que permiten mirar mucho mejor cada jugada, y varios proyectos para construir más.

Foto: Guillermo Di Salvatore

 

Gastón Neffen

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Twitter: @gneffen

A pesar de que en Santa Fe hay 28 canchas de pádel y tres circuitos muy competitivos de torneos, la pregunta escéptica que mucha gente le hace a los jugadores y entrenadores es: “¿Se juega?”. Es que recuerdan la época de oro del deporte, a principios de los noventa, cuando en la Argentina se estimaba que había más de 3 millones de personas que jugaban -era el segundo deporte después del fútbol- y creen que el fenómeno se esfumó tan rápido como llegó.

Es sólo una sensación. Un relevamiento que realizó El Litoral confirma que en la ciudad (sin contar Santo Tomé o la zona de countries) hay 28 canchas de pádel. Son casi la mitad de los courts de tenis (59 canchas), un deporte mucho más antiguo, que se practica desde finales del siglo XIX (es deporte profesional desde 1926) y cuyos primeros antecedentes se ubican en la Francia del siglo XVIII.

En las próximos meses, la ciudad perdería un complejo importante: el San Martín Pádel (se realiza el torneo despedida, si el clima “aguanta”), pero hay proyectos para construir más canchas en la zona de la Costanera y en el Puerto, entre otros lugares.

“La verdad es que todos complejos de pádel de Santa Fe trabajan y calculamos que hay más de 1.000 jugadores”, estimó Eva Piaggio, integrante de la comisión directiva de la Asociación de Jugadores de Pádel santafesina (Ajupa), la entidad que agrupa a los jugadores. “Es un deporte que está muy activo. Se juegan tres torneos por mes en la ciudad y participan entre 60 y 120 parejas en cada uno”, contó Diego Trevisán, jugador y profesor.

Gabriel Taborda, que entrena jugadores y ofrece cursos de perfeccionamiento, coincide en que es un deporte con un núcleo de participantes consolidado, pero el desafío son las inferiores. “En Santa Fe el pádel es un deporte de grandes; en general de 30 años para arriba y es clave armar una escuela para que haya recambio”, opinó.

Hay varias diferencias con los años del boom, en los que en Santa Fe había complejos que todavía se recuerdan como Las Tejas o Smash (el que todavía está activo de esa época es el Passing). “Antes todo era a la que te criaste y ahora es mucho más profesional y competitivo. La mayoría de los jugadores toma clases y juega dos veces por semana”, contó Piaggio.

Con los años, el pádel fue desarrollando golpes propios como “la bandeja” -un especie de smash a media altura que logra mantener la pelota bien baja- pero conservó la lógica social, la idea de que es divertido y va en combo con “la peña” y la reunión de amigos.

Del “jet set” al boom

El pádel es mucho más viejo de lo que se cree y tiene un origen aristocrático. Se cuenta que lo inventó un empresario mexicano (Enrique Corcuera) a comienzos de los ‘60 en un frontón que tenía en su residencia de Acapulco.

Un príncipe español (Alfonso de Hohenlohe), que jugó en la cancha de Corcuera, lo llevó a Marbella a finales de los sesenta y se fue expandiendo, lentamente, por España. En esa época, en general, lo jugaba el tipo de gente que sale en la revista Hola, al estilo del “jet set” europeo.

A la Argentina el deporte llega de la mano de familias como los Menditeguy, los Blaquier -que hicieron una cancha en una estancia- y los Viale del Carril. Son familias que solían veranear en la costa de Marbella.

Las primeras canchas se hacen en Mar del Plata -donde juega un rol clave Diógenes de Urquiza Anchorena- y a principios de los 80’ ya había unas doce en todo el país. Durante esos años, lo comienzan a jugar algunos ex jugadores de tenis y se empieza a conocer el deporte. En 1987 se funda la Asociación de Pádel Argentino, que entre sus socios fundadores incluye al presidente Mauricio Macri, que se lastimó una rodilla el fin de semana jugando al pádel.

Entre finales de los ‘80 y mediados de los ‘90, el pádel se puso de moda. En cada baldío se construían canchas y lo jugaba todo el mundo. Los jugadores profesionales (como Alejandro Lasaigues y Roby Gattiker, entre otros) eran muy conocidos y se desarrollaron fábricas nacionales de paletas, para una demanda que crecía a un ritmo de locos.

En la recta final del menemismo, el furor paró y el negocio declinó. Se cerraron miles de canchas -muchas se habían hecho sin análisis económicos serios y sólo por la moda-. En los últimos años, la tendencia a construir edificios en los barrios del centro de la ciudad también “corrió” varios complejos (que empiezan a desplazarse hacia otras zonas de la ciudad, donde hay espacios vacantes), pero quedó una base sólida de jugadores y una red de asociaciones que permitieron que el deporte “madure” y ahora pueda crecer con un horizonte que parece más viable.

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Tendencia. El pádel San Martín cerraría en los próximos meses y hay otros complejos del centro, por ejemplo Smash (Tucumán y Urquiza), en los que se construyeron edificios. Foto: Guillermo Di Salvatore

 

El dato

Se dice pádel

Hace cuatro años, el Diccionario de la Real Academia Española castellanizó la palabra pádel, que venía del inglés paddle tennis. Lo define como un “juego entre dos parejas, muy parecido al tenis, pero que se juega entre cuatro paredes y en el que la pelota se golpea con una pala de mango corto”. Un dato más que marca la consolidación de un deporte que se juega en Argentina, España, México, Portugal, Estados Unidos, Brasil y Chile, entre otros países.