De domingo a domingo

Metas que se alejan, comunicación pobre y Macri inyectando mística

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Bajo el poncho. Macri en Catamarca bregó por un país “verdaderamente federal”. Foto: DyN

 

por Hugo Grimaldi

DyN

El popular “recalculando” está a la orden del día en Balcarce 50, ya que debido a las notorias distorsiones de funcionamiento que se observan en el GPS gubernamental, claramente, había que reconfigurar el camino de la gestión. Entonces, el presidente tomó en estos días una decisión singular y, por valiente, peligrosa, ya que -catarata de entrevistas televisivas mediante- se transformó en el principal portavoz gubernamental, con el objetivo de ver si puede recrear en algo la confianza del cuerpo social y la mística que se iba diluyendo, sobre todo entre sus votantes.

Es notable, pero el “gobierno de los CEO's” el que no sabía “nada de política” le ha dado a todos una sorpresa, ya que logró encolumnar a la oposición, pero no está nada cómodo con el manejo que está haciendo de la economía, ya que las metas fiscales y de precios se le han desmoronado, los ajustes de tarifas tienen serias resistencias sociales y hay demasiada estridencia al respecto, tema en el que se ha metido nada menos que la Corte Suprema, mientras el horizonte se le aleja y lo único que le ha quedado para este año es la apuesta al blanqueo, ya que las inversiones seguras van a tardar en llegar. El “pago para ver” sólo funciona para las mesas de póker. Y así, entre tantas dificultades, el presidente ha resuelto poner por delante el estandarte lo que fueron dos de los íconos fundamentales de Cambiemos para desbancar al kirchnerismo: la defensa de la verdad y la apuesta hacia el futuro.

La peor parte de esta aparición en el ruedo al que lo obligó la ineficiencia de algunos de sus colaboradores pero, también, la incuestionable falta de amalgama interna en el terreno económico, aspecto claramente condicionado por la realidad política y social, en donde se juega un rato al shock y en otro al gradualismo, es que ha sido él mismo quien ha tenido que salir a ponerle el cuerpo a los tropiezos más visibles de su gobierno.

Decidir y comunicar

El reacondicionamiento de los cuadros tarifarios de los servicios públicos y la determinación de comenzar con los ajustes al precio del gas nada menos que en invierno fue sin dudas la gota que rebasó el vaso de vastos sectores de la sociedad, pero hubo algunas medidas de política económica claramente divorciadas de otras que tomaron diferentes funcionarios que, se supone, tocan en la misma orquesta. Nadie cree que Juan José Aranguren, por ejemplo, no sepa cómo hacer para recuperar las tarifas, pero lo cierto es que mientras otros miembros del gobierno iban a cierta velocidad en la ejecución de sus instrumentos, el que pulsaba el ministro de Energía ejecutaba la partitura a un “tempo” diferente. Esta historia va más allá de Alfonso Prat-Gay o de Federico Sturzenegger o de Rogelio Frigerio o de las eventuales internas que se tejen entre ellos. Lo concreto es que en éste, como en otros casos de política económica, faltó un reggiseur que ordenara la orquesta y pusiera la escena y, por eso, el gobierno se tuvo que comer zócalos televisivos y letras de molde con el mote superlativo de “tarifazo”.

Todo este tobogán de desaciertos se terminó potenciando con un elemento adicional: la comunicación. Es un clásico que cuando las medidas no funcionan porque fueron tan mal pensadas que no engranan con el resto de la maquinaria, en todos los gobiernos se le eche la culpa al modo de comunicárselas a la sociedad. Pues bien, en muchas cosas que encaró la actual administración el dislate fue doble: diseño de las partes por afuera del conjunto y peor comunicación. Ambas deficiencias, en tormenta perfecta, son las que han llevado a Macri a convertirse en su vocero principal.

¿Dónde está el riesgo para el presidente? En que ésta termine siendo la última bala de plata que le queda. Parece exagerado pensarlo a siete meses y medio de haber iniciado el gobierno y más aún porque las encuestas dicen que todavía tiene un buen margen político que se focaliza en la esperanza de una recuperación económica para 2017, pero habida cuenta los desgastes que conllevan los vaivenes típicos de la sociedad argentina, el gobierno no debería descuidarse ante una eventual aceleración de tal deterioro.

Área política

Allí, empieza a tallar la política, quizás el aspecto donde mejor le ha ido al gobierno en estos meses, sobre todo si se lo mide en leyes votadas por el Congreso sin tener las mayorías necesarias. Este punto no es menor, porque en parte explica las dificultades fiscales de Macri, ya que cada sesión le costó a los contribuyentes mucho dinero con destino a las provincias, muchas de ellas con serias dificultades. Los gobernadores peronistas han canjeado plata por votos mientras juegan a un reordenamiento del PJ que los contenga a todos y los repotencie para volver en 2019, así de pragmáticos son.

El oficialismo cree que la única manera de ganar las elecciones del año próximo es “dividir al peronismo” en tres partes al menos (el desgastado kirchnerismo, quizás con Cristina Fernández como candidata a senadora; una vertiente orgánica partidaria, quizás liderada por Florencio Randazzo y la renovación del massismo) y sumar a “peronistas buenos” a las listas y sobre todo en Buenos Aires, por las bancas que aporta y por el gran arrastre que conserva Vidal, siempre mejor posicionada que el propio presidente. Si bien no pueden salirse del todo del pasado que apoyaron políticamente, es evidente que son muchos quienes ahora dicen que el kirchnerismo nunca fue peronista. No les falta razón, pero se invalidan solos por portación de ADN, un componente de su genética que les dice que siempre hay que encolumnarse detrás del líder de la manada. Y naturalmente lo hicieron con Cristina, quien hoy está encerrada por varias causas judiciales que involucran a ex colaboradores de toda la vida y de las que le será muy difícil zafar.

¿Fútbol para quienes?

Un tema extra apareció con mucha fuerza en la semana que pasó y ha sido también una manifestación de que, cuando quiere, el gobierno trabaja con coherencia. Se aprovechó el descalabro de la AFA tras la muerte de Julio Grondona y los desmanejos de dinero del antes y del después que descubrieron los veedores enviados por la jueza María Servini de Cubría y se llevó la opinión gubernamental a la Fifa, con la excusa de la no transgresión de reglas. “Es un escándalo delincuencial. Tenemos que intervenir, pero no podemos. Ayúdennos”, pidieron.

Así, bien calladito la boca, fue el gobierno el que prohijó la intervención con un titular del Comité Normalizador puesto a dedo, mandó al freezer a la famosa Súper Liga e indujo el pedido de los clubes para rescindir a fin de año el contrato de Fútbol para Todos. Poner 2.500 millones de pesos para darle de comer a dirigentes de clubes cuasi fundidos era un despropósito, sobre todo cuando esos fondos bien podrían ir a cubrir necesidades prioritarias de la población. Tanta suciedad hay en el tema que casi todos se alinearon sin chistar.

Por ahora, el compromiso político es llegar a 2019 con el fútbol sin costo para el televidente, aunque se verá cómo hacer -y siempre será más barato- si quienes ganan la licitación que habrá en enero piden algún resarcimiento.

Si hay alguien que sabe mucho del manejo de estas cosas del fútbol es justamente Macri y allí sí el gobierno ha podido dar un sendero de certidumbre y salir al ruedo con voceros confiables. Aunque Marcelo Tinelli se enoje y vea cómo el negocio se le ha vuelto a escurrir una vez más de entre las manos.


En muchas cosas que encaró la actual administración el dislate fue doble: diseño de las partes por afuera del conjunto y peor comunicación. Ambas deficiencias, en tormenta perfecta, son las que han llevado a Macri a convertirse en su vocero principal.