Análisis internacional

¿Guantánamo en Francia?

Sebastian Kunigkeit

dpa

El atentado se llevó a cabo a pesar de que uno de los autores llevaba puesta una tobillera electrónica. El ataque islamista a una iglesia católica en Normandía está calentando el debate en Francia sobre el trato que se les debe dar a los sospechosos de terrorismo. Los críticos denuncian un fallo de la Justicia, que solo pocos meses antes había ordenado la puesta en libertad de uno de los atacantes, que estaba en prisión preventiva.

Bajo el impacto de una serie de atentados sin precedentes, la presión está aumentando en la sociedad francesa para que se adopten medidas drásticas, hasta el extremo de que la oposición conservadora ha exigido el internamiento de todos los sospechosos de terrorismo en una especie de “Guantánamo francés”.

“Una guerra de verdad significa quitarles la libertad y neutralizar a los que pretendan atacar a Francia”, dijo el ex presidente Nicolas Sarkozy. Es decir, arrestar a los presuntos islamistas aun cuando no hayan cometido ningún delito. “Estamos hablando de algunos cientos de personas de quienes sabemos que pasarán a cometer delitos”. A raíz del ataque a la iglesia, Sarkozy rechazó como “sutilezas” las objeciones jurídicas a una medida tan radical.

El propio Sarkozy no empleó el término Guantánamo, la base militar en Cuba donde Estados Unidos mantiene detenidos sin mediar juicio a sospechosos de terrorismo. Quien sí usó esta palabra fue su compañero de partido Georges Fenech, presidente de la comisión encargada de investigar los atentados cometidos en 2015. A raíz del atentado en Niza, Fenech incluso sugirió llevar a los sospechosos a la idílica isla atlántica de Ré, donde hay una cárcel que, según dijo, necesita ser renovada urgentemente.

Personas como Sarkozy y Fenech esgrimen para defender su postura un argumento que pone en aprietos a las autoridades judiciales: varios de los terroristas que a partir del atentado a la revista satírica “Charlie Hebdo” han matado en Francia a 236 personas ya estaban fichados por la Policía. Una y otra vez los autores de los atentados resultan ser personas cuyos nombres ya estaban registrados en un banco de datos como presuntos yihadistas.

Según los medios franceses, esto también ha sido el caso de los dos jóvenes que atacaron la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray, donde degollaron al sacerdote Jacques Hamel, de 85 años. Uno de los atacantes, Adel Kermiche, incluso se enfrentaba a un juicio por haber intentado viajar al centro de operaciones de la milicia terrorista Estado Islámico en Siria e Irak. Por esta razón estaba siendo vigilado mediante una tobillera electrónica, lo que sin embargo no impidió el atentado.

Para el Gobierno del presidente Francois Hollande hay una línea roja que no se debe traspasar. “Encarcelar a personas por el simple hecho de que exista una sospecha es inaceptable desde el punto de vista moral y jurídico”, dijo el primer ministro Manuel Valls. También el Consejo de Estado francés afirmó que tal medida sería una violación de la Constitución francesa y de la Convención Europea de Derechos Humanos. El citado banco de datos sirve sobre todo para vigilar los desplazamientos al exterior de los sospechosos y no significa que la persona registrada esté sometida a una vigilancia permanente. El banco de datos solo es un instrumento para los servicios de inteligencia.

Sin embargo, la disputa ya ha escalado para convertirse en un debate sobre los principios del Estado de derecho en tiempos del terrorismo. Desde las filas de los republicanos conservadores ha salido una retahíla de demandas adicionales: la expulsión de delincuentes extranjeros a partir de determinada condena, penas más duras y la prohibición del salafismo.

También conviene echar un vistazo al calendario. Francia elegirá el próximo año a un nuevo presidente y desde ya está claro que la lucha contra el terrorismo desempeñará un papel central en la contienda. El Frente Nacional, de extrema derecha, ya ha marcado su territorio. Y en pocos meses los conservadores elegirán en unas primarias a su candidato, una carrera que aún dista mucho de estar decidida. Sarkozy, quien aún no ha anunciado oficialmente su candidatura, tendría que competir como aspirante sobre todo con el ex primer ministro Alain Juppé.