editorial

  • Después de varios años, el Indec vuelve a brindar información confiable.

Lo que revela el desempleo

Las máscaras finalmente cayeron. Y lo que dejaron al desnudo, poco tiene que ver con aquel relato de una Argentina donde los pobres y la desocupación apenas eran inventos de sectores malintencionados.

El Indec volvió a ofrecer estadísticas confiables. Y así como a nivel oficial hoy se reconocen los índices de inflación, de pobreza e indigencia; lo mismo sucede con los desocupados: según el último informe del segundo trimestre de este año, el 9,3% de los argentinos se encuentra desempleado, a lo que se debe sumar un 15,7% de ocupados demandantes de empleo y un 11,2% de subocupados.

Esto significa que cerca del 40% de la población económicamente activa en la Argentina padece problemas de trabajo. Muchos porque no lo tienen, otros porque no están registrados, y también aparecen aquellos que cuentan con un empleo pero necesitan de otros ingresos, pues lo que cobran no les alcanza para vivir dignamente.

Se trata de un panorama sombrío. Es verdad que la situación se agravó durante los últimos meses debido a la inflación, a la suspensión de miles de contratos laborales generados desde el Estado y al proceso recesivo que atraviesa la economía del país.

Pero también resulta indiscutible que las políticas sostenidas hasta diciembre del año pasado sólo contribuyeron a disimular la gravedad de los problemas.

La única manera de generar empleo y desarrollo genuinos, pasa por potenciar y multiplicar la capacidad productiva del sector privado, así como aumentar la inversión en nuevos proyectos y en la ampliación de los existentes. Sólo así es posible generar riqueza.

Esto no significa que el Estado deba estar ausente. Todo lo contrario. Al Estado le corresponde la difícil tarea de establecer los lineamientos indispensables para que el sector productivo crezca, se estabilice y respete reglas claras que eviten los abusos de unos sobre otros. Allí radica el mayor desafío para una Argentina con enormes potencialidades contenidas.

Las estadísticas del Indec permiten sacar otras conclusiones: los conglomerados urbanos donde el desempleo impacta con mayor fuerza, son aquellos en los que existe un mayor desarrollo del sector productivo privado: Gran Rosario (11,7% de desocupados), Gran Córdoba (11,5%), partidos del Gran Buenos Aires (11,2%), Río Cuarto (10,5%). Quizá esta situación resulte paradójica, pero se trata de las áreas más desarrolladas de la Argentina.

Lo que sucede es que debido a esta particularidad y a la menor proporción de empleo público, el número de personas en busca de trabajo es mayor. Y en épocas de crisis como la que hoy atraviesa el país, se torna difícil hallar empleo.

Como contrapartida, en zonas con escasa actividad económica privada el impacto del desempleo es menor. En los conglomerados del norte del país, por ejemplo, el promedio de desocupados oscila entre el 4 y el 6%.

En capitales con fuerte perfil administrativo como el Gran Santa Fe (5%) o el Gran Paraná (4,1%) el impacto de los vaivenes económicos es menos perceptible en materia de empleo. Sin embargo, lo que en épocas de crisis puede resultar una ventaja, en el análisis de fondo revela un escaso desarrollo del sector productivo.

Por estos motivos, resulta imprescindible sostener y potenciar desde el Estado las políticas tendientes a generar incentivos a la actividad privada.

Aun así, no toda la responsabilidad se le puede atribuir a los gobiernos. Los sectores productivos locales, también deben hacer una autocrítica. Sin inversiones y riesgo empresario, nunca será posible un desarrollo genuino.

En zonas con escasa actividad económica privada, el impacto del desempleo es menor.