Mama Antula

La vida según el Espíritu

Por María Teresa Rearte

“La vida según el Espíritu, cuyo fruto es la santificación (cfr. Rm 6, 22; Ga 5, 22), suscita y exige de todos y de cada uno de los bautizados el seguimiento y la imitación de Jesucristo” (San Juan Pablo II, Christifideles laici, 16). Esa vocación inserta en las realidades temporales de su época fue vivida por María Antonia de Paz y Figueroa, que nació en 1730 en la provincia de Santiago del Estero, y fue declarada Venerable por Benedicto XVI en 2010. Sobre quien la Congregación para las Causas de los Santos reconoció “por unanimidad” que practicó en grado heroico las virtudes cristianas.

La misma Congregación acreditó un milagro atribuido a su intercesión, consistente en la curación inexplicable para la ciencia, ocurrida en 1900, de una religiosa de las Hijas del Divino Salvador, congregación que ella fundó. La postuladora de su causa dice, en una entrevista para la Radio Vaticana, que se decidió que la beatificación se proclamara en Santiago del Estero, porque ella nació, vivió, inició y realizó su trabajo apostólico en primer lugar en esa provincia argentina. Es allí donde hizo su opción vocacional. Y desde ahí, caminando descalza y con una cruz de madera, partió en sus viajes apostólicos. Pero las raíces de su historia personal y de su vocación están en Santiago del Estero. Por su parte, la causa de su beatificación fue iniciada en Buenos Aires, donde vivió los últimos años de su vida apostólica hasta el momento de su muerte, acaecida en 1799.

Es importante dejar en claro que María Antonia de San José, nombre que adoptara a partir de su consagración, no fue una monja ni una religiosa de vida activa. Sino una mujer laica consagrada a Dios, que hizo sus primeras experiencias evangelizadoras en las poblaciones indígenas de su provincia natal en lengua quichua. Mama Antula es la denominación dada por los quichua-parlantes de esa provincia, entre quienes “Mama” contiene el concepto de maternidad espiritual, sobre todo para los necesitados (negros, indios, esclavos, y entre ellos las mujeres y los niños). Por su parte, Antula es la derivación quichua del nombre propio español Antonia. Posteriormente pasó a evangelizar las zonas urbanas. Es el prototipo de la mujer evangelizada y evangelizadora que, al igual que el cura Brochero, hizo la opción preferencial por los pobres.

La postuladora de su causa también refiere que una de las actividades apostólicas que con generosidad realizó, por amor a Cristo, fue “el estar muy cerca y acompañar la realidad de la mujer en situaciones precarias y difíciles. Por ejemplo, ella recuperaba a mujeres que trabajaban en la calle, las rescataba, las hacía hacer los Ejercicios de San Ignacio, se preocupaba por su futuro, y las acompañaba el tiempo que fuera necesario”. Se ocupaba igualmente de las niñas, a quienes les enseñaba a rezar y rudimentos de alfabetización, tanto como normas de conducta. El fervor apostólico que la motivaba la condujo a tratar de ayudar a la mujer, para encontrar su dignidad y vivir fielmente el mensaje de Cristo.

En la época virreinal, Buenos Aires, lugar al que la llevó su misión evangelizadora, era una aldea en cuya sociedad la nueva beata tuvo notable influencia. La gente llegaba en carro para hacer los Ejercicios en la casa fundada por la Madre, los que se ofrecían tanto a los amos como a los esclavos que les servían. Y entre quienes los frecuentaban se cuentan también algunas figuras de la historia argentina, que es un dato digno de mención en el año en el que conmemoramos el Bicentenario de la Independencia nacional.

Ha sido el Papa Francisco quien firmó el decreto de beatificación de esta mujer formada en la espiritualidad jesuita, vivida para la mayor gloria de Dios y dedicada, como él mismo pide, a salir a las “periferias existenciales”. La configuración cristiforme de sí mismo es una propuesta vocacional ofrecida a los bautizados a lo largo de la historia, para vivir más radicalmente la consagración bautismal. La que se realiza por la profesión de los consejos evangélicos, de los cuales el primero y esencial es la virginidad por el Reino de los Cielos (cfr San Juan Pablo II, Vita consecrata, 14). Alegrémonos y demos gracias a Dios por este don del Espíritu y sus frutos en suelo argentino.

 

Es el prototipo de la mujer evangelizada y evangelizadora que, al igual que el cura Brochero, hizo la opción preferencial por los pobres.