ENTREVISTA CON HÉCTOR ARIEL NARDI

“En el plano cultural, Santa Fe siempre tuvo un sello distintivo”

Más de seis décadas de trayectoria lo definen como uno de los directores corales más importantes del país. Estrenó obras de compositores de la jerarquía de Carlos Guastavino y Joaquín Rodrigo. Dirigió a numerosos ensambles vocales e instrumentales. Destaca el trabajo de los coros vocacionales. “La calidez y lo que se consigue con esos grupos que se entregan con todo fervor y entusiasmo al canto, es insuperable”.

“En el plano cultural, Santa Fe   siempre tuvo un sello distintivo”

De la amplia actividad que desarrolló, Nardi prefiere la dirección de coros.

Foto: Luis Cetraro

 

Juan Ignacio Novak

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El estudio de Héctor Ariel Nardi es una especie de “santuario” donde predominan los recuerdos. Bajo la fisonomía de fotos, diplomas y discos. Tan sólo aparecen algunos aislados rasgos de modernidad, como la computadora. El café negro, bien caliente y las galletas caseras invitan a la conversación. Eso y la memoria prodigiosa del entrevistado, capaz de entrelazar nombres y años con la certeza del que tiene bien aprendida una partitura.

De hecho, planea volcar parte de esas remembranzas en un escrito donde repasará sus vivencias junto a músicos destacados. “Todavía el título no está. Pero ahí aparece entre otros Carlos Guastavino, referente inevitable. Incluso tengo en mis armarios dos o tres partituras escritas por él de su puño y letra, que estrené en Santa Fe y llevé a otros países. Joaquín Rodrigo es otro músico, con el que estuve en España y a quien le estrené una obra que me entregó en Madrid”.

—¿Cómo fue su acercamiento a la música?

—Mi primer contacto con la música fue a los seis años cuando mi mamá, que era pianista, me envió a estudiar piano. Más que una vocación espontánea, fue una decisión maternal. No hice un estudio profundo del instrumento. Rendí mi último examen a los trece años y cerré la tapa del piano consciente de que mis limitaciones técnicas no podían ser superadas si no tenía otro enfoque de trabajo. Lo dejé y dos años y medio después entré al Coro Juvenil de Santa Fe, que era prácticamente el único coro independiente. Fue mi despegue en la música. Con esa escuela práctica, comenzó una búsqueda. No estaban las carreras institucionalmente organizadas en el país, salvo en la Universidad de La Plata, precursora de la carrera de Dirección Coral. Los directores de coro de aquella época tuvimos que hacer una necesaria y esforzada labor autodidacta, corriendo detrás del material, que era muy difícil de conseguir. No había casi impresiones y la fotocopiadora no se había inventado. Había que hacer todo manualmente. Había que recurrir a los grandes maestros que estaban en el país o venían a la Argentina a dictar sus cursos. Ese esfuerzo inevitable significó que hubo que aprenderlo con sangre, sudor y lágrimas y se incorporó fuertemente. Cosa que no siempre pasa con los jóvenes, que a veces lo toman como una rutina. No es el caso de todos, pero en aquella época el que sorteaba ese desafío tenía que tener talento y una motivación notable. Todo eso enriquecía el acervo, porque la captación había sido tan esforzada que no se iba nunca jamás.

—Me parece que lo que usted plantea es más profundo que la frecuente nostalgia pueril.

—“Todo tiempo pasado fue mejor”, mentira. Es un triunfo grande haber sistematizado y dado nivel catedrático a lo que antes era un fenómeno más espontáneo y mucho más exigido. Simplemente marco la diferencia entre ese esfuerzo que era personal e individual y que requería enorme vocación y lo que ocurre ahora, cuando el estudio a veces no se valoriza lo suficiente porque está ahí, al alcance de la mano.

—Usted siempre apostó por Santa Fe. ¿Nunca se sintió tentado a irse a otro lugar?

—No, la verdad que no. Y tuve ocasión. Mis hijos han sido más trotamundos que yo, por diversos factores. A mí no me faltaron oportunidades y ganas. Porque toda referencia sobre Europa, en especial en nuestra actividad, es muy cautivante. Ofrece alternativas, es todavía otro mundo. Pero Santa Fe en el plano cultural, siempre tuvo una impronta y un sello distintivo que permitió el desarrollo de actividades en todos los rubros. Todo eso no es indiferente a que yo me haya sentido muy arraigado y pisando firme en mi ciudad.

Calidez

Al momento de elegir, en el vasto espectro de sus actividades, aquello por lo que desea ser recordado, Nardi no duda un segundo y se decide por la dirección coral. Su fundamento: “El contacto con el elemento humano, que te da otra imagen. Un intercambio muy vivo, real, muy dinámico. Con tu instrumento podés tocar en la soledad de tu casa, disfrutando o sufriendo. Pero no tenés el afectus societati, o sea el contacto”.

—El coro implica necesariamente el intercambio con el otro.

—Es un fenómeno esencialmente colectivo, de interacción humana. Más aún en un coro de aficionados, como el 90 por ciento de los que dirigí. La calidez y lo que se consigue con esos grupos que se entregan con todo fervor y entusiasmo al canto, es insuperable.

—¿Qué mensaje le podría dejar a los que se inician en este camino, que dan los primeros pasos en la música?

—Eso mismo lo tengo grabado en la computadora. Uno de los jóvenes egresados de la carrera de dirección coral, Rodrigo Naffa, me hizo cuatro jornadas de entrevistas para su tesis. La última pregunta que me hizo fue ésa. Y yo, no como modelo ni como profética solución a todos los problemas, insistí en dos cosas. Primero, que el joven no se quede con lo que le ha dado la universidad, que es un patrimonio muy valioso, y que tomen algo de la alternativa que nos tocó a quienes tuvimos que asimilar por esfuerzo propio cubrir las falencias del sistema. Y segundo, se está dando un fenómeno un poco curioso que no es tan bueno y es difícil de exponer. Habla de un cambio de postura que en parte ha sido productivo y en muchos aspectos lamentable: que en la confección de los repertorios no se tenga en cuenta el valiosísimo, maravilloso material que nos han legado en más de seiscientos años de música coral, los más grandes intérpretes.

 

El dato

Homenaje

  • En agosto, en el Centro Cultural Provincial, se realizó un concierto en homenaje al maestro Héctor Nardi, organizado por Mozarteum Santa Fe - filial Salzburgo. Participaron el Coro de Niños del Instituto Coral de la Provincia, el Coro Polifónico La Merced y la Camerata Vocal Euterpe. En ese marco, Nardi recibió el Premio Mozart Tercer Milenium a la trayectoria. En la oportunidad, llegó un contingente de coreutas de Nogoyá (Entre Ríos) donde Nardi se desempeñó 25 años como director. “Vino todo el coro al homenaje. Fue emocionante, porque eso es cariño puro”, apuntó el maestro.
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Trayectoria

  • Es arduo sintetizar tantas décadas de labor en algunas líneas, pero las frías letras de su currículum señalan que Héctor Ariel Nardi dirigió numerosos organismos corales e instrumentales de Argentina y también ejerció esta función en Chile, Paraguay, Perú, Uruguay, Brasil, Europa y Medio Oriente.

Dirigió como invitado distintas orquestas sinfónicas y agrupaciones orquestales de cámara. Fue docente en la especialidad coral. Formó el grupo vocal-instrumental “Familia Nardi”, con su esposa e hijos.

Integró la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe y la Sinfónica de Entre Ríos. Durante 42 años fue director estable del Coro Polifónico Municipal de Gálvez. Fundó la Agrupación Ars Nova, que dirigió durante 15 años.

Recibió varios galardones; y compositores de renombre, entre ellos Carlos Guastavino, Emilio Dublanc y Joaquín Rodrigo, le dedicaron obras.