ENTREVISTA CON EL TENOR INGLÉS PHILIP SALMON

“Compartimos algo muy especial”

Visitante asiduo de Santa Fe y Santo Tomé, durante su última visita intervino en el “Réquiem de Guerra”, de Benjamin Britten, junto a la Orquesta Sinfónica y ensambles vocales nacionales. “En Argentina hay mucha potencialidad”, aseguró. También consignó los desafíos que impone su profesión y repasó sus compositores favoritos.

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El tenor británico, durante la reciente presentación del “Réquiem de Guerra” de Britten, en el Teatro Municipal de Santa Fe. “El mensaje es fuerte, la música es tranquila”, explicó respecto de la obra. Foto: Manuel Fabatía

 

Juan Ignacio Novak

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El tenor inglés Philip Salmon vino varias veces a Santa Fe y Santo Tomé, donde dictó clases y compartió escenario con diversos artistas y agrupaciones. Pero la presentación realizada el pasado 9 de septiembre junto a la Orquesta Sinfónica de Santa Fe, el Coro Nacional de Niños, el Coro Polifónico Nacional, la soprano Susana Caligaris y el barítono Luciano Garay fue especial. Es que en la ocasión se interpretó el “Réquiem de Guerra” de Benjamin Britten, también inglés y considerado entre los compositores más importantes del siglo XX.

—Usted tuvo la oportunidad de trabajar con Britten.

—Sólo cuando era un niño. No estoy tan viejo (risas). Pero canté una vez con su pareja, Peter Pears. Me siento muy conectado con ese mundo, hay un entendimiento. Antes de conocer algo de música, mi padre me hizo escuchar una grabación de Pears y para mí fue maravilloso. Su influencia empezó muy temprano para mí.

—¿Y respecto del Réquiem de Guerra, qué siente?

—En la obra original hay dos orquestas. Una grande dirigida por Britten y otra de cámara por David Wilcocks, quien falleció hace poco tiempo. Yo estudié con él y aprendí mucho de técnica.

—El mensaje que contiene es muy significativo.

—Originalmente, la obra fue escrita para soprano solista rusa, tenor inglés y barítono alemán. Fue para acercar las potencias enemigas tras las Segunda Guerra Mundial. Tiene muchísimas resonancias para nosotros. Cuando lo canté el año pasado en Buenos Aires fue muy interesante, siendo el único inglés cantando con todos argentinos, cómo sin hablar entendíamos esas resonancias. Hay un dúo, en cierto punto, en que dos soldados se encuentran después de morir en guerra. En cierto punto uno le dice al otro: “Yo soy el enemigo que mataste, amigo mío”. Es un momento muy fuerte. El mensaje es fuerte, la música es tranquila. Eso es muy interesante. Hay una idea de acercamiento y paz.

—Al ser el inglés su idioma natal, tiene un sentido muy importante.

—Ayuda en la interpretación y la expresividad. Es difícil escribirlo en palabras. No es sólo linda música. Hay algo que va profundamente, en el corazón, el alma, el espíritu.

Aprendizajes

—Usted estuvo varias veces en Santa Fe y Santo Tomé. ¿Cómo ve el nivel de intérpretes musicales y coreutas?

—En Santa Fe hay niveles distintos. Por ejemplo, el Coro Polifónico es maravilloso. Estoy consciente de que acá tal vez no hay ciertas tradiciones que tenemos en Europa.

—¿Y cómo fue su adaptación?

—Para mí es importante aprender. En Inglaterra somos un isla y a veces podemos estar muy aislados. No siempre, pero siendo inglés soy consciente de eso. Viendo a los países latinos, se puede sentir un poco más de libertad. En Argentina hay mucha potencialidad. Son muy abiertos.

—Por ejemplo, a incorporar aquello que llega de otras tradiciones.

—Es una adaptación de los dos lados. Compartimos algo muy especial.

—¿En lugares como Argentina hay más espacios para experimentación en relación a Inglaterra?

—Está como más aceptado hacer cosas nuevas. Hay artistas en Inglaterra que tienen esa imaginación para cambiar colores musicales. A mí me gustan los dos lados.

Desafíos, autores y técnicas

—¿Cuál fue el mayor desafío de su carrera?

—El desafío más grande hace a los otros más fáciles. Mi primera ópera importante internacional fue “Peleas y Melisande”. Es muy larga, difícil de memorizar y la hicimos en dos semanas y media. Yo la había estudiado anteriormente, pero para hacerla en escena en ese lapso es nada. Yo tenía algo más de treinta años, pero emocionalmente, físicamente, vocalmente, era muy joven. Después, los desafíos aparecieron.

—De todos los compositores que tuvo la posibilidad de interpretar, ¿cuál elegiría?

—Es difícil. Pero me gustan muchísimo Haendel, Schubert y Britten. Depende mucho del momento de la vida.

—Debe ser complejo para un intérprete acceder al mensaje de una obra cuando no es el idioma natal.

—Absolutamente. Por eso en “Peleas...”, pasé una semana intensiva estudiando y escuchando francés. Hay dos cosas, para pronunciar bien cantando, hay un lado mecánico que se debe investigar. Pero también después se debe absorber cómo se “respira”. Así que escuché a cantantes como Edith Piaf.

—Una exploración de la cultura en la que la obra se generó, que debe ser importante al momento de comunicar.

—Muy importante. Aunque sé que el arte es distinto, es como en las carreras de autos. Hay mecanismos, técnicas de los pilotos. Pero finalmente hay que tener en cuenta la psicología del conductor.

—Pero sirve la metáfora. Cuando está resuelta la parte técnica es más fácil indagar en otras cuestiones.

—Ayuda mucho hablar un idioma. Charlar con la gente para entender una lengua. También para acercarse y disfrutar. Para ver cómo se usan las palabras en la vida cotidiana. Por eso decidí aprender algo de castellano hace un año y medio.