LA POLITICA EN FOCO

No pregunto cuántos son

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Foto: Archivo El Litoral / Mauricio Garín

Emerio Agretti

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El arribo de una dotación de fuerzas federales a la provincia se materializó esta semana, luego de largas discusiones, negociaciones, reproches cruzados, suspicacias varias y denuncias de campañas en marcha. También después de que el temor y el hartazgo de la población se derramaran por las calles, y mientras el contador de muertes violentas y episodios criminales mantenía su ritmo acelerado.

Curiosamente, uno de los elementos centrales de las conversaciones quedó soslayado al momento de la concreción. Gendarmes, prefectos y miembros de la Policía Federal ya están aquí y a la vista, se sabe que vienen a ocuparse de delitos federales, y también que su permanencia no tiene acotación temporal (no hay plazos, sino objetivos). Lo que no se sabe es cuántos son.

“Muchos”, transmitió la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Once ciudades, suma la información oficial, mientras en alguna de ellas -ni Santa Fe ni Rosario- sí se maneja alguna cifra certera. Para colmo, el cálculo visual es imposible, por cuanto los efectivos pueden ser movidos de un sector a otro, y además muchos de ellos actuarán de civil, en tareas de inteligencia.

¿Cuál es la razón del oscurecimiento de este dato? En la época de las espectaculares incursiones de Berni, las cifras dotaban de impacto a las políticas en curso (o lo que fuera). Como una suerte de “gendarmómetro”, la medida de la cantidad de agentes servía para establecer la gravedad de la situación en cada caso -por entonces, con foco casi excluyente en Rosario y muy parcialmente en la capital provincial- o de la importancia que el poder político le asignaba; transmitía tranquilidad a los vecinos bajo el peso de la “saturación” y, a la postre, decantaba en desazón y sensación de vulnerabilidad con el retiro.

¿La indeterminación obedece a una estrategia para no trocar en desilusión las expectativas? ¿Es para que los criminales ignoren a ciencia cierta la magnitud de la fuerza que se les opone? ¿Responde a razones tácticas para manejar dotaciones variables y móviles? ¿Pretende aventar eventuales quejas por falta de proporcionalidad, entre éstas e incluso otras jurisdicciones?

Tampoco está claro cómo impactará en la estructura judicial federal el esperable incremento del flujo de actividad. La insuficiencia de juzgados federales y de fiscalías -sumando el hecho de que las disponibles ni siquiera cuentan con titulares efectivos- podría suponer un cuello de botella que dificulte el propósito persuasivo y disuasivo del accionar de las agencias estatales. Máxime cuando la sobrecarga ya es más que un mal pronóstico: según el fiscal que -como subrogante- tiene a su cargo los dos juzgados federales en Santa Fe, hay un cúmulo de 1.800 causas (aunque su antecesor en el cargo, en un desacople de dimensiones inexplicables, habla de muchas menos).

La inseguridad suele medirse en términos estadísticos, y también de “sensaciones”, basadas en la percepción colectiva y alimentadas por aquéllos mismos datos y, necesariamente, por el reflejo de la sucesión de episodios en los medios de comunicación. Cómo se conjugarán éstos factores en la nueva etapa es algo que se verá con el tiempo. Y si eso funciona, probablemente a nadie le preocupe salir a contar gendarmes.