llegan cartas

Mirarnos con otros ojos

MIRTA SATTLER

DNI. 14.529.877

Hay muchas líneas escritas sobre pobreza en estos últimos tiempos. Algunas me preocupan sobre todo cuando las escribe alguien que vivió, como me tocó en los primeros 15 años de mi vida en la pobreza extrema, sin luz, sin agua corriente y en una casilla de madera con piso de tierra. Decir que la pobreza de hoy es sinónimo de suciedad y no ver la prosperidad voluptuosa de algunos guetos contemporáneos, donde las sangre derramada en los barrios más pobres de las grandes ciudades sustentó las paredes de muchísimas fincas que se yerguen arrogantes junto a los palacios que erigió la cleptocorporatocracia es sinónimo de indigencia espiritual.

Conozco en profundidad lo bueno y lo malo de la pobreza. Muchas veces olíamos mal, porque sencillamente en casa apenas había para comer. Mi padre murió y debí comenzar a trabajar a los 7 años. Nunca paré desde allí. Tuve la gracia de tener una escuela pública con maestros ejemplares y aprendí la diversidad del trabajo digno. Nos ayudábamos mediante el trueque, en una comunidad pequeña donde todos éramos una gran familia.

Más allá de las cifras que hoy se publican, existe una pobreza instalada en las mentes que no entienden lo duro que es vivir sin pan, sin techo y sin mañana. En la ciudad de Santa Fe se escriben muchas líneas sobre animales maltratados; pocas entienden que si alguien maltrata es porque alguna vez fue maltratado y no adquirió la capacidad de entenderlo. Hay muchos animales que se maltratan en otros ámbitos con fines más elegantes tal vez, pero el resultado final muchas veces es la muerte lejos de su hábitat natural.

Santa Fe recuperará la cordialidad cuando aprenda a mirarse a los ojos con misericordia, según mi credo; empatía y discriminación positiva, según los especialistas en conductas humanas.

Alcanzaría con ponerle amor a cada gesto. Ver los ojos de un ser que sufre en una carita sucia con pelos desgreñados, ayudar como en muchos lugares a esa madre para que su realidad sea otra, reeducar y contener. También con planes, la niñez y la vejez deben tener dignidad. La vivienda social es una necesidad inminente que no necesita grandes inversiones y se puede lograr la construcción con la colaboración de futuros habitantes. No es cuestión de tanta plata, sino de ingenio y paciencia para acompañar los procesos.

Mucho se habla de la pobreza estructural, cultivada por políticos de todos los signos. Poco se habla de la indigencia existencial que lleva a no comprenderla.