Personal Fest Día 1

Reuniones cumbre 

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Richard Ashcroft brindó un show potente, coronado por la histórica “Bittersweet Simphony”, de The Verve.

Foto: Gentileza Personal

 

Ignacio Andrés Amarillo

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El Personal Fest volvió al capitalino predio de Geba con un par de desafíos. Uno, reinstalarse luego de la ausencia de 2015, y después de volver a Buenos Aires en versión veraniega, nacional y gratuita. El otro era reinventarse en el nuevo contexto, con un Lollapalooza afirmado y un resucitado Festival BUE. La apuesta fue entonces por una grilla nacional con presencias internacionales y un acento en el doble escenario principal, con muchos shows cortos pero intensos; y un solo espacio alternativo (Personal Play) enfocado en un público más juvenil.

El loop de los escenarios Personal Fest y Huawei abrió con Dylan Kifky Experimento Negro (embajadores santafesinos liderados por Rodrigo “Negro”González), Walter Domínguez (el periodista de rock devenido en solista) y LeMans. Ese impulso celebrado por los tempraneros se consolidó con las actuaciones de Fémina y los veteranos de Vetamadre, que sacudieron la modorra de la tarde con el imperecedero “No me ves”, “Para vos” y una versión de “Could you be love” de Bob Marley.

Compleja energía

Octafonic trajo la fuerza de su vivo, con Nico Sorín como frontman secundado por la escena del guitar hero Hernán Rupolo, Mariano Bonadio (el “Tanito” vivaz) y el celebrado Cirilo Fernández (en una formación que los devolvió al octeto). “Monster”, “Plastic”, “God”, “Minibuda”, “Sativa”, “What?” y “Wheels” fueron las elaboradas patadas sonoras que tiraron a la tarde.

Vaquero eléctrico

Ahí vino el turno de Richard Coleman, al frente de El Trans-Siberian Express, la valvular y groovera agrupación que lo acompaña. Salió como un cowboy metalizado, con la intensidad de “Fuego”, “Turbio Elixir” y “Corre la voz”, pero ganó aplausos con “la balada romántica” “Hamacándote”. Después de “Como la música lenta” tocó “Uno entre mil” de Cerati y “una que tocábamos con Gustavo”: “Enjaulados”.

A bailar

En la media tarde, Breackbot fue la primera presencia foránea: la propuesta del DJ y productor francés Thibaut Berland (silencioso, de traje crema frente a sus teclados y consola) llegó en formato orgánico (guitarra, bajo, batería y voces masculina y femenina). El resultado fue un disco soul bailable y entrador, digno de otros atardeceres de este encuentro.

Las canciones: “Break of Dawn”, “Fantasy”, “Baby Pnau”, “One Out of Two”, “Shades of black”, “Penelope Pitstop”, “My toy”, “Too son”, “By your side”, “Get lost”, “Extraball Medley”, “All it takes” y “Baby, I’m yours”. Un “muchas gracias” le bastó a Berland para despedirse de seguidores y flamantes descubridores.

Cancioneros

Meteoros hizo gala de su canción pop, en su segundo festival grande después del Lolla de este año. Ale Sergi, Cachorro López y Didi Gutman volvieron a convocar a Rosario Ortega (Julieta Venegas fue la voz femenina original), que se afianza en el puesto. Después de “Invisible” llegó el hit “Decirnos la verdad”, seguido de “No me acuerdo”, “Desconfìo”, “Contradicción” y “Esclavos”.

Después anunciaron una de “alguien que cumple años mañana” (por hoy): era “Símbolo de paz”, de Charly García (el “jefe” de Rosarito; que ya que estamos era un aluvión de inocente sensualidad, enfundada en una musculosa amarilla muy reveladora). Después fue el turno de “No hay tiempo”, “Lunes por la madrugada” (Cachorro estuvo ahí, Junto a Miguel Abuelo, allá lejos y hace tiempo) y un bis de “Decirnos la verdad”.

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Andrés Calamaro apoyó su consagrado repertorio en potentes visuales, al margen de la sorpresa: una mini-reunión de Los Abuelos de la Nada.

Foto: Gentileza Personal

Alternativos

Los británicos de The Magic Numbers salieron a mostrar su repertorio indie cancionero, agradeciendo a la gente que se acercó a verlos: ya pudieron ostentar un público propio, que se sabía las canciones. El proyecto familiar de Romeo Stodart (guitarra y voz), Michele Stodart (bajo y coros), Angela Gannon (teclados, melódica, percusión y coros) y Sean Gannon (batería) funciona en buena medida en la forma que las chicas secundan al cantante masculino, tanto en las voces como en la presencia (especialmente de Michele).

Así pasaron “This is a song”, “Forever Lost”, “You know”, “Love’s a game”, “I see you, you see me”, “The Pulse”, “Shotgun wedding”, “Shot in the dark”, “Though I wasn’t ready”, “Love me like you” y “Mornings Eleven”.

Variantes estéticas

Para esa hora ya estaba oscuro, y el ambiente se empezó a llenar para ver al frenético Jaie Cullum, más que un pianista y cantante (toca otros teclados y percusión) al frente de una banda igual de polifacética, que le aporta una amplia gama de matices: vientos y percusiones, teclas y guitarras, sobre la base de bajo o contrabajo y batería.

El artista de la cara de niño es promocionado como un músico de jazz (suele versionar standards y clásicos) pero en realidad se mueve entre el Groove y el soul, con una voz que va del falsete pop al neocrooner a lo Bublé, pasando por el beatbox del hip hop.

Rule, Brittania

Flaco, desgarbado, rapado y con anteojos oscuros: así salió el ex The Verve con “Out of my body”, para coronarse como uno de los headliners de la jornada. Cruzando guitarras acústicas y eléctricas (y respaldados por teclados y cuerdas en pista) el solista y la banda cristalizaron una propuesta que se asienta en las verdades del brit rock. “Veinte años tomó”, dijo en referencia a la esmera, con una voz profunda, personal, el corazón de su apuesta estética.

“Sonnet”, Break the night”, “This is how it feels”, la festejada “Music is power”, “Space & Time” y “Science of silence” precedieron a la intensidad de “Song for the lovers”. Después pasaron “Lucky man”, “The drugs don’t work”, otra levantada con “Hold on” (ahí empezó una pataleta porque el monitoreo no era de su agrado) y el final con la mítica “Bittersweet Simphony” (que ya canta diferente que en sus años mozos), yéndose antes de que termine.

Emociones en canciones

Andrés Calamaro salió bastante parco, un poco achacado por el frío de esta rara primavera (con bufanda incluida, pero apoyado en potentes visuales para cada canción). Sin aviso arrancó con “Alta suciedad”, “El día de la mujer mundial” (primero de los vistosos solos de Baltasar Comotto, el también habitual compañero del Indio Solari), “Cuando no estás” y la melancólica “Crímenes perfectos”: si hay algo que no le faltan a “Andrelo” son canciones, muchas de las cuales están grabadas en el inconsciente colectivo.

La artillería cancionística siguió con “Rehenes” y “Algún lugar”, tras lo cual apareció un tímido “Buenas noches, Buenos Aires, muchas gracias”, antes de una versión de “Tuyo siempre”, un enganchado de “La parte de adelante” y “Loco”, y otro cruce entre “Siete segundos” y “El día que me quieras” de Gardel y Le Pera, en tiempo de bolero.

Ahí volvió a colgarse la guitarra. “Muchos o pocos años atrás Miguel Abuelo nos reunió como los Abuelos de la Nada”, expresó. “Hoy nos vamos a juntar los que estamos y brindar a los amigos ausentes las siguientes canciones”. Ahí entraron Cachorro López (que se quedó desde su propio show), Gustavo Bazterrica y Daniel Melingo. Juntos encararon una relectura de “No te enamores nunca de aquel marinero bengalí” y “Costumbres argentinas”: verlos compartir los coros fue bastante impactante, y cuando se fueron la gente pidió “una más y no jodemos más”... en medio del recital.

Ahí la cosa volvió a la normalidad, de la mano de la banda estable conformada por Mariano Domínguez en bajo, Sergio Verdinelli en batería, Germán Wiedemer en teclados, Julián Kanevsky en guitarra, más Comotto. Juntos arremetieron el tramo final “para arriba” con “Carnaval de Brasil”, “Output”, “El salmón”, “A los ojos”, “Sin documentos”, “Los chicos” y “Flaca”.

Ahí vino la primera despedida, pero había margen para un poco más: como a pedido de algunas fans de primera fila, llegó una despedida más sutil, con una versión mid tempo de “Estadio azteca”, menos española, y una lenta “Paloma”. Ése sí fue el adiós del Calamar que es Salmón con su ciudad... al menos por un tiempo.