De domingo a domingo

Bondades y trampas de las mesas redondas

Hugo Grimaldi

DyN

La escenografía no falló. La democrática y recién construida mesa redonda de varios metros de diámetro que se instaló en el Museo del Bicentenario detrás de la Casa Rosada fue la estrella de la puesta en marcha del diálogo tripartito “para la Producción y el Trabajo” que llegó bendecido por el Papa Francisco.

Alrededor de ella, 26 funcionarios del gobierno, empresarios y sindicalistas se “miraron las caras”, tal como lo explicó Mauricio Macri desde lo simbólico el jueves pasado frente a los empresarios del “círculo rojo” nucleados en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), antes de propinarles una filípica.

Sin embargo, el “todos pares” que representa la simbología de un espacio de raíces cuasi-mágicas, que desde lo teórico debería unificar a partir de la concentración de todos los pareceres en el punto central del círculo, no logró oscurecer un aspecto que el presidente no quería resignar: la potestad constitucional que le acuerda ser, voto popular mediante, quien comande las cosas durante cuatro años.

Tras diez meses y medio casi de ejercicio, el gobierno de Cambiemos no debería temer mostrarse débil en este aspecto. Junto al test educativo y a la marcha nacional contra la violencia de género, la mesa redonda y esa intervención presidencial completaron el podio de los temas que fueron centrales durante la semana que pasó. Y como en materia de diálogo fue el gobierno quien se llevó las palmas y superó una prueba de carácter, en las dos primeras cuestiones el ruido lo metieron los kirchneristas más furiosos.

Ruido K

En el caso educativo, lo hicieron boicoteando brutalmente la evaluación que debería permitir que el año próximo los directores de los colegios sepan adónde apuntar a la hora de mejorar la calidad educativa. Y sucedió con padres desinformados y con alumnos indignados quienes, insultos mediante y casi sin argumentos, demostraron ser fruto de una grieta que se resiste a morir.

También el kirchnerismo buscó apropiarse ideológicamente de la manifestación del miércoles pasado, siguiendo un extraño discurso de victimización de Cristina Fernández sobre el aumento de crímenes contra las mujeres a partir de su asunción, tal como sucedió con los hechos raciales en los Estados Unidos “cuando Barack Obama fue electo presidente”. Evidentemente, CFK está preocupada por su futuro y quiere convencer de que todas las causas en las que se la investiga o son políticas o representan persecución por su género.

En cuanto al actual oficialismo, que definió que seguirá siendo gradualista, hoy se lo observa moverse en cuatro planos bien definidos: en lo que se ve, con aciertos y tropiezos de todo calibre; en lo que no se ve tanto, como los sutiles retoques de instrumentos que se van haciendo para empujar un cambio de cultura; algo desorientado en medio de la realidad que acosa a la sociedad con muchos males de larga data y otros más, frutos de estos meses y a partir del minué que danza el gobierno con todos los demás actores de la política, poniéndose de a poco en forma y moviendo con bastante habilidad las piezas, mientras Macri mejora día a día en sus propios aspectos comunicacionales.

Mesa sin cabecera

Desde la picardía política también podría pensarse que una mesa sin cabecera diluye las responsabilidades y que le da la chance al gobierno, como ocurrió, de disimular cómo consiguió imponer el libreto oficial. La verdad es que, más allá de la fecundidad de todo diálogo, los gobiernos están donde están para tomar decisiones y tener la última palabra, sobre todo en cuestiones operativas que hacen a la coyuntura.

Este último punto marca la objeción central que hay que hacerle a esta primera mesa dedicada a la Cultura del Encuentro, por más redonda que sea. Los protagonistas se quedaron enredados demasiado en el día a día, antes que en el abordaje de aspectos más profundos que hacen a la realidad social de la Argentina: la inflación, el empleo, la inseguridad, el narcotráfico, la educación, etc. los más mencionados por el Papa.

En esta primera reunión quedó bien claro cómo las autoridades hicieron un manejo bien fino de la situación y, sobre todo, cómo se salieron con la suya. Como testimonio quedó un Acuerdo más bien pobre en el que el gobierno marcó la cancha, ya que el Acta utilizó sus cuatro carillas y algo más sólo en nombrar a los presentes, en agradecer a la Conferencia Episcopal sus bendiciones, en hacer suyos los lineamientos del Plan Productivo Nacional del propio gobierno como “agenda de trabajo” y en fijar como “referencia/base” los 2 mil pesos del bono para fin de año, a negociar “por sector”.

El número propuesto incluye obviamente al sector público y en este plano, ya el gobierno nacional parece que ha definido un camino, a partir de la exclusión del personal jerárquico del Estado, y hay lío en puerta. Pero no hay que olvidar que las provincias y los municipios también tienen grandes dotaciones de personal a quienes se debería compensar y que la situación fiscal de la mayoría no es para nada holgada. Entonces, es más que probable que esta historia se dirima con la aprobación del Presupuesto, ya que los votos de los senadores peronistas, sobre todo, responden directamente a los gobernadores.

Mirando a 2017

También hubo en el texto algunas bajadas de línea del gobierno que no habría que olvidar porque van a traer mucha cola en poco tiempo, ya que ha sido avalado por todos, sindicalistas de la CGT incluidos. Por ejemplo, en el párrafo que resuelve la cuestión del bono extraordinario, el acuerdo expresa textualmente que “servirá como compensación de la evolución salarial, respecto de la inflación durante el año 2016”. En buen romance esto quiere decir que lo que se busca es ponerle un punto final al esquema de tomar como referencia la inflación pasada. La idea del gobierno es que cuando terminen las difíciles negociaciones que ahora se van a encarar, ya que una suma fija para “compensar” al ser por única vez en algunos casos podría ser desmesurada para cubrir el bache y tornarse impagable para muchas empresas (ni qué decir las pyme), la mira sea empezar de cero en 2017, al año al que el gobierno ha corrido el arco del crecimiento, tras un lustro de recesión. Entonces, con esta fórmula que quedó escrita y firmada y como nadie debería esgrimir que los salarios han perdido frente a los precios, el gobierno podría sacar pecho e instar a negociaciones “para adelante”, con ajustes salariales que se ubiquen alrededor de 17 por ciento, como la pauta oficial.

Al menos, la CGT debería acatar y el problema se armará con los gremios que colisionan con la actual conducción tripartita y con los que están afuera, las dos CTA y los nucleamientos de base que se oponen a las actuales cúpulas gremiales.

En cuanto a las mesas de negociación, aquella aprensión por no mostrar debilidad y por no ceder espacios no fue el único motivo por el cual el mismísimo Macri no quería saber nada con ellas hasta hace poco tiempo nomás, hasta que a fuerza de gestos, charlas privadas y discursos públicos el Papa lo fue llevando a propiciarlas. Todos saben que los intentos históricos de estos engendros corporativos no se sostienen en el tiempo y que los empresarios los avalan para sacar ventajas derivadas de la protección que piden los sindicatos y todo a costa de los precios que terminan pagando los consumidores.

Al respecto, lo más probable es que las consecuencias económicas del acuerdo político que se suscribió el martes con bombos y platillos para cerrar el año con cierta “paz social” terminen siendo el traslado a precios del costo del bono de parte de los privados y también un mayor déficit fiscal de parte del sector público, al que habrá que sumarle la merma de ingresos que tendrá el Tesoro por el rubro Ganancias, tema en el que los gobernadores harán escuchar también su voz ya que deberían sacrificar más fondos, por lo cual la evaluación de la efectividad del instrumento hay que dejarla entre paréntesis.