Tribuna política

Macri y el juego perverso de las antinomias

Jorge Henn (*)

Una vez más, el presidente de la Nación se mostró a cara lavada en una entrevista que le dio al diario Clarín y no dejó dudas: su única preocupación en la agenda son las elecciones de 2017. Lo demás, sólo lo preocupa si está relacionado con ese objetivo.

Y algo más: para eso, no disimula que necesitará del kirchnerismo. La fórmula será la misma que lo llevó a la presidencia: “Somos nosotros o el abismo K”, como si en el medio no existiese nada distinto, ninguna alternativa que pudiera darle al Congreso Nacional un mayor y mejor equilibrio.

A días de cumplir un año en la gestión, el gobierno de Cambiemos no ha modificado positivamente ninguna de las variables de la economía. No sólo se ha mostrado improvisado en el control de la inflación, sino que -dicho por todas las mediciones públicas y privadas- la ha aumentado, con una política que se parece mucho a la inacción.

En un año, la mayoría de los argentinos ha visto devaluados sus ingresos, y salvo las decisiones que favorecieron a los grandes grupos económicos, todas las promesas de campaña se licuaron en una nube de excusas que pusieron a los trabajadores argentinos en una situación peor de la que estaban al momento de su asunción.

Y lejos de cambiar las prácticas perversas que instaló el kirchnerismo, las profundizó premiando a las gestiones provinciales que se disciplinan en el Congreso, en especial a las hiperkirchneristas del norte argentino. Hoy, el Congreso es eso: “Dame tus votos, que yo te doy más plata”, y de esa forma disciplina, mientras que castiga a quienes se oponen, como la provincia de Santa Fe, con la que todavía no canceló su deuda judicial.

Proponen una modificación al sistema electoral que se ha demostrado vulnerable, y que no deja instancia para la revisión: el voto electrónico, sin copia de papel se convierte en una clara posibilidad de fraude, lo que habla de la escasa importancia que tiene la calidad institucional en las prioridades del macrismo.

Las fronteras siguen a merced del narcotráfico, la violencia social sigue en el mismo lugar y los problemas sociales se profundizan. Sólo alcanza con recorrer algunas cuadras para comprender cuánta gente ha sido lanzada a la calle a reclamar limosnas, como modo de sobrevivir.

Y entonces Cambiemos, dice que es esto o el kirchnerismo, como si fueran formas diferentes de ejercer el poder. Como si ninguna de las fuerzas que no estamos en alguno de los dos bandos, no tuviéramos ningún derecho a representar a los sectores argentinos que, ni han comulgado con el kirchnerismo, ni comparten las políticas de ajuste que está aplicando la gestión de Macri.

A Mauricio Macri efectivamente le resulta funcional que Cristina Kirchner permanezca en libertad, y que sea ella el espejo en el que deban reflejarse los opositores a su gestión. Le funciona a pleno la polarización, porque a casi un año de haber asumido, sigue siendo el miedo al retorno K su principal fortaleza.

Los radicales que no acompañamos a Cambiemos, los socialistas, y todos los partidos y organizaciones sociales que no aceptamos esta bipolaridad, que rechazamos la corrupción estructural del kirchnerismo, y que no aceptamos el retorno a los 90, con este neoliberalismo “amable” que gestiona el país, tenemos que reaccionar y trabajar para romper la perversidad instalada.

No sólo es Macri o Cristina. También está el modelo de la provincia de Santa Fe, atacada sistemáticamente por ambas gestiones (la macrista y la kirchnerista), porque refleja una manera distinta de gestionar, sin corrupción, y con la mejor administración que haya tenido un Estado provincial en décadas: no en vano Santa Fe no necesita dinero para pagar los salarios, tiene la mejor calificación internacional crediticia, no tiene denuncias por corrupción y además profundiza políticas sociales que incluyen los mayores presupuestos en educación, salud pública y desarrollo social de todo el país.

¿Por qué se esconde ese modelo? Sencillamente, porque no resulta funcional al esquema de poder que ofrece hoy al país la gestión de Cambiemos.

Es nuestra responsabilidad romper el cerco instalado y explicarle a los argentinos que hay una alternativa a Frankestein o Drácula. Que podemos salir de esa dualidad y que serán, precisamente, las próximas elecciones legislativas de 2017, la gran oportunidad para dar el primer paso.

Somos una multitud atrapada entre dos fuegos que dicen ser opuestos, pero que claramente representan lo mismo: un desprecio profundo por la institucionalidad. Somos nosotros los que tenemos la obligación de romper esa trampa, y avanzar por fin hacia la recuperación de una identidad que tiene espejos en Raúl Alfonsín, en Arturo Illia, en Estevez Boero, y en muchos hombres y mujeres que están demandando que ocupemos ese lugar.

De nosotros depende.

(*) diputado provincial