Tribuna de opinión

Economía en negro

Por Juan José Sagardía

Cuando se hace un análisis sobre la carga impositiva en nuestro país, rápidamente se concluye que es muy gravosa para quien debe cumplir con todas las obligaciones nacionales, provinciales y municipales, y se torna difícil su ejecución.

Normalmente, la intención de los Estados es de no reducir la carga impositiva porque su abultada estructura de administración de gobierno, requiere más y más aportes.

Las autoridades gubernamentales, por la suma de la burocracia que supone, no pueden determinar la cantidad de transacciones económicas que se realizan, desde los municipios, las provincias y la nación, en toda la cadena industrial, comercial, mayorista y minorista.

La Afip, que es el ente recaudador nacional, y las dependencias tributarias tanto provinciales como municipales, deberían trabajar conjuntamente para determinar la verdadera actividad de compra y venta de la producción primaria, de la industria, de los comercios, de los profesionales, de los monotributistas y así precisar quiénes trabajan en blanco y quienes, en negro.

Cualquier ciudadano puede ver a su alrededor la cantidad de transacciones que se realizan en “negro”. Los industriales, los comerciantes, los representantes laborales, cuando negocian con las autoridades gubernamentales, hablan de los problemas que afectan a cada actividad, pero de las operaciones en negro no dicen ni una palabra. Es como la corrupción, muchos saben que existe pero de eso no se habla.

Así no se soluciona la economía del país, negociamos con el Estado los impuestos y los que los tienen que pagar ceden porque los controles que reciben son exiguos, lo que les permite continuar con la corrupción de la comercialización en negro.

Trabajar en negro es un deporte en nuestro país; es no facturar todo lo que se comercializa y es tener asalariados con medios sueldos o totalmente sin declarar.

Comercializar en negro es mantener la alta imposición tributaria, que pagan unos pocos.

Si hacemos una ecuación económica nos da que: “A menos aportantes, mayores impuestos; a más aportantes, menores impuestos”.

La incapacidad de la burocracia en los tres niveles del Estado para establecer quienes operan en negro, hace que los contribuyentes honestos que cumplen con sus obligaciones tributarias, queden en desventaja para la competencia comercial.

Desde la política se pide inversión, producción y trabajo, ¿que garantía de ecuanimidad ofrecen?

Lamentablemente, opinamos sin tener estadísticas que podamos analizar, pero la realidad diaria nos demuestra que no estamos lejos de poder sostener que un cuarenta por ciento de la economía es en negro, lo que frena totalmente nuestro crecimiento y fomenta la desigualdad en el reparto de la riqueza.

Los que trabajan en negro son cada vez más ricos mientras que los que cumplen tienen cada vez más dificultades para mantener su capital y las fuentes de trabajo que generan.

El compromiso a asumir debería ser, para los que trabajan en negro: aportar y cumplir con los impuestos, y para los que administran los Estados: rebajar la presión impositiva.

Conclusión: economía en negro, subsidios, déficit fiscal, inflación, impresión de billetes, altos intereses en BCRA, producción sin créditos... ¡que atado de desgracias!

Criticar y proponer es fácil, pero es difícil su concreción, por ello expreso: “Que Dios y la Patria nos demanden”.

Comercializar en negro es mantener la alta imposición tributaria, que pagan unos pocos. Si hacemos una ecuación económica nos da que: “A menos aportantes, mayores impuestos; a más aportantes, menores impuestos”.