Sin justicia

La violación y muerte de María Florencia Morello

Tenía 21 años cuando fue asesinada, en octubre de 2005. Su cuerpo maltrecho, agonizante, fue hallado en el palier de un edificio de la zona céntrica de la ciudad. A más de diez años, no hay culpables por el crimen.

22-01-DIA38309.jpg

María Florencia era feliz ayudando a los demás. Tenía conocimientos de reiki y trabajaba en la recuperación de chicos con problemas de adicción.

 

Joaquín Fidalgo

[email protected]

Florencia Morello era una “chica de pueblo”. Linda, inquieta y solidaria. No le escapaba al trabajo. Todo lo contrario. En 2003, llegó sola desde el interior de la provincia a nuestra ciudad. Quería conseguir un empleo para sostenerse y estudiar una carrera universitaria. Dos años más tarde fue brutalmente atacada en la zona céntrica. Fue violada y asesinada a golpes. El autor del crimen logró permanecer impune.

“Floppy”, como la llamaban, nació el 19 de mayo de 1984 en Las Rosas (pequeña ciudad del sur de nuestra provincia). Unos años más tarde se mudó a Calchaquí (en el norte), junto a su hermano más chico y su madre, que formó una nueva familia y tuvo otros tres hijos más.

Era muy apegada a los suyos, pero igualmente a los 19 años -luego de finalizar los estudios secundarios- decidió venir a la capital provincial. Aquí, rápidamente fue contratada como moza en el bar Plataforma 24 de la Terminal de Ómnibus. Era eficiente y cordial, por lo que consiguió la estabilidad laboral.

Florencia era feliz ayudando a los demás. Incursionó en una técnica de sanación, una práctica espiritual novedosa por ese entonces: el reiki. Llegó a viajar a Buenos Aires para perfeccionarse.

Durante la inundación de 2003, la joven ayudó sin cesar en distintos centros de evacuados, asistiendo a las víctimas.

Luego, a través de amigos, conoció a personas que practicaban la dianética -una creencia vinculada a la cienciología (religión, culto o secta, según las distintas ópticas)- en la ciudad y se les unió. Entre otras cosas, se especializaban en recuperar jóvenes con problemas de drogadicción, con métodos propios. Florencia trabajaba muy contenta ayudando a adictos. Era muy feliz.

Inexplicable

Poco se sabe de cómo y dónde fue atacada por el o los asesinos, durante la calurosa madrugada del 1º de octubre de 2005.

Lo cierto es que, después de las 5 de ese sábado, Florencia salió de su casa, en la cuadra de calle Doctor Zavalla al 2800, en barrio Roma. Muchas veces tomaba un taxi hasta el bar de la Terminal, donde debía “fichar” a las 6. En esta oportunidad, la temperatura agradable la invitó a caminar. Probablemente, también pensó que era una buena oportunidad para “volantear” con panfletos referidos a la dianética. Nunca llegó a destino.

En algún punto del recorrido, uno o más hombres la atacaron. Tampoco está claro dónde.

Florencia fue hallada en el palier del frente de un edificio de calle Irigoyen Freyre al 3000, entre 4 de Enero y Urquiza. Estaba tendida en el piso, todavía con vida, pero al filo de la muerte. El joven que la encontró la confundió con un hombre, porque tenía el pelo corto. Su cuerpo evidenciaba la brutal agresión que había sufrido. Uno de sus ojos estaba totalmente destrozado, tenía un brazo roto y la pelvis fracturada. Había marcas de fuertes golpes prácticamente en todas sus partes. Llevaba puesta una camisa manchada con sangre que ya no tenía botones, porque habían sido arrancados. Le faltaba una zapatilla, que nunca se encontró. Florencia también había sido violada con saña. La joven agonizó varios días, hasta que finalmente falleció la triste madrugada del jueves 6 de octubre.

Sin avances

La investigación fue frenética por esos días, en manos de investigadores de la Sección Seguridad Personal de la Unidad Regional I. Se analizó el ADN del semen hallado en la víctima y se lo cotejó con gran cantidad de sospechosos, pero los resultados fueron negativos en todos los casos. Con el paso de los días, el caso se fue diluyendo, hasta perderse por completo en un cajón de algún escritorio.

“Todas las personas que la recuerdan, lo hacen con cariño. Era una excelente chica, una gran hija. Con sus hermanos era muy mimosa, malcriadora. ‘Floppy’ quería estudiar arquitectura, pero nunca pudo, porque se dedicó a trabajar y a ayudar a chicos con problemas de adicciones. Eso la entusiasmaba. Me contaba eufórica lo que hacía. Le gustaba pintar y por eso se metió en la Escuela de Arte y luego en una de modelaje. Era muy inquieta. También iba a nadar al Club Unión”, recuerda su madre, Blanca Cuatrin.

“Hay muchas cosas que no me cierran -agregó-. No creo que esa madrugada haya estado volanteando. Iba sola y nunca hacía eso. Igual, a su lado hallaron panfletos desparramados. Alguien me contó que muy cerca de allí escuchó gritos desgarradores dentro de una camioneta y llevé los datos al juez, pero nunca se avanzó en esa línea de investigación. Tengo desconfianza de todos lados. Me prometieron que no iban a cerrar el caso, pero nunca nadie más hizo nada. Todo quedó en la nada y ya me resigné. Nunca voy a saber quién mató a mi hija”.

22-02-DIA37741.jpg

La joven agonizaba cuando fue hallada en el frente de un edificio de calle Irigoyen Freyre al 3000, entre 4 de Enero y Urquiza. Foto: Archivo

Sospechoso

  • El 16 de abril de 2013 la policía detuvo en Helvecia a un hombre de 33 años, sobre quien recaían serias sospechas en el caso.

Este sujeto, que en el momento de ser arrestado era policía (puesto en disponibilidad, por haberle disparado a su esposa en Esperanza, en el año 2009), había sido paciente en el mismo sanatorio en el que trataron a María Florencia, los días en que la joven agonizó.

El joven llegó en ese entonces con un fuerte traumatismo en los testículos, por el que debió ser internado. Se mostraba particularmente interesado en el ataque a “Flor” y su estado de salud, y conocía llamativamente distintos detalles del caso. En 2012, quien había sido su compañero de pieza, ató cabos y llevó los datos a los investigadores.

La policía determinó entonces que el sospechoso había trabajado como personal de seguridad en la Terminal en la misma época que Florencia, por lo que muy probablemente la conocía.

Luego de unos meses, llegaron a arrestarlo. No obstante, el acusado finalmente fue dejado en libertad por falta de mérito. El examen de ADN ordenado por la Justicia dio negativo y la Justicia no tuvo mayores elementos en su contra.

Blanca Cuatrín, la mamá de “Floppy”, recuerda haber visto a este sujeto en el sanatorio. “Tenía una bolsa de hielo en las partes íntimas cuando lo crucé en un pasillo. Se enderezó al verme. Creo que quería hablarme, pero no lo hizo. Después me contaron que se rapó la cabeza estando internado. Todo muy sospechoso”, especuló la mujer.