Cuba, tras la muerte de Fidel

Negocios particulares en la isla comunista

Negocios particulares en la isla comunista

Ernesto, a bordo de su taxi, se muestra confiado en el progreso. Foto: Juan Manuel Berlanga

 

Juan Manuel Berlanga desde La Habana, Cuba)

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Ernesto maneja su Chevrolet modelo 53 por toda La Habana. Camiseta estampada de camuflaje militar, una pulsera en cada mano, cadena de oro con colgante de plata y unos lentes de sol de marco dorado. Además de español, habla inglés y francés fluido y asegura entenderse bastante bien con los rusos que se suben a su taxi.

Jorge es jubilado. Economista. Fue funcionario de la Revolución toda su vida. Desde su retiro decidió transformar su vida y su departamento. Los hijos ya no viven en casa y el espacio liberado decidió convertirlo en cuartos de renta para turistas.

Alexander es el “capitán” de un restaurante italiano con vista al malecón. Estudió hotelería y administración gastronómica. Trabajó durante años para uno de los hoteles estatales más lujosos de La Habana. Ahora, se encarga de que el negocio de su amigo tenga éxito, y por qué no, pueda crecer abriendo otras sucursales.

Los tres son parte de una nueva clase social en Cuba, gozan de los mismos beneficios que el resto del pueblo, pero a fuerza del riesgo empresarial perciben ingresos bastante más importantes que los que paga el Estado. Son la nueva clase media, con mayor capacidad de consumo, generadora y demandante de un mercado interno que va creciendo con el correr de los años que lleva Raúl Castro al frente de la Revolución.

Ernesto cuenta que paga algo más de cuatrocientos CUC’s por mes de impuestos (unos siete mil pesos argentinos). Los CUC’s son la moneda convertible en divisas que utilizan los extranjeros cuando visitan la isla y convive con los pesos cubanos en casi todos los rubros de intercambio. Un CUC equivale a un euro. Y el salario medio de los cubanos que paga el Estado no llega a los 20 CUC’s mensuales.

“No es fácil vivir con esos sueldos, por eso decidí tener mi propio taxi. Aquí la educación y la salud son muy buenas y gratuitas y el Estado nos garantiza una canasta de alimentos subsidiada, que si bien no alcanza para todo el mes es una ayuda muy importante. Pero bueno, uno quiere más, quiere comprar otras cosas, darse otros gustos... y acá estamos, en el taxi”. Ernesto cuenta su nueva vida con orgullo. Está convencido que la decisión de “permitir los emprendimientos particulares” está mejorando las cosas en la isla.

Más visibles

Raúl Castro legalizó la posibilidad del emprendimiento privado. Un ejemplo de esto es el de los “paladares” (restaurantes que funcionaban clandestinamente en viviendas particulares) ya lucen abiertos y con carteles que los promocionan en el frente de las casas. Pero la iniciativa no estatal se ha diseminado en diversos rubros.

“El gobierno te da tres meses para que puedas hacer el intento de que la cosa funcione, sin pagar ningún impuesto. Al cuarto mes tú decides, o sigues adelante o cambias de rubro”, continúa explicando Ernesto. “Por ejemplo, yo llevo mi carro a reparar en un taller que también es particular. Antes sólo había estatales y muchos especialistas han decidido dejar de ser empleados del gobierno y abrir sus propios negocios. Lo mismo ocurre con los artistas que dejan estos coches impecables y así poder atraer a más turistas a subirse al carro”. El Chevrolet de 1953 luce espléndido, como si hubiera salido de uno de esos programas de TV americanos que transforman la chatarra en maravillas con ruedas.

Mientras me lleva hasta el malecón, a un restaurant italiano, Ernesto me va señalando algunas fachadas de casas que lucen impecables y conviven con otras que el paso del tiempo y la falta de mantenimiento las ha desmejorado demasiado. “Antes, estaban todas igual de desmejoradas. Esto que ves es nuevo y es gracias a que cada vez más cubanos se están animando a tener sus emprendimientos, en su mayoría, relacionados con el turismo”.

El cartel dice “Lungo Mare, restaurante italiano”. “Aquí vas a comer bien y el precio es bastante accesible. Yo vengo aquí seguido con mi familia”, me dice Ernesto mientras busca monedas para darme el vuelto. No se equivocó. Tampoco con la recomendación de pedir “penne con albóndiga de carne y salsa de pomarola, gratinado al horno”. Los fideos eran abundantes y deliciosos, y ese plato más un refresco de limón, me terminó costando 8,50 CUC’s.

Después de terminar la cena frente al malecón, Alexander accedió a sentarse a mi mesa y conversar con el grabador prendido. “Hace seis meses que se abrió este restaurant. Es un negocio particular y yo soy empleado, soy el capitán (encargado general). Pertenezco a la generación que nació con la Revolución, tengo 42 años y una niña de cuatro. Tuve la posibilidad de formarme en esto en la universidad y de trabajar luego en un restaurante de un hotel del Estado muy importante. Tomar la decisión de trabajar aquí y dejar el empleo público tiene que ver con estos nuevos tiempos. Nos estamos animando a dar un paso adelante”.

“La Revolución nos ha dado cosas maravillosas. Como en casi ningún lugar del mundo tú puedes caminar por la calle, a cualquier horario en cualquier sitio y nunca tendrás un problema. La inseguridad es algo que nosotros no vivimos. Desde que naces hasta que mueres tienes acceso a una salud de alta calidad y la formación obligatoria es muy buena, e incluso luego puedes seguir estudiando y formándote toda la vida también de manera gratuita y la mayoría de nosotros lo hacemos, nos gusta aprender, nos gusta cultivarnos. El nivel de instrucción en Cuba es muy alto”. La charla con Alexander pasó por muchos temas. Hablamos de Fidel, del Che, del bloqueo, de la continuidad de la isla sin el Comandante e incluso de Messi y Maradona.

“Es difícil en un país con tantos años de bloqueo y con el asedio constante de los americanos, es complejo que se pueda crear un sistema económico que funcione como en el resto del mundo. Es por eso que tenemos algunas carencias, pero nuestra historia y nuestro presente nos hizo ser un pueblo muy unido. Es algo complejo de entender para quien no vive acá, pero la solidaridad entre nosotros es muy real y muy fuerte. Entre la familia o entre los amigos si a uno le va un poquito mejor, ayuda al que menos tiene, esto se lo puedes preguntar a cualquiera que te dirá lo mismo. O también ocurre que la mayoría tiene algún familiar o amigo que vive afuera y envía algunos dólares. Y el Estado garantiza lo elemental con la salud, la educación y la canasta básica muy subsidiada. No hay un solo niño en Cuba que tenga problemas de desnutrición, no existe eso aquí. Nunca vas a ver un niño en la calle, eso aquí no pasa”.

Cambio notable

En este medio año que trabaja en el sector privado, lleva ganado más dinero que lo que hubiera ganado en tres años de su antiguo empleo público. Los réditos le alcanzan para ayudar a su familia y ahorrar algún dinero, una experiencia que nunca antes había vivido. Al despedirnos, Alexander me contó que planifica primero mejorar el cuarto de su hija, pintarlo y comprarle una cama nueva. Y me pidió que le enviara como me fuera posible un saludo a Víctor Hugo Morales, a quien admira profundamente.

La caminata por el malecón me llevó de regreso a casa de Jorge y me permitió “bajar” la abundante porción de comida italiana que había comido. Por suerte, Jorge aún estaba despierto y miramos un rato televisión juntos. Los restos de Fidel hacían el trayecto hacia Santiago de Cuba y la tele seguía la caravana. A cada rato, los ojos de Jorge se llenaban de lágrimas y contagiaban a los míos.

“¿Nos tomamos un café cortito en el balcón?”, me preguntó al finalizar el noticiero de la televisión pública. Acepté la invitación y aproveché para preguntarle un poco más sobre esta nueva realidad económica que viven los cubanos. “Después de la visita de Obama, automáticamente se le agregó un cero a la cantidad de dólares que pueden enviar los familiares cubanos que viven en Estados Unidos. Antes podían enviar 600 dólares al año y después de esta visita ese número se convirtió en 6.000. Eso le dio la posibilidad a muchos de animarse a poner su propio negocio”, comenzó explicándome mientras preparaba el café.

“En todo lo relacionado al turismo, aquí la demanda es más grande que la respuesta que hemos podido darle hasta ahora, con lo cual, si se administra bien cualquier servicio relacionado al turismo, funciona. Es una gran oportunidad para hacer negocios hoy en Cuba”. Su formación como economista y su experiencia de años de haber manejado los fondos del Ministerio de Salud le permiten una capacidad de análisis distinta del ciudadano medio. Charlamos de los grandes emprendimientos que se llevan adelante con capitales extranjeros, del nuevo puerto internacional y del manejo de la macro economía cubana, datos que servirán de mucho para otro artículo. Pero también conversamos sobre cómo transformó su propia casa en un hotel atendido por sus propios dueños.

Jorge vive en calle primera, en uno de los pisos más alto de un viejo edificio y todos sus cuartos tienen vista al mar. El mío, además, tiene un ventanal desde donde también puede verse la Plaza de la Revolución. “Primero, acondicioné el living, la cocina y la habitación de mi hijo mayor, que se casó con una venezolana y se fue a vivir con ella. Con lo que me fue dejando esa renta fui haciendo el resto”. Hoy, su departamento tiene tres habitaciones con cama matrimonial y la posibilidad de agregarle una cama para algún niño. “Tengo los tres rentados prácticamente todo el año”.

Cuarenta CUC’s por día es lo que cobra por el alquiler de cada cuarto. Al igual que Ernesto y el restaurante italiano en el que trabaja Alexander, Jorge paga una tasa de impuestos fija y mediante una declaración jurada, va pagando al Estado con relación al movimiento mensual de su petit hotel familiar. Los tres forman parte de esta nueva clase social de la isla, que demanda y consume, Y que invita a pensar en pequeños emprendimientos en un país en el que el principal ingreso proviene de un turismo con demanda por satisfacer.