ESPACIO PARA EL PSICOANÁLISIS

El psicoanálisis no es la autoayuda

Por Luciano Lutereau (*)

Muchas veces, quienes consultan a un analista afirman cosas del estilo “No puedo arrancar”, “Pierdo el tiempo” y otras frases que exponen el costo que tienen las inhibiciones en la vida cotidiana. Es que éste es un rasgo propio de las neurosis, me refiero a que el deseo se encuentre despulsionalizado. Este aspecto se comprueba en el discurso ordinario con quejas relativas a la falta de “fuerza”, “motivación”, etc.

La manera infructuosa en que los pacientes suelen tratar de resolver estas inhibiciones es por la vía de discursos enfáticos que sostienen que “hay que ponerse las pilas”, “querer es poder” y otras sandeces que, muchas veces, han sido recogidas por los manuales de autoayuda. Que esta orientación es inconducente se manifiesta en el modo en que los consejos que apelan a la voluntad han pasado, en los últimos años, a una consolación que ronda la resignación: “Si sucede, conviene”.

En este punto, la respuesta del psicoanálisis es diversa. En primer lugar, lo que se advierte de manera llamativa en esta posición quejosa es la necesidad de recurrir a una instancia exterior para poder actuar. “Soy hijo del rigor”, dicen algunas personas, que sólo pueden empezar a actuar cuando entran en un tiempo de descuento. Y sin duda es un gran sufrimiento llegar siempre “raspando” o cuando una pérdida es inminente.

En segundo lugar, es notorio que por esta vía el acto quede reducido a un fin exterior, es decir, lo que se hace debe estar subordinado a una finalidad que aparece como un motivo o una justificación. No obstante, los motivos siempre vienen por añadidura, es decir, cuando es preciso asegurar una decisión, por eso nunca nadie logrará actuar en función de conveniencias. De esto, suelen quejarse muchos pacientes, que aunque saben que sería bueno hacer tal cosa u otra... aun así no pueden.

En tercer lugar, esta reducción del acto a un fin exterior expone el núcleo del problema: que nuestros pacientes no pueden actuar por deseo o, mejor dicho, que el deseo no es causa suficiente del acto. En este punto, es que muchas veces nos encontramos con posiciones sintomáticas que es preciso analizar. Por ejemplo, la culpa que eventualmente (y no tanto) produce el deseo. ¿Por qué otro motivo habría que justificar el acto, o tener motivos, sino fuera por la actitud culposa con que se siente que actuar por deseo es algo prohibido?

De acuerdo con esta orientación, la perspectiva del psicoanálisis es diferente a la de aquellas propuestas terapéuticas que buscan incentivar la acción a través de metas o estímulos. Ni recompensas ni castigos propone el psicoanálisis, porque es sabido que eso no conduce sino a más frustraciones e inhibiciones. En todo caso, un análisis empieza cuando alguien acepta el desafío de pensar por qué necesita vivir con un deseo debilitado, y la causa de que su relación con el deber le imponga vivir en el sacrificio. En este sentido, la autoayuda sólo puede dar consejos tan generales como leves, mientras el psicoanálisis apunta al lazo singular que cada uno tiene con su forma de desear.

(*) Doctor en Filosofía y Magíster en Psicoanálisis (UBA). Docente e investigador de la misma Universidad. Autor de los libros: “Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante” y “Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina”.

La manera infructuosa en que los pacientes suelen tratar de resolver estas inhibiciones es por la vía de discursos enfáticos que sostienen que “hay que ponerse las pilas”, “querer es poder” y otras sandeces que, muchas veces, han sido recogidas por los manuales de autoayuda.

Ni recompensas ni castigos propone el psicoanálisis, porque es sabido que eso no conduce sino a más frustraciones e inhibiciones.