Las inundaciones fueron letales

Estirpe tambera que duró un siglo

  • Fueron tres años consecutivos de temporales sin tregua, que desencadenaron el peor de los finales: liquidar el tambo. La quinta generación estaba al frente del establecimiento lechero y no pudo sostenerlo. El clima, la falta de políticas y de obras fueron un puñal directo al corazón de la actividad.
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Fundador. El tatarabuelo Francisco Pairetti se embarcó de niño desde el Piamonte para hacer la América en Argentina y montó el establecimiento, donde se lo ve posando para la foto. Foto: Gentileza Mariano Pairetti

 

Rodrigo Pretto

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Especial para Campolitoral

Es una entre las tantas tristes historias que golpea al sector agropecuario. Fueron 100 años de actividad y cinco generaciones que se pusieron al hombro la explotación tambera. El establecimiento tiene al frente, actualmente, a Mariano Pairetti. Ubicado sobre la Ruta 13 entre las localidades de María Juana y Eustolia hoy termina una historia de un fuerte arraigo familiar. Las inundaciones de los últimos años lo pusieron en jaque y el temporal que tiene a toda una región bajo agua fue el golpe de knock out.

La dura situación que atraviesa el sector tambero es un ingrediente más en la fatídica novela. Un informe difundido a principios de enero por el Observatorio de la Cadena Láctea (OCLa) arroja un número contundente. A lo largo de 2016 y sobre un total de 11.500 establecimientos lecheros que existían al comienzo del año pasado, 460 ya se encuentran con candados definitivos en sus tranqueras. Y de ese total, la mayoría pertenece a las provincias de Santa Fe y Córdoba, los territorios que concentran el mayor número de tambos en Argentina.

Las inundaciones atravesadas a lo largo de los últimos tres años, sumado a la baja rentabilidad del negocio, hace casi insostenible la actividad. El reclamo de productores para que se eleve el precio por litro de leche que reciben no tuvo demasiado impacto en las altas esferas políticas. De hecho, personas vinculadas al agro sostienen que el sector trabaja a pérdida, pero todos tratan de compensar las pérdidas con las ganancias que genera la agricultura. Así van abandonando definitivamente la actividad lechera, y volver al ruedo se hace prácticamente imposible. Algunos ya quedaron en el camino, otros están en pleno proceso y, los que tienen mayor espalda económica, hacen malabares para sobrevivir.

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Desde la cuna. Juan, el bisabuelo de Mariano, en una foto familiar cuando niño sobre una parva de heno.

Foto: Gentileza Mariano Pairetti

Dijeron basta

El caso de Mariano Pairetti, ingeniero agrónomo y productor tambero, hizo eco en cada rincón de la provincia y es un claro reflejo de la situación que atraviesa el sector. Hacia el 1900 su tatarabuelo inició una actividad que se fue metiendo en las venas de la familia y terminó constituyendo una tradición generacional. El tambo, ubicado a la vera de la ruta 13 entre las localidades de María Juana y Eustolia, en el departamento Castellanos, bajó las persianas y observa cómo los factores climáticos y la falta de políticas terminaron diluyendo un negocio centenario. “En ese lugar nació el creador del establecimiento y se crió mi abuelo. Después se trasladaron a María Juana pero la producción continuó con mi papá y ahora estaba yo al frente”, lamentó el productor.

Pairetti venía pensando desde hace unos años la decisión de ponerle punto final a la actividad. La baja rentabilidad del negocio y la falta de políticas para traccionar el sector fueron factores determinantes que, sumado a los temporales de los últimos tres años, se convirtieron en un combo letal para el centenario establecimiento lechero.

“En 2015 tuvimos, en enero, la primera inundación. Aquella vez no fue muy grande y nos pudimos recuperar rápidamente. El año pasado, en febrero, cayeron 220 milímetros y fue una de las peores que atravesamos. Perdimos todas las reservas, pero logramos hacer alfalfa para alimentar a los animales. Fue un golpe grande porque en abril de ese mismo 2016, con las lloviznas incesantes a lo largo de un mes, el desastre fue tremendo. Tuvimos que dejar sin trabajo a dos empleados, el tambero se cansó de la situación de vivir en el agua y se fue; y además llegamos a un pico mínimo de ordeñe de 600 litros por día, cuando el tambo hacía 3000. No quisimos bajar los brazos y apostamos un año más con un plantel reducido, con un tambero nuevo. Pensando que el 2017 iba a ser un año neutro-Niña y que las lluvias serían más estacionales y de menor cantidad. Pero el problema comenzó en navidad y aún persiste”.

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De esa forma relató el productor la cruda realidad que empujó al cierre del establecimiento. Pairetti contaba con un plantel de 125 vacas en ordeñe y el promedio diario de producción era de 2000 litros. “Era algo relativamente bajo, pero nos veníamos recuperando de los 600 litros de abril de 2016”, señaló. “En este momento opté por cerrar. Me agarró justo cuando tenía que decidir si hacer reserva de maíces o apostar a nuevas pasturas de alfalfa. Comencé a hacer números y era imposible sostener el tambo”, sostuvo con profunda desazón.

El ingeniero agrónomo calificó a este último temporal como el “peor de los desastres”. Es que las 200 hectáreas que tenía afectadas directamente al tambo quedaron inundadas con medio metro de agua. Y precisamente el sector con más inconvenientes es donde se encuentra el casco que concentra la explotación de la actividad, además de la casa para peones rurales.

Lo que se venía masticando en el seno familiar terminó siendo la crónica de una muerte anunciada. El fin de la actividad tambera para los Pairetti es una de las tantas historias que se replican y duelen en la zona lechera más grande de Sudamérica. “Cuando alguien cierra un establecimiento como el nuestro, lamentablemente es muy difícil volver a abrirlo. Se deshace del capital animal y no se puede volver. La decisión está tomada y no hay vuelta atrás. Habría que hacer una inversión muy grande y la situación no está en condiciones como para arriesgar tanto”, sostuvo conmovido.

Y definitivamente este será el fin de una tradicional historia de lechería en Colonia Eustolia. Es que este era el único establecimiento familiar, con lo cual el negocio pasará a formar parte de una rica historia con un triste desenlace. “Acá se corta un ciclo de 100 años”, señaló Pairetti, todavía sacudido por la situación.

Al frigorífico

Los altos niveles de lluvias caídos fue un fuerte cachetazo a los cultivos. Pero no sólo dejó pérdidas totales en las superficies sembradas con maíz y alfalfa, sino que también fue un puñal directo al corazón ganadero. Es que el productor debió desprenderse de 50 vacas automáticamente y, a partir de ahora, comienza la cuenta regresiva. El tambero que trabaja en el establecimiento cuenta con contrato hasta el 31 de enero y por estas horas se encarga de ordeñar una vez al día lo que queda del plantel original de animales, alcanzando un promedio de 300 litros por jornada. “Una vez que llegue fin de mes, voy a tener que vender todo para consumo porque todos los tambos de la zona están complicados y ninguno va a aportar capital nuevo para la producción. Ese será el final de la

Estirpe tambera que duró un siglo

El inquieto. Elmer, el abuelo de Mariano y tercera generación en el tambo, haciendo de la suyas sobre la tolva. Foto: Gentileza Mariano Pairetti.

Si bien Pairetti evitó hablar de números a la hora de analizar las pérdidas económicas ocasionadas por el temporal último, dejó en claro que el golpe al bolsillo fue “importante”. Al momento de precisar el fuerte impacto financiero, el ingeniero agrónomo detalló que perdió de forma total 35 hectáreas de maíz sembradas para reservas, 35 de sorgo y 50 de alfalfa. El área estaba destinada completamente a la producción alimenticia para los animales. “Son números grandes, sin contar los animales que se perdieron en el camino. Cuando llegó la inundación a las vacas le llegaba el agua al pecho, los terneros que estaban en estaca murieron. Incluso tuve que evacuar al empleado porque había medio metro de agua en la casa. Fue todo un descontrol”.

El precio que recibe un productor por litro de leche en tranquera no deja de sorprender. Actualmente se paga $4,60 frente a los $20 que cuesta en góndola, una diferencia abismal, que viene generando reiterados reclamos de los productores, que demandan incansablemente políticas de estado que generen certidumbre y rentabilidad al sector.

Los números hace tiempo que no dan y los trabajos se hacen a pérdida. Sólo aquellos con un poco de espalda financiera son capaces de subsistir en tiempos críticos. “Nosotros, al tener agricultura en paralelo, sacábamos de ese lado para compensar la lechería. Nunca quisimos hacer un número fino porque si lo hacíamos teníamos que abandonar. Preferíamos optimizar recursos para no dejar ninguna de las dos actividades. Por la pasión hacia el tambo y la tradición, mirábamos hacia otro lado. Más allá que todo se había acomodado el último trimestre de 2016, las cuentas nunca daban para pretender que el negocio sea rentable, pero se notaba una leve mejora”, aseguró el ingeniero.

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Sexta no. La hija de Mariano, Serena -de 11 meses- ya no será tambera.

Foto: Gentileza Mariano Pairetti.

Política, sólo la palabra

La repercusión que tuvo el cierre del tambo de la familia Pairetti fue tan grande que desde diferentes sectores de la política se contactaron de forma inmediata. Los llamados llegaron desde el Ministerio de la Producción y la Secretaría de Lechería, aunque “no hubo una solución concreta y todo quedó en meras palabras”.

El productor no es ningún improvisado. Su hermano es ingeniero civil y en conjunto se encargaron de analizar las causas por las cuales las lluvias terminaban inundando todas sus hectáreas. Por eso reclaman un proyecto madre con obras sobre un sector que se encuentra un kilómetro y medio al sur de sus campos.

Cuando comenzaron los inconvenientes con los anegamientos, los hermanos constataron -tras realizar una recorrida por la zona rural- que sobre un trayecto de la ruta 13 de un kilómetro y medio, al sur de su campo, existe un bajo natural con aguas que llegan desde el área trasera. “No se encuentra hecho el cruce de rutas”, reclamaron.

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Tiempos felices. El veterinario Gabriel, cuarta generación, y sus hijos Mariano y Lisandro al final de una jornada de trabajo en el establecimiento.

Foto: Gentileza Mariano Pairetti

La situación no es menor. El agua no atraviesa el corredor vial y, al descender hacia un tambo lindero al establecimiento de los Pairetti, las complicaciones comienzan a florecer. “Nosotros tenemos hecho el cruce de ruta, pero funcionamos como embudo porque recibimos todo el milimetraje que escurre de forma muy lenta. Cada vez que llueve tenemos agua a lo largo de un mes. De hecho, desde el 21 de diciembre hasta hoy los campos parecen una laguna”, deslizó el productor.

Por eso, y luego de observar la problemática, comenzó un raid para dar con algún área pública que se haga cargo de los trabajos de ingeniería para terminar con los inconvenientes. El primer reclamo se hizo en Vialidad Provincial. Y allí la respuesta reafirmó el estudio previo. “Nos dijeron que cuando se construyó la ruta se obviaron cruces para ahorrar costos. Le pedimos los planos con el objetivo de observar la ubicación de esos puntos críticos, pero nos dijeron que al mudar la oficina de Vialidad se había traspapelado la carpeta”.

Disconformes con la situación, los Pairetti se dirigieron a la cartera de Vialidad Nacional. Allí presentaron el proyecto con las propias mediciones e indicaciones en las cuales se debía realizar el cruce. “Todo quedó cajoneado”.

Pero el reclamo no terminó ahí. Los hermanos insistieron en Hidráulica del Gobierno de Santa Fe. “Reconocieron que el problema está donde apuntamos, pero todo queda en la nada. Uno ya está frustrado porque pasaron años y nadie hace nada”. Esa fue la última puerta que golpearon antes de bajar los brazos.

 
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Por redes. El triste anuncio del cierre lo hizo el propio Mariano en Facebook, cansado de renegar.

Foto: Captura de Pantalla