En el Cullen ingresan por mes de 3 a 5 pacientes con quemaduras

Quemar a otro: viaje a la oscura psiquis de la “premeditación y el masoquismo”

  • Inquieta la cantidad de casos de personas quemadas en la ciudad en los últimos días. Rociar a alguien con una sustancia de ignición y prenderle fuego no es un ataque habitual. Un experto analiza las claves que llevan a esa agresión: la premeditación psíquica del acto y el autoplacer masoquista por el dolor del agredido.
Quemar a otro: viaje a la oscura psiquis de la “premeditación y el masoquismo”

Al Hospital José M. Cullen, ingresan estimativamente por mes entre 3 y 5 personas con cuadros de quemaduras graves y leves.

Foto: Flavio Raina

 

Luciano Andreychuk

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Twitter: @landreychuk

Hace ya un tiempo que es cuanto menos inquietante la cantidad de casos de personas quemadas por otras, casos contados en las crónicas rojas de hechos policiales. El último episodio fue en la madrugada del jueves 16, en plena Plaza Pueyrredón: un joven de 15 años ingresó al Cullen con quemaduras en abdomen, ingle y manos. Según su versión, estaba con unos amigos y una persona se le acercó, le tiró combustible, le acercó fuego y se fugó. El chico se arrojó al agua de una de las fuentes para apagarse.

Dos casos resonantes en los últimos días fueron el de Ramón Díaz, que había ingresado a ese nosocomio con el 70% del cuerpo quemado. Falleció el domingo pasado. Y el de una mujer de 31 años —de Varadero Sarsotti—, también ingresada el domingo al Cullen con quemaduras que le produjo su pareja. Tenía el 35% de su cuerpo quemado y su estado era grave. La investigación arrojó que había antecedentes de violencia de género en esa relación (Ver El Dato).

Pero el registro más saliente es que en ese hospital hay un promedio estimado —desde 2016 a la fecha— de entre 3 y 5 personas que ingresan con quemaduras por mes. Así lo confirmó a El Litoral el subdirector del nosocomio, César Pauloni. “Aunque muy aproximada, es una estimación”, aclaró el médico, y discriminó los ingresos de personas quemadas (cuadros graves y leves) por cada mes del año pasado (Ver Recuadro). Es un porcentaje elevado y de sólo un efector público local, sin contar a los otros.

En este promedio, están incluidos sólo los pacientes quemados de importancia, es decir, donde está comprometida su salud. “Estos pacientes son los que han pasado por showroom o que han ido a cirugía plástica o reconstructiva. Hay meses que el número sube, y otros que baja. Quemar a otra persona no es una reacción de ataque habitual, como un golpe...”, dijo el subdirector.

Efectivamente, prender fuego a una persona tras arrojarle una sustancia de ignición —como nafta, gasoil, querosén, alcohol etílico, etc.— no es una ataque común, como un golpe en una pelea, un robo con forcejeo, ni siquiera como una agresión a punta de arma blanca. Es un tipo de ataque que amerita una especial atención desde el lugar de la psiquis humana. ¿Qué elementos psicológicos operan para que una persona cometa este tipo de agresión a otra?

Premeditación psíquica

Las personas agresoras con esta modalidad de prender fuego a otra no tienen una patología mental, porque de lo contrario sería serial y se actuaría de acuerdo a un determinado perfil y patrones. Hay una pulsión desde el estado psíquico de una persona, que puede estar en un estado emocional alterado que lo lleva al ataque, o excitado por algún tóxico psicoactivo.

Pero hay algo en común: “La primera figura es la premeditación psíquica, que nada tiene que ver con la terminología jurídica. La premeditación, la planificación previa del acto agresivo es una de las claves para entender este comportamiento”, explicó a El Litoral el Dr. Pascual Pimpinella, jefe del cuerpo médico forense del Poder Judicial, profesor titular de la cátedra de Medicina Legal, Social y Laboral y coordinador de posgrado de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNL.

La premeditación psíquica no es otra cosa que planificar de antemano el ataque incendiario. “No andamos todos los ciudadanos con un bidón de nafta por la calle en la mano, ni con cerillos para prender fuego a otro en cualquier momento. Por lo tanto, para ir a buscar el combustible hay un tiempo mental que forma parte de un acto previamente pensado. Es una preparación previa que depende de tiempo mental del agresor y que lleva, finalmente, al acto de realizar el ataque”, agregó el experto.

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El Dr. Pascual Pimpinella, jefe del cuerpo forense del Poder Judicial y docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNL. Foto: Archivo El Litoral / Flavio Raina

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"En la agresión de quemar a otra persona, la cadena tiene tres factores clave: premeditación psíquica, sadomasoquismo y esnobismo”, explicó Pimpinella.

Dolor, placer y esnobismo

La segunda cuestión psíquica que actúa en este tipo de conductas agresivas es “una cierta cuestión sadomasoquista”, agregó Pimpinella. “No sólo se busca el daño del otro, sino también el placer en el dolor generado en el otro, el agredido: generarle este tipo de sufrimiento. Esto es propio del sadomasoquismo. Aquí es donde se va estructurando este tipo de conductas propias de la psiquis, que desencadenan en un último y tercer elemento: el esnobismo”.

Por definición, el esnobismo es la actitud por la cual una persona imita las maneras, acciones, opiniones, etc. de aquellos a quienes considera “distinguidos”. O puede imitar lo que “está en boca de todos”. “Cuando hay un caso de trascendencia mediática, a los pocos días aparecen otros similares. Es como un ‘efecto dominó’. Ocurre algo parecido con otros tipos de ataques”, aseguró Pauloni, de acuerdo con su experiencia en el Cullen. Entonces, el esnobismo es la imitación de un acto que se considera “distinguido”, porque otros lo hacen o lo hicieron.

El esnobismo “es muy propio de los casos de suicidio, en términos epidemiológicos —amplió el concepto Pimpinella—. Es que la forma de autoeliminación de los suicidas va teniendo “patrones de contagio”. “Es decir, si hoy la forma de suicidarse de las personas es a través del ahorcamiento, entonces, quienes tienen premeditado también quitarse la vida, copian, imitan esa modalidad de muerte”.

Esto responde claramente a una pauta cultural actual. “Es esa copia que se dice a sí mismo el suicida: ‘Si otros se ahorcan, yo también me quitaré la vida de esa manera’. Aquí entra en juego el esnobismo, se activa el patrón cultural. Esto está probado en investigaciones científicas y académicas. Y es trasladable a cómo actúa la persona que quema a otra: la cadena es premeditación psíquica, sadomasoquismo y esnobismo”, completó el reconocido médico forense.

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Una definición

Simbología del fuego

  • El objeto fuego es todo un símbolo. “Y ahí es donde se asocia la simbología con la acción (de quemar a otra persona). Simbólicamente, es un objeto muy fuerte: está muy vinculado con las ideas de poder y sufrimiento”, añadió el médico forense.

El dato

Violencia de género

  • “De acuerdo con nuestra casuística, la mayoría de las víctimas corresponde a mujeres. Pocos son los hombres agredidos. Hay más predisposición en los hombres para pararse desde el lugar de victimarios”, agregó Pimpinella. Desde el punto de vista de los últimos avances respecto de la violencia de género, es asociable este tipo de ataques de hombres hacia mujeres, y no al revés”.

Las partes del cuerpo

  • En el Hospital Cullen, “las zonas del cuerpo donde más aparecen quemaduras en los pacientes ingresados son rostro, cuello y genitales, en general”, dijo Pauloni. En el acto de quemar a otro, ¿se busca premeditadamente una parte del cuerpo, como la cara, no tanto con la intención de matar sino de desfigurar, de borrar el rostro —la identidad más representativa de un ser humano— para infligir dolor y dejar una marca?

Para Pimpinella, “dentro de lo que es la premeditación psíquica del ataque, en el momento propiamente dicho es muy difícil un razonamiento (del agresor) para decidir adónde puntualmente quemar. Indudablemente, en el conflicto intrapsíquico del atacante hay una imagen que quiere borrar, si se ve desde esa perspectiva. Y lo que más fuerza tiene es el rostro como región anatómica que identifica a alguien”. Aclaró, no obstante, que no le constan trabajos científicos existentes que aborden esta cuestión puntual.