MARTA PARIS, INTEGRANTE DE LA COMISIÓN DE EXPERTOS EN CAMBIO CLIMÁTICO

Inundación y sequía: las dos caras de la gestión del agua

Advierte que así como se trabaja para la situación de excedentes hídricos también se debe atender el problema de la escasez. La ciudad y el campo; las redes de drenajes naturales, las institucionales y las clandestinas. Y cómo se articulan tres conceptos fundamentales: amenaza, riesgo y vulnerabilidad.

4-DSC_0658.jpg

“La gestión del agua no debe focalizarse solamente en las inundaciones sino que debe trabajar en la gestión de extremos climáticos”, asegura la ingeniera en Recursos Hídricos, Marta Paris.

Foto: Flavio Raina.

 

Nancy Balza

[email protected]

“Siempre parece que quienes trabajamos desde la academia estamos aislados y el sector político está trabajando en lo mismo sin contar con lo que podemos hacer por ellos, y nosotros sin saber lo que el sector político necesita”, consideró Marta Paris, ingeniera en Recursos Hídricos, doctora en Ciencias Geológicas y directora de la Maestría en Gestión Integrada de los Recursos Hídricos de la UNL. La afirmación viene a cuento porque Paris integra la comisión provincial de expertos en Cambio Climático que convocó el gobierno de la provincia a través del decreto 371 del 2 de marzo. El grupo fue creado a partir de la emergencia hídrica que se produjo en los primeros meses del año, luego de un primer semestre de 2016 muy complicado por la misma razón. Por eso, el agua -ya se verá que por exceso o por escasez- es tema central dentro del trabajo del grupo y también en esta nota.

“Somos una provincia golpeada por inundaciones por ríos, por anegamientos, por ascenso de las napas, lluvias intensas y también sequías”, analiza la experta, para quien la comisión debería hacer una distinción entre qué fenómenos se deben el cambio climático, por el aumento de los gases de efecto invernadero, y cuáles a cuestiones referidas a la variabilidad natural del clima.

Así, explica: “Dentro del año, hay ciclos más grandes que incluyen sequías e inundaciones. Por eso la gestión del agua no debe focalizarse solamente en las inundaciones sino que debe trabajar en la gestión de extremos climáticos. De hecho, muchas de las cuestiones que estamos sufriendo, sobre todo los que estamos aguas abajo en la provincia, tienen que ver con obras que tienden a evacuar los excedentes hídricos con esa concepción que existía antes de que hay que sacarse rápido el agua de encima. Y lo hacemos, pero luego no la tenemos cuando falta. Además, la sacamos sin importar lo que pasa al vecino de aguas abajo”.

DRENAJE NATURAL, ARTIFICIAL Y CLANDESTINO

Es probable que hasta hace algunos años -sobre todo en nuestra ciudad- las inundaciones hayan sido mayor motivo de preocupación cuando ocurrían en el ámbito urbano, donde se veía afectada una mayor cantidad de gente. A partir de los últimos episodios de lluvias intensas, el eje se movió hacia el entorno rural. “A lo mejor, en el campo la situación era más anárquica”, admitió Paris y apuntó: “Se escucha a los productores pedir que ‘vengan las máquinas y hagan más canales’. Canales hay por todos lados, hay una red hidrográfica que es la natural y está dada por las condiciones geológicas del suelo e hidrológicas; es una red que construyó la naturaleza. Y además, hay una red que ha intervenido el territorio. O sea que tenemos dos redes de drenaje: la natural y la artificial”, explica la experta.

Pero el tema no queda ahí: “De esa red construida artificialmente -que puede estar bien o mal hecha, aclara-, una parte se hizo de manera institucional y otra en forma clandestina, en un lugar que es tan plano que cualquier intervención modifica el escurrimiento”. Para graficar un poco más, añade: “En una cuenca de montaña se ve claramente para dónde va el agua, en una cuenca de llanura es como un papelito luego de ser abollado -así lo hace para que no queden dudas-, más o menos inclinado y donde hay algunos relieves. Si se hace un borde o se cambia algo, el escurrimiento se va a modificar”.

Por eso, en el campo pasan cosas que no se pueden prever, porque no se tiene un conocimiento acabado de cómo está el suelo. “El productor, en su afán legítimo de producir más y tener más riqueza, más allá de cómo entiende cada uno el desarrollo, si tiene un campo plano y hay una época de lluvia que satisface las necesidades de los cultivos pero falta agua, riega. Riega con agua subterránea, es decir que saca agua de otro componente del ciclo hidrológico que aparece en la superficie”.

Por otro lado, “había espacios que eran depresiones naturales u ollas, y entonces un campo se veía todo cultivado y con algún sector donde había un bosquecito de espinillos. Con la mejora de las tecnologías agropecuarias y de la capacidad de suelo, esas hondonadas se fueron aplanando. Y donde había lugar para almacenar el agua temporalmente, ahora no existe. Todo escurre y por eso nos inundamos”.

UN SISTEMA DINÁMICO

En el caso de la ciudad de Santa Fe, “la amenaza es la natural: la nuestra es una ciudad rodeada de ríos, es plana y está amurallada. Llueve y cae todo dentro de un ‘vaso’, y si no se saca nos quedamos con el agua. Eso fue lo que pasó en 2007. Entonces, así como alguien que vive en la montaña tiene que aprender a vivir con el riesgo sísmico o volcánico, nosotros tenemos que aprender a vivir con el riesgo hidrológico porque estamos en el valle de inundación de dos grandes ríos”.

En el caso de las poblaciones ribereñas, “se avanza sobre el valle de inundación. Hay leyes de impacto hídrico, de zonas de riesgo; eso está muy bien y lo vemos en nuestra ciudad, aunque cuando llueve nos vamos a anegar siempre en las primeras horas porque ésta es una ciudad plana. Pero tenemos sistemas de bombeo y reservorios que no son asentamientos humanos”.

En definitiva, “lo que tratamos de ver es que los problemas hídricos son como el ciclo hidrológico que es un sistema dinámico, va cambiando. Esa dinámica social del ciclo hidrológico hace que las vulnerabilidades sean diferentes. Entonces, las lluvias son las mismas que 200 años atrás o más intensas y más concentradas, pero el efecto que tienen en el territorio es distinto porque la sociedad hace que se construyan espacios más o menos vulnerables. Entonces, los escenarios de riesgo son diferentes”.

 

“Es importante tener una voz que hable desde el sector científico, del conocimiento actualizado y validado para que llegue a la comunidad. No son todas obras las que hay que hacer. Por ejemplo, está el proyecto de ley de agua que considera, entre otras cosas, cómo debe hacerse una gestión participativa y cómo deberían funcionar las organizaciones de cuenca y de usuarios”.

SALUD Y EDUCACIÓN

A partir de esta primera reunión de la comisión de expertos y de conocer su composición, tanto del sector científico como del gobierno, se solicitó la incorporación de otros sectores que no estaban previstos como son el área de salud y de educación. Es que el agua atraviesa todos estos temas, evaluó Marta Paris: “Hablamos de zika y tiene que ver con el mosquito y el agua, hablamos de arsénico y tiene que ver con el agua; si hablamos de nitrato y la enfermedad de los niños azules, también; así como el dengue. Por eso, es que salud también debe estar. Y educación en todos los niveles; en la ciudad, los niños ya aprenden desde el jardín de infantes de qué se trata la gestión de riesgos”.