Editorial

Semana clave para los conflictos gremiales

  • Las negociaciones con los docentes en las provincias están atadas a lo que suceda en provincia de Buenos Aires. Los líderes cegetistas van al paro obligados por las circunstancias.

En medio de un clima nacional enrarecido por evidentes intereses políticos, inocultables problemas económicos y ciertos errores de cálculo, la semana que se inicia podría convertirse en una suerte de período bisagra en el que comenzarán a vislumbrarse atisbos de solución o, por el contrario, terminarán profundizándose los conflictos que mantienen paralizados a sectores clave del país.

Todos sabían que las negociaciones paritarias iban a ser tortuosas en un año electoral como 2017. De hecho, el arco sindical argentino en pleno responde a distintos sectores de la oposición: los hay kirchneristas, peronistas o de la izquierda. Desgastar al gobierno es, sin lugar a dudas, un objetivo común y ciertamente evidente.

Pero no es éste el único factor que complica la posibilidad de acuerdos. Lo sucedido durante 2016, con un sinceramiento -parcial, por cierto- de las tarifas de servicios públicos y una inflación que superó las previsiones oficiales, entorpece desde un principio la situación. En gran medida, a la hora de rechazar los ofrecimientos del gobierno los gremios argumentan la necesidad de que los sueldos recuperen en 2017 la capacidad perdida durante el año pasado.

Como si este laberinto no fuese suficientemente intrincado, surge un tercer elemento en las discusiones. El gobierno resolvió clausurar la mesa paritaria nacional con los docentes, porque son las provincias las que administran la educación y se hacen cargo de pagar salarios.

Se trata de una verdad parcial ya que, en realidad, desde 2006 se encuentra vigente en la Argentina la denominada Ley de Financiamiento Educativo (26.075) que, en su artículo 10, determina que el Ministerio de Educación de la Nación, en el marco del Consejo Federal integrado por las provincias, deberá acordar con los gremios cuatro puntos: “Condiciones laborales, calendario educativo, salario mínimo docente y carrera docente”.

Si el macrismo intentó delegar el desgaste de las paritarias en cada una de las provincias, logró todo lo contrario: la tensión terminó focalizándose en la estratégica provincia de Buenos Aires, un distrito particularmente sensible, con seis gremios docentes, fortísimos intereses políticos y una gobernadora como María Eugenia Vidal que, por estos días, representa la principal espada electoral del presidente.

Es cierto que en política nunca está dicha la última palabra. Si Vidal logra enfrentar con éxito el embate sindical en su provincia, sin dudas su figura saldrá fortalecida.

Sin embargo, lo que está en juego en estos momentos no es una disputa de imagen. El problema real es que millones de alumnos en la Argentina se están viendo privados de un derecho elemental como es la educación. A pesar de que los estudiantes tuvieron la posibilidad de asistir a las escuelas, la verdad es que las clases todavía no comenzaron en el país.

En Santa Fe, el gobierno advirtió que si los paros docentes se extienden más allá de esta semana, comenzará a barajarse la posibilidad de descontar los días de huelga a los maestros. Pero la situación está supeditada a lo que suceda en Buenos Aires. Mientras no se destrabe ese conflicto, difícilmente pueda haber acuerdos en el resto de las provincias.

En un país penosamente acostumbrado al conflicto permanente y con una sociedad peligrosamente adormecida, unos y otros apuestan al juego del desgaste. Y aunque muchos prefieran mirar hacia otro lado, las consecuencias están a la vista.