Antártida Argentina, historia y presente

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Diego Francisco Lauría (*)

En febrero próximo pasado, se cumplieron 113 años desde que se enarbolara por primera vez nuestra bandera en tierras antárticas, tierras que hasta hoy se mantienen bajo ocupación efectiva argentina, con reclamos de soberanía vigentes. Dicha ocupación, se debe en gran medida al sacrificio de un sinnúmero de ciudadanos argentinos que habitaron y habitan las bases, permitiendo el avance de nuestras investigaciones científicas y la legitimidad de nuestras pretensiones.

El nombre Antártida aparece con anterioridad a cualquier expedición o descubrimiento. Surgió por lo opuesto al Ártico, región polar del norte, cuyo significado deriva del vocablo Arktos -en griego Osa-, en mención a la constelación boreal de la Osa Menor, en la que se encuentra la estrella polar.

Esta inhóspita región está marcada por las condiciones de vida extrema, debido a las bajísimas temperaturas y las dilatadas penumbras de un anochecer continuado de seis meses al año. Se compone de 14 millones de km2, cubiertos de una capa de hielo que llega a los 3.000 metros de espesor y que si se derritiera provocaría un crecimiento en los mares superior a los 50 metros, contiene montañas que alcanzan en altura a los Alpes. Por millones de años fue un lugar de temperaturas agradables, con grandes bosques y variedad de especies, hasta que el frío se apoderó del continente cubriéndolo de hielo e imposibilitando el desarrollo de fauna y flora terrestre.

Muchos navegantes de diferentes latitudes incursionaron en las adyacencias de la Antártida, no obstante permaneció desconocida hasta principios del Siglo XVII, cuando se llevó a cabo el primer avistamiento por medio de expedicionarios pertenecientes a la Armada Española. Asimismo, la presencia argentina en territorio antártico data de largo tiempo, puesto que ya en 1815 el Almirante Guillermo Brown navegó por aguas antárticas, por el hoy denominado mar de Weddell.

La zona austral ha sido transitada por balleneros de distintas nacionalidades, principalmente ingleses y estadounidenses, que hasta hoy día mantienen disputas de diferente índole.

Fue así hasta que en el año 1899, en Berlín, se llevó a cabo el VII Congreso Internacional de Geografía, que en sus conclusiones formalizó la ejecución de una expedición internacional a la Antártida. Nuestro país fue invitado y formó parte de la misma. En 1903 Suecia llevó a cabo una expedición, la cual resultó presa del hielo en la Isla Cerro Nevado, a la postre rescatada por la Corbeta Uruguay al mando del capitán de navío Julián Irízar. La hazaña obtuvo inmediata repercusión y reconocimiento internacional para nuestro país, debido a los escasos recursos de la época para este tipo de maniobras.

Posteriormente, en 1904, Argentina tomó posesión, izó la bandera y se estableció el Observatorio Meteorológico Antártico Argentino, en la Isla Laurie perteneciente a las Orcadas del Sur, desde esa fecha la ocupación argentina se mantuvo ininterrumpidamente. Luego, en el año 1942, nuestro país delimitó el Sector Antártico Argentino entre los 25º y 74º de longitud oeste, y los 60º de latitud Sur hasta el Polo. Otros Estados han limitado sus propios sectores antárticos, entre ellos Chile y Gran Bretaña, los cuales se superponen parcial y totalmente con el nuestro.

Seguidamente, en 1948, se llevó a cabo un ambicioso plan que consistía en: 1) Instalación de bases al sur del Círculo Polar, 2) Creación de un Instituto Antártico, 3) Adquisición de un rompehielos, 4) Colonización con familias fundando un caserío polar en Bahía Esperanza. Fue así como tiempo después, el General Pujato emprende una expedición al mando del rompehielos General San Martín, fundando la Base Belgrano, siendo la instalación más austral del mundo.

Al mismo tiempo, iba creciendo el interés de los Estados en explorar y establecerse en la zona, motivados por cuestiones geopolíticas y a la posibilidad de hallar recursos naturales estratégicos; ya que la Antártida hace millones de años se encontraba unida a Oceanía, América y África, lo cual hace suponer que contiene los mismos restos fósiles -por ende minerales muy codiciados- como oro, plata, gas, petróleo, etc.

Como consecuencia, en los años 1957 y 1958, con motivo del Año Geofísico Internacional, se llevaron a cabo actividades coordinadas entre Argentina, Chile, Reino Unido, Noruega, Francia, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Japón, Bélgica, Sudáfrica y Unión Soviética. En esos tiempos se evidenció un despliegue naval en la zona jamás imaginado, en miras a tomar posesión y reclamar territorios; y debido a la puja geopolítica entre los dos actores de la Guerra Fría -EE.UU. y URSS- cuyas relaciones se encontraban en uno de los momentos más conflictivos. Era muy reciente, 1953, la culminación de la guerra del paralelo 38º en Corea, había comenzado el conflicto de Vietnam en 1955, se producía la Revolución Cubana en 1958, que derivara en la Crisis de los Misiles en 1962, etc.

Esta situación internacional, más el temor de los Estados Unidos de que la Unión Soviética estableciera bases militares, hizo que los norteamericanos invitaran a los restantes 11 países mencionados a suscribir el que posteriormente se denominara Tratado Antártico.

Dicho tratado se firmó en 1959 y se ratificó en 1961 por los 12 países intervinientes de las misiones del Año Geofísico. Argentina había determinado su soberanía sobre un sector de la Antártida, status que hizo conocer internacionalmente antes de la firma del Tratado.

El Tratado Antártico comprende un conjunto de principios y objetivos, a partir de los cuales comenzó a edificarse un sistema jurídico y político para administrar la cooperación internacional y la investigación científica en la región. Se basa en la práctica del consenso para la adopción de decisiones, caracterizándose por ser pragmático, descentralizado, funcional y dinámico.

Las disposiciones más salientes del Tratado Antártico pueden resumirse en las siguientes: 1) Utilización de la Antártida exclusivamente para fines pacíficos; 2) Prohibición de explosiones nucleares y la eliminación de desechos radioactivos; 3) Protección y conservación de los recursos vivos; 4) Realización de reuniones periódicas de los representantes de los Estados Partes Consultivas, en la que se adopten medidas sobre la base de la unanimidad; 5) Una mención especial merece el Artículo IV del Tratado que tutela las posiciones de soberanía territorial en la Antártida y admite, al mismo tiempo, las de no reconocimiento para estas soberanías.

Nuestro país es un Estado Parte del Sistema del Tratado Antártico con carácter de Parte Consultiva y pertenece al grupo de los doce signatarios originarios. Algo para destacar es que la Sede de la Secretaría del Tratado se encuentra en la ciudad de Buenos Aires desde el año 2004. La función de la Secretaría consiste en servir de apoyo a la Reuniones Consultivas del Tratado Antártico y del Comité para la Protección del Medio Ambiente. Centraliza toda la información disponible en los cuatro idiomas oficiales del Tratado: español, francés, inglés y ruso.

Argentina tiene presencia efectiva y realiza actividades científicas con carácter permanente en las estaciones establecidas. Posee actualmente trece bases, seis permanentes (San Martín, Carlini, Orcadas, Belgrano II, Marambio y Esperanza) y siete temporales. La base Doctor Carlini es la que concentra el trabajo científico y ambiental. La base Marambio cuenta con alojamiento para el personal, talleres de mantenimiento, usina, planta de tratamiento de residuos, centro meteorológico y hangar para aeronaves.

Todo lo descripto es pasible de llevarse a cabo, gracias al sacrificio y compromiso que durante más de un siglo hicieron y siguen haciendo ciudadanos argentinos dispuestos a poblar el lugar más recóndito de la tierra, con escasas comodidades y en condiciones extremas. No obstante, para poder acceder a vivir, se deben sortear exámenes psicológicos muy rigurosos. Todos sus habitantes, cualquiera fuera su función, deben garantizar una firme predisposición al trabajo en equipo y al renunciamiento personal, amén de la fortaleza y templanza para sortear situaciones adversas. Sería interesante volcar su experiencia en organismos del Estado, Ong’s, empresas, etc., ya que debe haber pocos lugares que exijan tanto esfuerzo colectivo.

(*) Abogado Magister Universidad del Salvador, Magister Universidad Carlos III de Madrid, Docente Universitario