llegan cartas

Un sueño llamado Leonel

JORGE ORLANDO FRANCO

[email protected]

Hace unas semanas, nuestras vidas cambiaron para siempre.

De sorpresa se apareció mi esposa por mi trabajo y me dijo “¡ya me hacen la cesárea!”. Fue un chiste, aclaró, al ver el susto de mi rostro. Había ido a consulta con su doctora, quien ya le había dado fecha concreta del parto: 28 de abril. Unos días más y Leonel, ese angelito inquieto dentro del vientre, se dejaría ver.

Todo estaba en orden: los pañales, la cuna, el coche y toda su ropita. El baby shower había sido un éxito y ya tenía todo lo necesario...

Nos despedimos con un beso, “nos vemos en casa”, nos dijimos. “Tené cuidado, andá despacio” le recomendé. Salió y fue derecho a tomar el colectivo de la Línea C. Le hizo señas en el shopping, dada su panza gigante pensó que el chofer se apiadaría, pero no, no se detuvo. Así que, despacito, llegó hasta Rivadavia y bulevar. Había mucha gente esperando la “C”... Subió, pagó... Nadie de adelante le dio el asiento. Entonces, se fue hasta el fondo; allí se sentó. El colectivo arrancó, dobló en Ituzaingó y a partir de ahí tomó velocidad: fue tal la aceleración, que pasó así como iba por el lomo de burro que está frente a la escuela ubicada a la altura de calle Necochea. Mi esposa y otros pasajeros saltaron del asiento por el impacto. Al rato, comenzó con dolores, supuso que por el sacudón..., ya se le pasaría. Al descender, cerca de nuestro domicilio, ya no se podía mantener del dolor. Tuvo que volverse al médico. Le hicieron los controles. Era preocupante la rigidez de su vientre. Siguieron los chequeos... No se escuchaban los latidos del corazón del bebé...

Tan sólo unos momentos antes, todo estaba bien. La doctora le había hecho escuchar los latidos, ¿por qué ahora no?... Oraciones, ruegos y al quirófano. Luego de un largo rato, retumbó lo más terrible: “No pudimos hacer nada por el bebé, ya estaba sin vida...”.

El golpe sufrido en el colectivo fue de extrema gravedad: le provocó desprendimiento de placenta... El bebé se asfixió por falta de oxígeno...

Un segundo y la vida se nos desplomó...

Los lomos de burro están para que los conductores aminoren la velocidad, no para que aceleren el vehículo.

Señores choferes de colectivos: ustedes conducen un arma letal, que puede cambiar para mal la vida de los pasajeros, los que están a merced de vuestra urgencia por llegar a tiempo. ¿Para qué?... A nosotros nos arrancó la vida de un hijo que ya llegaba al mundo.

Ya nunca nada será lo mismo. Se destrozaron nuestros sueños. Una frenada, una disminución de velocidad, hubiera sido decisivo...

Espero que esta carta sirva para una toma de conciencia; para que los choferes tengan un poco más de compromiso con la gente que transportan. Que recuerden que los asientos de adelante son para las embarazadas, o para la gente mayor. Quizás si mi mujer hubiera viajado sentada adelante, no estaríamos viviendo este dolor y hoy tendría a mi hijo vivo, en mis brazos...

Los que viajamos en colectivo somos personas. Sin nosotros ustedes no tendrían...

Conciencia señores, conciencia...

Mis sueños y los de mi esposa están destrozados.