Una búsqueda visceral

  • El sancristobalense, líder de Aeropiano y tecladista invitado de Airbag, regresó a la provincia para compartir con Dicroico y otros invitados un homenaje a Luis Alberto Spinetta. El Litoral charló con él para saber más sobre su presente artístico.
Una búsqueda visceral

“Jose”, como lo llaman los amigos, durante la filmación en el Centro Cultural Provincial “Paco Urondo”. Foto: Gentileza Federico Ferreyra

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Hace unos días, el sancristobalense José Luis Berrone (“Jose” para los amigos), líder de Aeropiano y tecladista invitado de Airbag, regresó a la provincia para compartir con Dicroico y otros invitados un homenaje a Luis Alberto Spinetta con “Bajan”. El Litoral aprovechó para charlar con Fabricio Galoppo, el anfitrión, y con el convidado de lujo.

Movida compartida

—¿Cómo fue esta reunión con Fabri para hacer este homenaje? Se conocían de San Cristóbal...

Berrone: —Tocábamos en los bares de allá, éramos los pocos que sabían tocar algún instrumento. Obviamente los afines se juntan: él tenía su banda y yo la mía, íbamos a los bares y nos veíamos uno al otro.

Galoppo: —Para nosotros era el talentoso.

Berrone: —Ahora vengo en carácter de invitado. Él empezó con los Dicroico...

Galoppo: —Ahí hicimos la conexión musical, nos afinamos más en la relación que en San Cristóbal, cuando le pregunté si no me podía dar una mano con la producción del disco de Dicroico. Básicamente hizo toda la producción, Ale Collados me dio una mano con las ideas de la batería, pero Jose cerró la idea del disco: yo viajaba para allá, me daba su estudio para dormir. Después de todo eso la relación entre nosotros se acrecentó mucho más; después cuando concretamos fechas acá Jose vino a tocar con Aeropiano, hicimos el año pasado un Tribus.

Hace unos seis meses me sale la idea de hacer un homenaje a Spinetta, uno de los artistas con los que uno fue creciendo musicalmente. Después la canción fue mutando un poco porque surgió la idea de invitar a varios artistas locales, como el Chino Mansutti y el Flaco Ferrero, que tiene esa impronta “zeppelinera”: ensayando metimos “eso” (un medley con “Whole Lotta Love”). Se trabajó mucho en mejorarlo, una semana antes logramos la mezcla que hoy está.

La idea era también invitarlo a Jose, no sólo por la relación que tenemos y por formar parte de la primera etapa de Dicroico sino también porque es de Santa Fe, y el tributo es de Santa Fe al mundo. Lo vamos a usar como publicidad de Voces por la Vida: la idea de todo eso es que las Voces por la Vida son invitados a esa causa, que va a ser el 7 de octubre.

Proyección

La charla siguió con Berrone sobre sus proyectos artísticos.

—Para vos fue como una vuelta, después de tantos años en Buenos Aires con La Carga, Aeropiano y Airbag.

—Sí, siempre estoy volviendo, uno no se puede olvidar de lo que son las raíces. Cuando estás en el momento de la composición, o estás armando un show y querés mostrarlo en tu ciudad: si no la compartís con la gente de San Cristóbal o Santa Fe te falta algo, no se cierra el círculo. Es como ir, tomar clases y venir: así uno se da cuenta si uno está encarrilado o no.

Con La Carga estuve 11 años, tuve la oportunidad de hacer un par de discos con ellos.

—¿Cómo te enganchaste ahí?

—Llegué a Buenos Aires sin ningún contacto de nada, no había redes. “¿Cómo conozco gente?”, era un tema. “¿Cómo conocí a mis amigos? Por el barrio, cosa que no va a pasar, o estudiando”. Entonces me metí a estudiar canto. Ahí el profesor hizo una clase abierta, todos hicimos una canción y yo toqué un tema de Charly García. Ahí me vio un chabón, me dijo “tocás muy bien el piano, ¿no te gustaría entrar a un grupo que está haciendo homenaje a Charly?”. “Sí, fantástico”. Me llevó a la sala de ensayo de La Carga: estaban probando tecladistas, me puse a tocar y les gustó. Al otro día me ofrecieron ser parte de la banda: hicimos un disco, el homenaje a Charly por dos años, tocamos con él.

—Hay que ser guapo para tocar sus partes de teclado adelante de él.

—No, muy buena onda, se portó muy groso. Y verlo al loco, es un ente maravilloso. La primera noche que toqué fue en el Buenos Aires News: después del homenaje vino Charly, me pidió los teclados, salimos en una foto en espectáculos de Clarín. “Mirá cómo debuté en Buenos Aires”, se lo tiré a mi vieja (risas). No pude dormir hasta las nueve de la mañana.

Eso me motivó, y tocamos muchas veces de soporte de bandas internacionales, porque había un link con un productor que las traía. Se llegó a un arreglo y así tocamos con Deep Purple, Whitesnake, Creedence, Bryan Adams, Cindy Lauper. Los chicos lo siguen haciendo hasta el día de hoy: tocaron con Aerosmith. Eso te da experiencia, el ver cómo laburan los número uno: cómo se mueven, cómo se cuidan. El reviente no existe más, todos se cuidan a full: están todo el día haciendo notas, tocando y componiendo, tenés que estar lúcido de la cabeza y el cuerpo.

Sé de un par de artistas que meten alguna barbaridad en el catering para ver si la producción le pone onda. Unos pidieron gomitas Mogul todas rojas: tenés que abrir todos los paquetes y separar. Si llegan y están todas las rojas quiere decir que la producción está con vos.

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Junto a Charly García, que tocó con sus teclados el día de su debut capitalino con La Carga.

Foto: Gentileza José Luis Berrone

Camino personal

—¿Cuándo llegó el momento de abrirse?

—En principio 11 años es un tiempito, y en un momento hubo diferencias compositivas. Íbamos a hacer otro disco, y yo llevaba temas medio cerrado, con letra, que terminaron con Aeropiano. Pero rockeros, pensados para la voz de La Carga. Era como que te negociaban el estribillo, “acá hagámoslo así”, y yo no quería negociar, para mí estaba cerrado bien.

Esas diferencias hacían que uno discuta en la sala, y eran mis amigos de la vida de allá, no quería poner en juego la amistad: me abro, sigamos siendo amigos y comiendo asados; y cada uno hace lo suyo.

Ellos siguieron con la veta rockera, metieron dos violeros, siguen más hard rockero y yo más popero, que es lo que me sale de la sangre.

—Tenías las canciones y las ideas. ¿Cómo fue armar Aeropiano?

—El primer disco fue un cúmulo de ansiedades, de temas que van saliendo, algunos te parecen una pedorrada, otros buenos. Tratás de hacer un disco y poner todo lo mejor que tenés, aunque no haya una unidad: por ahí hay un funk, uno re cabeza a los gritos, una balada de amor melosa. Ese “cualquierismo” es siempre el primer disco. Igual estoy muy contento con ese disco, me encantan las canciones hasta el día de hoy; por ahí el sonido uno piensa que lo podría haber hecho mejor. Pero siempre en los discos se plasma la realidad de uno, en las letras se ve el momento que estás pasando. El sonido también te indica la época.

—Pasar a un segundo material...

—El segundo ya está más pensado. En el primero hay temas medio Páez, otros más Cerati... no, tiene que ser Aeropiano. Buscando la identidad, que si bien no se logró del todo (bastan dos palabras en las voces) voy en esa búsqueda: el segundo es una transición para ojalá llegar a un tercero.

—Por ahí querer negar influencias puede ser una careteada innecesaria.

—Sí, pero cada uno quiere buscar su sello, y eso es jodido: escuchás a B.B. King y sabés quién es, escuchás Hendrix y lo mismo, The Edge. Lo mismo con los pianistas y las voces. Entonces necesito algo, y no entiendo cuál es todavía el yeite. Pero estoy en la búsqueda.

—Tampoco podés decir “acá no lo pongo”, va a salir cuando tenga que salir.

—Sí, tal cual.

—¿Cuándo lograste la formación estable de Aeropiano?

—No la sé todavía (risas). Creo que me di cuenta de que no es una banda.

—Sigue siendo tu proyecto.

—Claro. En el primer disco quise armar la banda, pero en realidad son todas mis canciones, y dije “quiero que en la batería hagas esto, vos en el bajo hacé esto”. Por eso me fui de La Carga, no me banco la negociación compositiva. Porque si entre la letra y el acorde, y cómo decirlo, es algo muy visceral, quiero que se respete eso.

—A veces es difícil fidelizar a un músico a que toque lo que vos querés.

—Hay casos. Lo logré en el primero y después decantó para el lado de “o me pagás o dejame meter lo que yo quiero”. Entonces empecé pagándoles (risas). A mí con Airbag me toca ser empleado y acá me toca ser jefe. Me gusta que me traten bien como empleado, entonces trato de estar bien con la gente. Es la relación más sana: busco gente que se toque todo, les pago, está todo guionado. Hacemos dos ensayos y ya está. No es una banda de sala de ensayo, es una banda de estudio que para tocar ensaya dos o tres veces.

—¿Y para grabar?

—Grabo en casa y después lo que se hizo en el demo se reproduce. En eso todavía no estoy de acuerdo: en realidad querés copiar la versión del demo, y por ahí te estás perdiendo algo que le pueda poner el batero. Entonces capaz que en este vamos a la sala y probamos tocarlo antes.

Presente activo

—¿Cómo entraste en Airbag?

—Dejé La Carga hace cinco años y a los 11 días estaba tocando con Airbag. Entré porque el fletero de La Carga (Charly, un genio, que nos llevaba al Gran Rex o a donde tuviésemos que ir con el backline) era asistente de Pato (Sardelli). “Andan buscando tecladista los Airbag, ¿te interesa?”. Les pasó mi teléfono, me llamó Pato para una prueba y debuté en el DVD Samsara en el Gran Rex, a siete cámaras.

—Fue la época de salto de ellos de los pibitos a la banda grande.

—Cuando arrancaron eran ellos tres, Guido tocando la batería, en trío. Después metieron teclado y batería y Guido se fue a la segunda guitarra. La verdad es que aprendo un montón: cómo moverse con la prensa, con las notas, con fotos.

Cuando iba a hacer la live session de Aeropiano Pato me decía: “¿Cómo la vas a hacer? ¿Dónde? ¿Cómo vas a poner las luces? Nunca luz baja de abajo, te hace toda la papada”. Tiene todos los yeites. Sabe cuándo hacer la pausa, estirar, hacer un solo y que se apague todo.

—¿Y el tercer disco de Aeropiano?

—Es un tema no menor: hay movilización con Airbag todo el tiempo, así que busco los claros para ir componiendo, metiendo una fecha. También quiero que hace visuales, y un sonido pro: sale mucha guita, así que la que junto en un lado la gasto en el otro (risas). El año pasado el último show lo dimos en el Teatro Sony, lleno, pero sale mucha plata mantener eso.


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Berrone junto a Airbag, en el porteño Teatro Vorterix. Foto: Gentileza Giselle Ferreiro