El drama después del drama

El devastador ataque de Estado Islámico a las ruinas de Nimrud, antigua capital Asiria

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Hoy. Abu Yasim exhibe a los periodistas los escombros que quedaron allí donde estaban las obras monumentales que asombraban al mundo.

Foto: Agencia DPA

 

Jan Kuhlmann

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DPA

Los yihadistas del autodenominado Estado Islámico (EI) llegaron por la mañana al pueblo vecino. Abu Yasim recuerda muy bien aquel día de abril de 2015. Vive en el norte de Irak, a pocos kilómetros de la que una vez fue el centro de un poderoso imperio: la antigua capital asiria de Nimrud.

“Dijeron: abran todas las puertas y ventanas”, cuenta este hombre de barba de tres días. “Va a haber una gran explosión”. Seis horas después, la deflagración sacudió la zona, haciendo temblar las casas de su pueblo y reduciendo a escombros los restos arqueológicos de Nimrud, declarada por la Unesco Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Los videos de la tragedia mostraban una gigantesca onda expansiva que hizo que el cielo pareciera una gigantesca nube de humo. Según Abu Yasim, hubo escombros que salieron disparados a una distancia de hasta diez kilómetros.

Los combatientes de la milicia terrorista ya habían destrozado los restos arqueológicos previamente con bulldozer y martillos neumáticos. Es muy posible que también vendieran algunos fragmentos para conseguir dinero. Abu Yasim cree que incluso volaron Nimrud para ocultar este comercio ilegal, pues antes de la explosión vio “vehículos raros” cerca de los sitios arqueológicos. “Quizá trajeron comerciantes”, aventura.

Ahora, este hombre que antaño ayudó con las excavaciones se sitúa entre lo poco que la deflagración dejó del palacio imperial: polvo, piedras y algunos muros sobre este terreno yermo, amarilleado por el sol y lleno de cardos. “Allí”, apunta con el dedo, “allí había antes un relieve enorme, toda una pared de varios metros”. En él se veían escenas de batallas y ocupaciones, un testigo único de una cultura pasada.

Para el EI, en cambio, estos restos arqueológicos son un símbolo de los infieles del periodo preislámico, y por tanto consideran que deben ser destruidos. También en la antigua ciduad de Hatra o en Mosul los islamistas acabaron con todo lo que había sobrevivido milenios. Y lo mismo sucedió en la antigua ciudad siria de Palmira, en medio del desierto. “El Daesh no ha dejado nada en pie”, lamenta Abu Yasim empleando la abreviatura árabe para el EI.

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Antes. Un turista observa uno de los relieves que caracterizaron al yacimiento arqueológico de Nimrud.

Foto: Archivo El Litoral

Condena

La noticia de la destrucción de Nimrud conmocionó a los arqueólogos. “Es comparable a la destrucción de Palmira”, sostiene el arqueólogo alemán Stefan Hauser. “En Nimrud se han perdido todas las joyas arquitectónicas y las esculturas”. Y la situación es aún peor, pues los restos arqueológicos están viviendo un drama tras el drama: ha pasado más de medio año desde que la región fue liberada, pero hasta ahora no ha comenzado ningún recuento sistemático de los daños.

“No ha pasado absolutamente nada”, afirma la arqueóloga Laila Saleh, ex directora de las autoridades locales en materia de patrimonio y ahora miembro de la organización Gilgamesh Center. La responsable sería la agencia de patrimonio en Bagdad, pero hasta ahora no ha permitido el regreso de sus alrededor de 300 empleados locales a la provincia de Nínive, apunta Faisal Yaber, vicedirector de la ONG.

Como han vivido bajo el dominio del EI, el Ministerio del Interior tiene aún que examinarlos. “Pero ocho meses después, ningún empleado ha recibido el permiso”, lamenta. En su opinión, esta inactividad se debe a motivaciones políticas: el Gobierno iraquí está dominado por los chiitas pero Nimrud se sitúa en el corazón de la zona sunita, que desde hace años se queja de discriminación. Ya desde el derrocamiento de Sadam Hussein, en 2003, Nimrud estaba abandonada, critica Yaber.

Los escombros que ahora pueblan el yacimiento siguen teniendo valor arqueológico, pero están desprotegidos ante las inclemencias del tiempo. Al igual que los restos de los toros alados del tamaño de una persona que flanqueaban la entrada del palacio imperial. Ahora están amontonados, como si los hubieran tirado a la basura. La tela protectora que los activistas colocaron a modo de medida de emergencia ha desaparecido.

Además, durante mucho tiempo toda la zona liberada quedó sin vigilancia alguna, por lo que los expertos temen que muchos de los posibles restos hayan sido pasto de contrabandistas. No obstante, recientemente se ha construido una verja, financiada por la Unesco.

Salim Jalaf, responsable de la agencia de patrimonio en Bagdad, se justifica alegando la difícil situación de seguridad en el norte de Irak. “Tenemos ya los primeros planes para la reconstrucción, pero no es factible aplicarlos porque la operación para liberar la zona aún está en marcha”, sostiene. Además, es necesaria la ayuda de expertos extranjeros y enormes sumas de dinero, añade. En este sentido, Irak está trabajando con la Unesco.

A Abu Yasim al menos le queda el recuerdo del lugar que ya nunca será como antaño. “Conocía este sitio como si fuera mi propia casa”, sostiene. “Lo tengo todo grabado en la cabeza”.