Tribuna de opinión

Un asesinato casual y oportuno

Por Osvaldo Coni Cherep

Pablo Cejas fue asesinado. Su cuerpo fue encontrado con 21 balazos, en la madrugada fría del martes, en Yapeyú. Su muerte no es un crimen más, sino el crimen de un policía que había denunciado hechos de corrupción policial, entre los que destacaba la protección a narcotraficantes.

Las denuncias de Cejas, las que contaban con elementos suficientes, fueron elevadas por el Ministerio de Seguridad de la provincia, a la Justicia penal. Y Cejas, luego de un problema de salud mental que superó con asistencia del Estado, se había reintegrado al trabajo en la fuerza. Durante todo este tiempo, estuvo bajo el programa de protección a testigos, en una de las modalidades de menor grado.

La mujer de Cejas, en medio del inconmensurable dolor, asegura que su marido siempre fue debidamente custodiado. Y que esa noche, cerca de las 21, Cejas tomó contacto con ellos informándoles que estaba en su casa. Un rato después salió a “comer un asado” con amigos, en su moto. Lo demás ya lo conocemos. O no. Aún no lo conocemos. Sólo conocemos su tremendo final.

Es probable que la Policía y la Justicia determinen, en base a pesquisas firmes, quiénes fueron los responsables de matarlo a Cejas. Y aún así, siempre quedará la sensación de impunidad. Y si resulta que el crimen no es la consecuencia de las amenazas que recibía Cejas, aún así, quedará en buena parte de la ciudadanía la sensación de que “no se lo protegió debidamente” o que “lo mataron por lo que denunciaba y querían callarlo”

Puede que sea un crimen narco, sí. Puede que sea una venganza por sus denuncias, sí. Pero también hay otras hipótesis. Y el daño que ocasionan las afirmaciones ligeras y apresuradas, no tienen remedio.

Todo eso sobrevolará en el aire de una provincia que apenas veinticuatro horas antes había anunciado que en la Capital provincial, se bajaron las estadísticas de homicidios casi en un 26 %. Todo eso quedará sobrevolando en el aire de una provincia que ha sido estigmatizada con la “exclusividad” de un negocio criminal que -ya lo vemos y lo sabemos- explota cada día en todas las ciudades del país, y especialmente en el conurbano bonaerense.

Todo eso sobrevuela en el aire, mientras Santa Fe inaugura uno de los Centros de Información Criminal más avanzados de América Latina, el OJO, en Rosario.

Todo eso quedará en el aire, tapando una de las noticias más importantes que recuerde la política argentina en mucho tiempo: el reclamo de una provincia entera -casi sin ausencia de colores en la convocatoria- para que el Estado Federal le devuelva a las provincias.

El crimen de Cejas, resulta además de doloroso e indignante, muy casual y oportuno: se produce justo en medio de un proceso electoral, apenas unos días después de una reprochable utilización política del tema narcotráfico de parte de Lilita Carrió en declaraciones a los medios, y justo, cuando los resultados de las políticas de seguridad de la provincia de Santa Fe, empiezan a dar resultados concretos.

“Es un mal mensaje” dijo Patricia Bulrrich, cuando la consultaron sobre el crimen en su paso por la ciudad capital, 48 horas después de ocurrido.

“Fue asesinado por la narcopolicia” dicen candidatos que -aún en medio de la investigación- no dejan de llevar aguas a sus molinos en medio de un crimen.

Sí. Es un pésimo mensaje. Un mensaje horrible. Y habrá que preguntarse con todos los elementos en la mano, a quién se lo enviaron y a quién le sienta mejor. Salvo que haya sido un crimen casual. E inoportuno.

Hay que exigir que se esclarezca. Para que la familia de Cejas tenga justicia, y para que los santafesinos, despejemos algunos fantasmas, con rostros horribles.