llegan cartas

Los espacios públicos y una objetable tendencia

ANA MARÍA CECCHINI DE DALLO

La denominación de instituciones provinciales en Santa Fe tuvo, por lo menos hasta el año 2008, apego a las normas éticas y de valoración histórica que dicen que deben transcurrir cinco años, como mínimo, después de la muerte de una persona, para imponerle su nombre a una institución o emplazar su busto en un sitio público.

Esta normativa estaba expresada en leyes como la de municipios y comunas o la que le asigna funciones al Archivo General de la Provincia, organismo que emitía su dictamen al respecto, tanto en proyectos de decretos como de ley sobre la materia.

Ahora he tomado conocimiento de que, a un sitio público provincial, sito en esta ciudad y destinado a niños, se le ha dado el nombre de una funcionaria socialista recientemente fallecida, cuyo mérito ha sido haber trabajado al servicio del Estado durante las gestiones del Frente Progresista de los gobiernos de Binner y Bonfatti.

Nada puedo decir de Mónica Bifarello, a quien no conocí. En su condición de funcionaria, sólo la tengo presente por algún artículo periodístico que la mencionaba. No pretendo hacer un juicio sobre su persona, sólo planteo que sus compañeros políticos debieron haber aguardado el tiempo prudencial, que permitiera valorar sus acciones con serenidad y evaluar su trascendencia para la historia de la provincia. Mientras tanto, recuerdo el homenaje adeudado a tantos hombres y mujeres que han dejado su obra a la provincia, muchos desde fuera del Estado, sin sueldo público, por el único placer de prestar su servicio o crear una obra.

Me dirán que la decisión del diputado Galassi es común y corriente en los últimos años de la Argentina, sí, es verdad, pero creo que los santafesinos -mayoritariamente- no aceptamos tales acciones, ni nos acostumbramos a ellas; más aún, creemos que forman parte de la cultura instalada en el último tiempo, que queremos cambiar.