Entrevista

“Isis busca canalizar el malestar y la frustración de los jóvenes millennials”

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Javier Laseca es un periodista y escritor español que actualmente investiga en la George Washington University la estrategia audiovisual.

Foto: Twitter

 

Gabriel Rossini

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“¿Qué lleva a un joven a robar una camioneta y salir a atropellar gente en la rambla de Barcelona? Es complicado responderlo. Primero, no tienen la mejor salud mental. Pero no es pobreza ni falta de oportunidades porque los padres de quien cometió los atentados en Barcelona vinieron de Marruecos, él nació en España, tenía sanidad y educación gratis, ha podido ir a la universidad, vivía en una vivienda social donde no pagaba nada, tenía ayudas para el desempleo. No estaba en una situación de emergencia social. Creo que tiene que ver con la percepción de frustración. Hoy puedes estar objetivamente bien pero tener la sensación -al estar todo el día en las redes sociales- de que a todo el mundo le va bien menos a ti. Esto se multiplica en jóvenes de segunda generación de padres nacidos en el norte de Africa que tenían otras expectativas. Y luego está toda la estrategia de comunicación del Isis para canalizar este malestar y frustración”.

Quien intenta desentrañar la maquinaria comunicacional de Isis es Javier Lesaca, periodista y escritor español que publicó el libro “Armas de seducción masivas. La factoría audiovisual con la que Estado Islámico ha fascinado a la generación millennial”. Lesaca es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra y máster en Estudios Árabes por la Universidad de Georgetown, donde estudió como becario Fulbright. En la actualidad es investigador visitante en la Facultad de Comunicación y Asuntos Públicos de la George Washington University en D.C, donde se encuentra investigando la estrategia de engagement audiovisual del Isis.

“Las campañas de comunicación de Isis van dirigidas a audiencias distintas y para cada una de ellas tienen un mensaje. Hay tres muy claras: en primer lugar una interna que es la población sunni de Irak y Siria a la que le muestran que son capaces de administrar un gobierno, de proveer servicios públicos, de que son un Estado. En segundo término la de los jóvenes extranjeros de todas partes del mundo a los que pretenden seducir a través de diversos mensajes. Uno sería ‘ven aquí al califato que vas a jugar al Call of Duty’ y para eso tienen una serie de videos en la que aparecen terroristas luchando en el campo de batalla como si fuera el videojuego. Y una tercera audiencia son los habitantes de cualquier parte del mundo que son los que sufren los atentados y es el de socializar el terror, el de generar una sensación de pánico globalizada. En cualquier caso es muy sofisticado el mensaje que tienen para cada una de las audiencias”, dice.

—Hay una palabra que utilizas mucho en el libro para caracterizar el estado de ánimo de estos jóvenes y es aburrimiento.

—Sí, hay muchísimo aburrimiento.

—Habiendo tantas cosas para entretenerse ¿de qué se aburren?

—De no hacer nada y el mensaje del Isis para ellos es fascinante: es muy nihilista y muy poco religioso. Los jóvenes que cometen los atentados son los de su tiempo: tomaban alcohol, salían con chicas. No iban a la mezquita a rezar. ¿Por que terminaron ahí? La propuesta del Isis no es la de construir algo nuevo sino de mandar todo a la mierda y sobre todo de aventura. Imaginate un joven de este tipo, un perdedor de la sociedad, al que de repente le proponen formar parte de un comando secreto que va a construir explosivos y a participar de operativos como en las películas. Se siente alguien por primera vez en su vida, se imagina que va a vivir una vida como el agente 007.

—Decís que el objetivo de Isis es convertir el terrorismo en un fenómeno cultural global y que para eso no se necesitan sólo bombas. ¿Quién es el ideólogo?

—El que realmente no tenía idea sobre este tema pero intuía la importancia es Mohammad al-Adnani, al que mataron en agosto de 2016. Se rodeó de jóvenes de entre 20 y 30 años -en su mayoría sirios e iraquíes- con formación universitaria que montaron la estrategia, que resultó exitosa. Todos hablan perfectamente inglés, tienen los mismos gustos y estética que los jóvenes de casi todo el mundo, han visto las mismas películas, y conocen perfectamente las redes sociales, donde se informan. Son millennials que no leen. La conformación de su universo mental está hecho en base a imágenes culturales de Occidente, de videoclips, no entienden la realidad si no la ven a través de un video.

—El puntapié inicial de este fenómeno es la decapitación de James Folley en 2014, que no es la primera de un grupo terrorista, pero que muestra la nueva estética de estos grupos. La clave es que encontraron la manera de hacerlo atractivo.

—En el libro hago la comparación con el asesinato de Daniel Pearl por Al Qaeda. No se puede ver de lo violento. Con los de Isis, tu cerebro de alguna manera pone mucha distancia porque estás recibiendo imágenes muy familiares, de películas como Seven o de juegos como Mortal Combat. Son imágenes que ya has visto antes y que tu cerebro las asocia con el ocio y el entretenimiento.

—¿Sirvió para algo que los medios masivos de comunicación se pusieran de acuerdo en no difundir estas imágenes?

—Por un lado sí porque de alguna manera cortó la propalación del incendio, pero nos hemos pasado de rosca. Una cosa es no informar con el mismo enfoque de los terroristas y otra cosa es no informar sobre las acciones de los terroristas. El nazismo no se hubiese acabado si no hubiésemos visto los campos de concentración y los judíos apilados en fosas comunes o en cámaras de gas. Cuando se ven estas imágenes, que son muy duras, es cuando se toman decisiones políticas. Y con el Isis mucha gente no es consciente del genocidio que están cometiendo en Irak y Siria.

—En el libro describía cómo los atentados de París en noviembre de 2015 fueron presentados como un videojuego.

—Desde que empezaron a planearlo, los terroristas fueron filmados como héroes de videojuegos. Cuando iniciaron la operación, cientos de cuentas de Twitter creadas por ellos empezaron a mostrar imágenes de los atentados como si fuera un videojuego. Si te fijas bien, el atentado de Barcelona no deja de ser una puesta en practica del Grand Theft Auto, que consite en robar coches y atropellar personas. No estoy diciendo que estos videojuegos sean los causantes del Isis, estoy diciendo que Isis los utiliza para seducir a miles de jóvenes que son incapaces de saber dónde empieza la verdad y dónde la ficción.

—Tienen todo un arsenal de personajes destinados a seducir a jóvenes: terroristas youtubers, de buenos rasgos físicos. Dejaron de ser flacos, barbudos y sucios, que vienen de las cuevas del desierto afgano. Parecen venir de un boliche.

—La portada del libro es una foto de un video que hicieron para una campaña en EE.UU. Es un video donde se ve igualdad racial, amistad, jóvenes hipsters con la barba y gorros de lana, con uniforme militar limpio, los dientes blancos. Tiene muchísimas referencias culturales a aspectos positivos de la cultura norteamericana. Por primera vez el terrorismo pretende ser bello y sugerente.

—¿Qué pensaste cuando viste lo de Barcelona?

—Que era una cuestión de tiempo que pasase algo así en España porque ningún país está libre de esto. He sentido mucha tristeza pero todo el mundo asumía que una cosa así iba a pasar. En España, las fuerzas de seguridad son eficaces pero es imposible parar todo.

—Es muy difícil frenar a cinco chicos dispuestos a cualquier cosa que con un cuchillo y un auto robado pueden hacer un desastre. ¿Se puede combatir esto?

—El reto es hacer una narrativa atractiva en torno a los valores opuestos a Isis. Después hay que darle un formato cultural atractivo, hacer acuerdos con la industria del ocio para que haga productos que sean visualmente sugerentes. Y finalmente que lo distribuyan fuentes creíbles para las audiencias, no puede hacerlo el jefe del gobierno o un general porque no lo son.

—Mucha culpa se le hecha a la inmigración por estos atentados pero en realidad quienes los cometen son ciudadanos del país donde suceden.

—No es especialmente un problema de la inmigración. Está más relacionado con la falta de arraigo, de pertenencia a un proyecto común. Sí puede ser un problema de segundas generaciones de inmigrantes.

—¿Por más que no los veamos, Isis sigue produciendo mensajes de comunicación?

—Sí, entre 5 y 6 productos por día.

—¿Cómo creés que va a terminar esto?

—Mutará pero no terminará. Tenemos que aprender a convivir con este tipo de situaciones, con expresiones de violencia y extremismo que van a suceder de manera recurrente en todo el mundo porque es un fenómeno global.

—¿Creés que van a tener éxito y van a terminar imponiendo el terrorismo como un producto cultural?

—No como un producto mainstream pero sí con una cantidad de personas como para generar un problema de seguridad. Esto irá para largo, es la nueva forma de guerra. A corto plazo no hay ninguna solución.

—Es difícil ver como un producto cultural a una masacre como cualquiera de las que han cometido en Europa. He visto videos minutos después de lo que pasó en Barcelona y es horrible ver tirada a la gente muerta o malherida en la Rambla.

—Pero porque no subieron material propio. Pasó lo mismo en París. Las imágenes en bruto que llegaban eran muy desagradables pero cuando ellos la editan y la convierten en un videoclip musical parece otra cosa. Le cambian el enfoque y acaban convirtiendo una tragedia en un fenómeno cultural que parece un videojuego.

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“Armas de seducción masivas. La factoría audiovisual con la que el Estado Islámico ha fascinado a la generación millennial”, es el libro que publicó en España.

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