Entrevista a Natalio Botana

“La Argentina estuvo bajo condena; ahora está en período de prueba”

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“La respuesta de la Justicia ante el problema de la corrupción es floja”.

Foto: Flavio Raina

 

Emerio Agretti

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- Con la actual gestión de gobierno se habla mucho de que se ha abierto una nueva oportunidad para el país en el mundo. ¿Esto es tan así? ¿Qué tanta importancia se le da a la Argentina?

- Ciertamente, en el contexto internacional Argentina es vista por contraste de lo que está ocurriendo en América Latina. En América Latina, sobre todo en América del Sur, lo que estamos viendo es el ocaso de las experiencias populistas y hegemónicas que hubo durante el gran proceso de expansión de principios del siglo XXI. La situación de Brasil es muy compleja, muy seria. Porque, como dijo Francisco Enrique Cardoso, no se advierte todavía una alternativa, pese a que el gobierno de Temer está generando cambios económicos tal vez importantes. Ni hablar de Venezuela, donde el largo final de la hegemonía chavista se da en medio de unas tensiones tremendas, el país oscila entre la dictadura y la anarquía. Problemas graves de corrupción, por ejemplo en el Frente Amplio de Uruguay: uno jamás hubiese imaginado eso en una república tan transparente. Tensiones de sucesión muy serias en Ecuador. Yo diría que la única hegemonía populista que se mantiene con cierta estabilidad es la boliviana, entre otra cosa porque la política económica fue mucho más prudente y cautelosa.

Entonces, por contraste, la Argentina emerge como una alternativa interesante. Pero en un mundo que está atravesando procesos muy complejos y muy cambiantes. La democracia en el mundo occidental no está pasando por un buen momento. No anda bien la democracia anglosajona, el problema de EE.UU. con Trump es serio, en Gran Bretaña la crisis de liderazgos es muy grande y después de la salida del “Brexit” no saben qué hacer, y si bien en Europa hay una democracia de partidos muy consolidada como es la alemana, en el resto de los países los cuestionamientos sobre la derecha y la izquierda, y la formación de partidos nuevos -que yo los llamo partidos de candidatos, como el de Macron en Francia- generan problemas no resueltos. Por lo tanto, mi impresión es que sí, se mira a la Argentina, pero más como un proyecto que como una realidad. A punto tal que todavía el país no está calificado como una economía emergente.

- Al respecto, la evolución de la situación política interna también es un dato relevante...

- El país está pasando un período de prueba, después de haber pasado un período de condena. Durante la década perdida del kirchnerismo, Argentina era un país que no pagaba sus deudas, que estaba en default y que además llevaba una política a contramano de ciertas reglas básicas del comercio internacional y la macroeconomía. Eso es un hecho que la Argentina, en un primer año muy duro, logró superar en algunos aspectos. Así que es vista como un proyecto interesante, pero que por nuestro sistema electoral tiene que probar su consistencia prácticamente cada dos años. Entonces, las elecciones son vistas no como una prueba de normalidad, sino una donde se debaten dos proyectos de regímenes políticos. El proyecto que encarna Cristina, que es el del antiguo régimen, y el proyecto que está encarnando Cambiemos, que es el de integrar a la Argentina en una mesa que tenga tres patas: recuperar calidad republicana, recuperar calidad desarrollista y ser previsible ante el mundo

- Dos proyectos antagónicos que mantienen vigencia como tales, lejos del “gran consenso nacional” que se postulaba.

- Yo creo que en Argentina tiene que prevalecer una voluntad de consenso. Pero eso va a responder a la formación de un arco moderado, que debería estar formado por Cambiemos -con un sentido generoso y abierto el futuro del país- y por lo que yo podría denominar una oposición responsable en el marco del justicialismo. Ahora, si esa oposición emerge, no va a eliminar a la otra oposición dura, que quiere conquistar la calle, que busca por cualquier modo impugnar la legitimidad del gobierno, y que en este momento en términos electorales encarna Cristina Kirchner. Eso evidentemente está concentrado en la provincia de Buenos Aires, pero no hay que olvidarse que aquí en Santa Fe quien encabeza la lista de diputados está mucho más cerca del proyecto de Cristina, que del de un justicialismo responsable.

- Y fue la lista más votada en las primarias.

- Y además, la lista que encarnaría la otra tendencia del justicialismo, en este momento está integrando una lista común. Y esto marca las dos líneas que se cruzan en materia electoral. Una que enlaza la Capital Federal con Córdoba, donde efectivamente Cambiemos ha tenido un excelente resultado, y otra que enlaza la provincia de Buenos Aires con Santa Fe, donde tanto el cristinismo como la oposición justicialista ganaron raspando, pero ganaron. De modo que yo diría que la elección en Santa Fe es crucial en este momento, como sin duda lo es en Buenos Aires.

- ¿Qué rol le queda en este esquema al socialismo, que desde hace diez años gobierna Santa Fe en alianza con el radicalismos, hace pocos años se proyectaba como opción nacional (en el Frente Amplio Progresista) y hoy parece haber quedado preso de la polarización?

- La experiencia del socialismo con el radicalismo en Santa Fe es muy interesante, y la he seguido con enorme simpatía cívica. Si nos centramos en el análisis del socialismo, que es un socialismo de calidad, con cuadros importantes en Santa Fe, no hay ninguna duda de que arrastra una tradición histórica muy significativa, y es que siempre ha sido un partido con arraigo local. Lo tiene sin dudas en Santa Fe, e históricamente lo ha tenido en la Capital Federal. Esto significa que nunca tuvo una irradiación nacional. Y eso en nuestro país es muy importante, porque lamentablemente -y esto es un juicio histórico- la Argentina ha tenido una política muy antagónica, muy polarizante y muy dualista. Esto de la grieta, que es una metáfora brillante creada por el periodismo recientemente, no es ninguna novedad. A mis 80 años yo podría reseñarle toda una vida que he vivido entre grietas. Dado que esta tendencia a la polarización es histórica, que se haya repetido ahora no obedece tanto a una táctica del gobierno o de Unidad Ciudadana, sino a un hecho argentino. Donde en los momentos electorales, la distribución plural de las preferencias se achica y se concentra en una opción. Y esto es lo que tiene atrapado al socialismo en Santa Fe, y también al partido de Massa en la provincia de Buenos Aires.

- Uno de los grandes ‘tajos’ que dividen la sociedad es la mirada sobre la corrupción. ¿La sociedad argentina está preparada para combatirla y castigarla, provenga de quien provenga?

- En principio le diría que nos falta muchísimo trabajo. Es un tema que merece un párrafo aparte, porque es un tema mundial. Por lo menos de las democracias; no podría decir que sea un tema relevante por ejemplo en China, la nación gran ganadora del desarrollo económico en los últimos años en el mundo. Pero es un tema en el que las nuevas condiciones de la participación política y la crisis por la que atraviesa actualmente el sistema de representación, ha roto -y esto es benéfico- la estructura de opacidad que suele tener. El problema de la representación política es que por un lado nos refleja, y por otro oculta. Acá hay una dialéctica muy compleja.

El tema de la corrupción ha cobrado muchísima importancia en Brasil, Uruguay y desde luego la Argentina. Yo valoro extraordinariamente el papel del periodismo en estos temas, porque ha sido quien reveló esta trama oscura, esta especie de cloaca, de subsuelo, que hay en la política. El problema es que el periodismo denuncia, pero lo que se espera en una democracia con calidad institucional es que la Justicia responda. Y la respuesta de la Justicia en la Argentina en este momento es muy floja. Tenemos por delante una deficiencia, en la administración de la Justicia federal -porque son delitos federales fundamentalmente- muy marcada. No es posible que haya juicios por corrupción que lleven 20 años. Esto es un escándalo, en mi opinión. Y es un escándalo que daña el temple cívico que debería tener una democracia bien plantada. De modo que lo que se plantea hoy en la Argentina es eso: en qué medida nosotros podemos llevar adelante una reforma judicial que equipe a la Justicia en sus varios niveles: en lo que hace a la investigación, a los procesos judiciales, y a la rapidez y eficacia de esos procesos. Porque este momento, en muchas circunstancias, la Justicia remeda un largo bostezo. Entonces, acá tenemos por delante un desafío enorme, que no sólo atañe a la corrupción -y es importante que lo diga acá, en la provincia de Santa Fe-. sino también a los problemas básicos de la seguridad individual de cada uno de los argentinos, frente a la acción devastadora que tiene el crimen organizado, como por ejemplo a través del narcotráfico. Aquí nos falta todavía equipar con fuerza legítima al estado de derecho. Siempre digo, en mis libros y en mis clases, lo siguiente: cuidado, porque las democracias pueden perecer por exceso de coacción -y eso es el despotismo- o también por déficit de coacción, y eso crea la imagen de una anarquía, donde no se sabe realmente donde corresponde sancionar, donde corresponde previamente juzgar. Es un desafío muy grande, porque corresponde al Congreso reformar la Justicia federal, y corresponde ir mejorando las instituciones que hacen a la elección y calidad de los jueces; el tema de los fiscales, de la contaminación ideológica de la Justicia, y de contaminación política, que todavía está a la orden del día.

El destacado politólogo disertó en la asamblea de Adepa. Sostuvo que el país es observado a nivel internacional como una “alternativa” en medio del ocaso populista. Pero que es necesario generar consensos entre un gobierno abierto y una oposición moderada. Una mirada sobre Santa Fe.

Federalismo “malformado”

- El federalismo sigue siendo una de las grandes deudas institucionales, por más que se lo invoque de manera permanente. ¿Qué perspectivas ve para ésto?

- Es una deuda histórica. El federalismo desde su propio origen está malformado, con esta provincia de Buenos Aires, con el peso demográfico, económico, la concentración de la megalópolis en el conurbano bonaerense. La provincia de Buenos Aires, en su actual conformación, es inviable. Para tener un sistema federal equilibrado, debería dividirse, como en 1880. En el otro extremo, tenemos un rosario de pequeñas provincias, muchas de ellas de carácter feudal -condición que felizmente parecería que en lo electoral se está perforando-, que también son inviables. No por el tamaño, sino porque no tienen capacidad fiscal propia. Viven de la coparticipación federal, y de un abundantísimo empleo público. Y en el medio, tenemos un conjunto de provincias, entre ellas fundamentalmente Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos, tal vez Tucumán, que están demostrando capacidad federal; un concepto que puede ser interesante de desarrollar. Pero todo esto hace a una distribución fiscal del federalismo con respecto a la cual la Constitución es poco clara y poco eficaz. Porque lo que impone la Constitución es prácticamente la unanimidad para sancionar una nueva ley de Coparticipación Federal, y eso evidentemente nos va a plantear un desafío de negociación muy grande. Por eso mi concepto del arco moderado. Si el gobierno no tiene frente a él una oposición responsable, capaz de orientar el país a estos pactos fundamentales, va a ser muy difícil que podamos salir de este estancamiento.