“Algunas preguntas para hacernos”

Los Ingenieros Agrónomos y el modelo de producción agrícola

El autor, consultor privado y asesor CREA, reflexiona sobre los desafíos de la agricultura actual y el rol del profesional. “Indudablemente este modelo necesita algunos ajustes, los está pidiendo; debemos esforzarnos en no ser parte del problema sino de la solución”, afirma.

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Pionero. El sorgo de alepo fue el primero de una lista de malezas que desarrollaron resistencia a herbicidas, producto de una mala utilización de la tecnología disponible.

Foto: Archivo/Juan Manuel Fernández

 

Ing. Agr. Gustavo López

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La forma de producir cultivos en Argentina no ha cambiado demasiado en los últimos 40 años. Antes de la aparición de la siembra directa las malezas también se controlaban mecánicamente, pero se utilizaban herbicidas de todos modos. Luego, con la aparición de la siembra directa y la soja RR hubo un largo período de simplificación del sistema, con el agravante de la falta de rotaciones de cultivos, cuestión que ha cambiado y mejorado en los últimos años, y mayor uso de herbicidas.

Si bien la aparición de la primera maleza resistente a glifosato es anterior, puede decirse que la generalización del problema de las malezas resistentes a herbicidas se produjo en los últimos diez años. La reacción fue buscar formas de control cambiando principios activos, usando nuevas mezclas, aumentando dosis, pero en definitiva seguimos haciendo lo mismo: controlando malezas con herbicidas, en un escenario más desalentador que en el pasado, ya que se reporta la aparición de nuevas resistencias todos los años.

Tan serio es el tema que, según un cálculo de CREA en la zona Santa Fe Centro, en los últimos diez años se triplicó el gasto en dólares por hectárea por uso de herbicidas. Algo similar ocurre con los eventos transgénicos de tolerancia a plagas en maíz o soja, que cada vez se ”quiebran“ más rápido.

En este escenario la peor parte le toca al productor agropecuario, que no sólo gasta cada vez más en este esfuerzo, sino que sus pérdidas son cada vez mayores. Pareciera que estamos buscando ganarle pequeñas batallas a la naturaleza con una nueva mezcla de herbicidas, pero en una guerra que sabemos perdida de antemano. Durante el año hay miles de reuniones, charlas, jornadas, etc. para productores y profesionales sobre manejo y control de malezas, donde lo que se habla es de nuevas mezclas, nuevos productos, que a veces son los mismos principios activos con diferentes formulaciones. Más de lo mismo, en la mayoría de los casos. Incluso si aparecieran nuevos principios activos no tardaría en aparecer la resistencia al nuevo herbicida.

¿Quién se ocupa?

Seguimos buscando la solución al problema de malezas con herbicidas. Entonces surgen preguntas. ¿No parece al menos un poco torpe lo que hacemos? ¿No será el momento de pensar una forma diferente de resolver el problema? ¿El modelo de producción que tenemos es el mejor, o es mejorable? ¿No vale la pena hacer el esfuerzo para generar alternativas diferentes? ¿A quién o quiénes les corresponde pensar en esto? Intento a continuación esbozar algunas respuestas.

En nuestro país, y en otros también, por cuestiones políticas o ideológicas proliferan los grupos ecologistas, algunos más serios y muchos otros que no tienen conocimiento de cuestiones científicas, de normas de seguridad, de responsabilidad en el uso, de las buenas prácticas agrícolas, etc. Lamentablemente estos grupos tienen más prensa que los científicos que están trabajando por un uso sustentable de los recursos para alimentar a una población mundial creciente.

Una respuesta a la última de las preguntas, sobre a quienes les corresponde pensar en nuevas alternativas, es sin duda a los profesionales del agro, los ingenieros agrónomos. Los agrónomos tienen la responsabilidad de pensar sistemas superadores. El profesional debe estar por sobre la cuestión ideológica ignorante, justamente porque él es el que conoce. No puede permitirse la inacción por temor a ser tildado de tal, ni tampoco confrontar con quien corta la ruta y quema gomas. El riesgo de la inacción es la torpeza de no reconocer un problema y actuar cuando algo debe ser superado.

A las empresas de agroquímicos no se les puede pedir que piensen un sistema distinto porque justamente este sistema es su negocio, aunque hay algunas que ya están viendo anticipadamente su agotamiento y abrieron áreas para producir y difundir productos biológicos, o generar sistemas de aplicaciones de precisión, etc. Tampoco se le puede pedir al productor agropecuario, que tiene que producir con la tecnología que consigue, le enseñan y le venden.

Crear alternativas

Son los profesionales del agro entonces, asesores independientes, investigadores, privados o estatales los que deberían pensar los conceptos que generen nuevas propuestas y nos lleven a un nuevo paradigma.

El entorno actual ha permitido volver a rotar los lotes con maíz y trigo, cosa que era prácticamente imposible cuando estos cultivos tenían retenciones a la exportación; también es más viable la ganadería de carne en zonas donde no se podía pensar en ella. Ya hay sistemas donde se están haciendo cultivos de cobertura en el invierno que disminuyen drásticamente las aplicaciones de herbicidas para el barbecho, o cultivos de servicio, como vicia antes de maíz para incorporar nitrógeno. Hay campos donde todo el año los lotes están verdes y el barbecho químico ha pasado a ser una práctica en desuso, con la consecuente disminución del uso de herbicidas. También se está volviendo en algunos casos a la rotación agrícola ganadera, que mejora la diversidad de especies en el sistema y contribuye a disminuir el uso de agroquímicos.

Hay sistemas agroecológicos que son relativamente sencillos de implementar en producciones ganaderas, pero en agricultura todavía faltan propuestas. No va a haber financiamiento para las nuevas ideas hasta que alguien encuentre un negocio en ellas. Por eso la creatividad de los ingenieros agrónomos y su responsabilidad y compromiso con la producción de alimentos sustentable, es clave en este momento. Indudablemente este modelo de producción que ha funcionado hasta ahora necesita algunos ajustes, los está pidiendo. Los profesionales debemos esforzarnos en no ser parte del problema sino de la solución.

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Según un cálculo de CREA en la zona Santa Fe Centro, en los últimos diez años se triplicó el gasto en dólares por hectárea por uso de herbicidas. Algo similar ocurre con los eventos transgénicos de tolerancia a plagas en maíz o soja, que cada vez se “quiebran” más rápido