El jueves, en Luz y Fuerza

Iván Noble desviste a la canción

El artista recorre el país con su propuesta “Al fin solos”, en la que reinterpreta sus clásicos en un formato intimista y acompañado sólo por su guitarra. En diálogo con El Litoral, comentó sobre las particularidades de esta apuesta y repasó su momento artístico y personal.

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“Es como la canción volviendo al útero, como era cuando todavía no caminaba”, afirma el ex Caballeros de la Quema.

Foto: Gentileza producción / Paz Coria Fotografías

 

Ignacio Andrés Amarillo

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El próximo jueves desde las 21.30, en Luz y Fuerza (Junín 2957), Iván Noble vuelve para presentar “Al fin solos” en Santa Fe, en el marco de su gira nacional, haciendo un recorrido por sus clásicas canciones, en un formato intimista y acompañado sólo por su guitarra.

Luego de la reunión de los Caballeros de la Quema ante 25.000 personas, en la apertura del Festival Provincia Emergente, Noble agotó tres shows en la Sala Siranush en septiembre, con el formato de entrecasa. Ahora recorre los teatros de todo el país, revisitando creaciones de todas las épocas como “Fulanos de Nadie”, “Jueves”, “Un minuto”, “Olivia” y “Perdido por perdido”.

Las anticipadas ya están en venta en la boletería de la sala, o con tarjeta de crédito a través de ivannobleensantafe.eventbrite.com. Las mismas cuestan $ 530 las plateas preferenciales y $ 450 las plateas generales (por orden de llegada).

Antes de su arribo, el artista dialogó con El Litoral sobre este formato y las alternativas de casi 25 años de carrera.

Al desnudo

—“Al fin solos” es un formato que te da una intimidad especial con el público. ¿Cómo lográs ese clima íntimo en una sala teatral?

—Es un show que está pensado para salas chicas y medianas. Depende mucho de la atención de la gente, del silencio que se logre. Es un show absolutamente minimalista: las canciones están llevadas a la mínima expresión, lo cual implica una cercanía con las canciones y de la gente con lo que está sucediendo en el escenario.

En todos los lugares adonde estoy yendo se da ese clima, esa cosa de complicidad y de puesta en primer plano de la escucha. A veces otro tipo de shows tienen más que ver con lo visual, con la emoción, con el volumen; acá pasa por otro lado.

—Es como una forma de recuperar el formato de la canción como estaba cuando salió de tu cabeza, escribiendo con la guitarra.

—Es como la canción volviendo al útero, como era cuando todavía no caminaba. Me gusta mucho el género canción, y siempre pienso que las buenas canciones tienen que sostenerse y defenderse prácticamente desnudas, sin casi nada alrededor.

—Cuando la pelás la canción sigue existiendo.

—Claro. Me parece que la semilla de todo es la melodía, la armonía y la letra, que a veces quedan muy escondidas en algunas cosas que no son específicamente del género canción. El género cada vez me gusta más, y trato en este show de llevarlo al punto de partida.

El ropero

—Hay canciones de diferentes épocas. ¿Cómo es la relación que uno va teniendo con lo que uno escribió allá lejos, después de haber crecido? A veces comentás esa distancia en los conciertos.

—Es compleja y es oscilante, depende de las canciones. Concretamente, hay algunas que las escucho y siento que todavía puedo sacar la cara por ellas y cantarlas, y supongo que me quedan bien; y hay otras que no. Son como un espejo que te va mostrando lo que ibas siendo a medida que la vida iba pasando.

Algunas de las canciones que hice me gustan y otras no tanto. Trato de que para los shows, al menos en las coordenadas de tiempo y lugar de ahora me siguen gustando, por las que siento todavía empatía.

—Son como un álbum de postales.

—Como fotos viejas, o ropa vieja en el placard. Hay ropa que hace un montón que usás y resulta que todavía te queda bien, y otra que preferirías incendiar en el fondo de tu casa. Un poco eso.

—¿Qué piensa el Iván de hoy de aquel que arrancó muy joven con los Caballeros de la Quema?

—Le tengo cariño: sin ese pibe yo no estaría acá. Me da un poco de ternura, hay cosas que me parecen propias de una edad y la juventud más extrema, que tiene que ver con ser atrevido, ignorante, arrogante, torpe. Pero sobre todo me parece que cuando empecé a hacer música era muy pasional, y ponía toda la carne en el asador: esa es una condición no suficiente pero sí indispensable lo que pasó. Lo que sí no volvería a ser ese tipo, no me gustaría convertirme en eso casi 25 años después.

Viejos camaradas

—¿Cómo viviste la reunión de los Caballeros en junio?

—La verdad es que superó todas las expectativas que tenía: las emotivas, las musicales y las de convocatoria. Lo viví con mucha curiosidad y tensión al principio, y después a medida que fue desarrollándose el asunto y el show fue muy emotivo, más de lo que pensaba.

—La previa, juntándose a preparar los temas con los compañeros...

—La viví bien, también a nivel humano. Hacía muchísimos años que no estábamos juntos, y salió bien: somos más grandes, más viejos, menos belicosos (risas).

—Volviendo al formato íntimo, más allá de la química, ¿está más difícil salir con un formato más grande?

—Sí, bueno, es mucho más difícil, claro. Pero alterno las dos cosas: estuve en Trelew con la banda, hago Santa Fe y Mendoza solo, pero después hago Buenos Aires con toda la banda. Me fui transformando en alguien medio elástico y anfibio, y disfruto de las dos situaciones. Cada una tiene su disfrute particular: “Al fin solos” tiene que ver con conectarse más con la canción y da más lugar a desarmarla y hacer versiones distintas. Y la banda es más un lugar de volumen, de electricidad y de estar en un grupo.

Bolso al hombro

—¿Cómo se siente el seguir saliendo de gira cuando uno es más grande, tiene hijos? ¿Se vive con la misma intensidad?

—Me cuesta más que antes salir a la ruta. Después una vez que estoy en el lugar lo disfruto mucho: me gusta llegar a la ciudad (que ya conozco bastante) y saber a dónde ir a comer, saber si hay algún lugar para pasear y por ahí quedarme un par de días. Pero el hecho de hacer el bolso e irme de mi casa me cuesta bastante más que hace diez años y mucho más que hace 20.

Hace 20 salir era una fiesta, me sentía una especie de Marco Polo. Ahora preferiría viajar menos, y es un poco lo que imagino que va a pasar de acá a unos años.

—También hay una edad en la que uno está más predispuesto a decir “vamos a tocar a tal lado”‘, y si hay que dormir en el piso lo hace; después el cuerpo te pide otra cosa.

—Claro. Aparte es algo que excede a la música. A mí me gusta quedarme en mi casa todo el tiempo, estoy cada vez más puertas para adentro: me cuesta ir a lugares, reuniones, recitales. Me da fiaca.

—Este año lo dedicaste bastante a girar. ¿Qué se viene para el 2018?

—Empiezo a pensarlo recién ahora. Caí en la cuenta de que el año que viene se van a cumplir exactamente 25 años desde que me empecé a dedicar a la música, con el primer disco con los Caballeros. Son 25 años de grabar y de tocar, de hacer canciones. Entonces estoy pensando hacer algún festejo de eso, tal vez grabarlo en vivo. Es un cuarto de siglo, no es poco.

Formatos

—Cuando te ponés a armar un disco, ¿lo vas escribiendo a lo largo del tiempo o te sentás cuando lo vas a sacar?

—Me siento. ¿Viste que hay una temporada de caza, o una temporada de pileta? Bueno, decido que empieza la temporada de grabar. Pero también pienso últimamente que no estoy tan urgido de hacer un disco entero. Se empieza a usar como en los ‘60 y ‘70 grabar singles y lanzar canciones: eso lo hacen desde Justin Bieber hasta Luis Miguel. Por ahí no es una mala idea grabar una canción cada cuatro meses, en vez de un disco entero.

Cada vez se le presta más atención a las cosas, el umbral de distracción es muy cortito, no te sentás a escuchar 11, 12 canciones de alguien. Como no tengo apuro por grabar tantas canciones, ya hice muchas, a lo mejor no está mal decir “el año que viene grabo tres canciones, una cada cuatro meses”. No está mal: lo empiezo a pensar ahora.