Espacio para el psicoanálisis

Una fantasía de varón histérico

Por Luciano Lutereau (*)

Jacques Lacan afirmaba que el “Don Juan” era una fantasía femenina, en la medida en que este personaje sería una suerte de “varón universal”, es decir, ¡que no existe! Dicho de otro modo, un hombre que no esté afectado por un deseo que divida a las mujeres es una contradicción. En definitiva, el hombre ideal (el “príncipe azul”) es una fantasía que, quizá, deberíamos pensar más bien como histérica antes que femenina.

Por esta vía, la noción de “envidia del pene” (penisneid) también podría ser matizada como un rasgo propio de la histeria en las mujeres. Esta posición, lo que permite cernirla en un análisis, no radica en que la mujer quiera tener un pene, sino en la actitud de denuncia en que se sitúa para reclamar que ella también debería tenerlo. Dicho de otra forma, esa actitud envidiosa implica una posición de queja, cuyo carácter contradictorio estriba en que se pide algo que, en sentido estricto, es dispensable, porque la demanda se sostiene por sí misma. De manera concreta, alcanza con un simple ejercicio para demostrar el carácter histérico de una reivindicación semejante: dar lo que se pide, y que la respuesta sea “no es eso”.

Sin embargo, a expensas de este rodeo por la posición histérica en las mujeres, interesa ubicar otra cara de esta fantasía de reclamo, esta suerte de afán justiciero, en los varones: lo que podría llamarse la fantasía de “Robin Hood”, y que encontramos en muchos sujetos histéricos que, desde una posición heroica, apuntan contra el poder de turno... sin acceder nunca a ese poder.

La oposición constante, que sólo puede ser oposición, porque su actitud se sostiene en desconocer el lugar desde el cual ataca a ese Otro que, como en toda fantasía histérica, es el seductor que nos robó traumáticamente el paraíso perdido. El estatus neurótico de esta posición se manifiesta en que también se funda en una contradicción: Robin Hood roba a los ricos, es decir, es un ladrón que roba a otro ladrón y que, por lo tanto, justifica su acto en que no es él quien está detrás de semejante realización (el ladrón ¡es el otro!).

Asimismo, el carácter incestuoso de su deseo se expresa en que está destinado a irrealizarse (porque la culpa sería insoportable): es el caso de aquellos que son grandes especialistas en “remarla”, pero que con una mano bracean y con la otra se hunden. Esta idea no es para nada novedosa; es lo propio de la actuación histérica, tal como Freud entreviera en el caso de la muchacha que con una mano se sube la pollera y con otra se la baja.

Para el contexto que aquí concierne, esta circunstancia clínica podría permitir entender muchas de las actuales presentaciones que en la consulta se nombran como “autoboicot” en muchos varones. Sin embargo, una fantasía histérica no alcanza para definir un tipo clínico. Para eso es preciso dar un paso más.

Lo más propio de la histeria es la división subjetiva ante una fantasía de seducción. No obstante, esta coordenada no es idéntica en hombres y mujeres. Para éstas, en la medida en que coincide con el Edipo llamado “positivo”, la respuesta es más explícita y promueve síntomas “típicos”: la frigidez, el asco, los celos, todas formas de poner en cuestión la actitud receptiva ante un hombre.

Ahora bien, en el caso del varón la cuestión no es tan sencilla, dado que se encuentra imbricada con el Edipo “invertido”, y aquí la cuestión es problemática por el siguiente motivo: no hay respuesta sintomática ante la posición pasiva frente a un hombre. Dicho de otro modo, en esta circunstancia no encontramos los síntomas típicos de la histeria, sino un desarrollo permanente de una actitud defensiva que, por ejemplo, se manifiesta a través de una dedicación constante a tareas que, en caso de no estar a la altura, se resignifican como pasivización.

(*) Doctor en Filosofía (UBA) y Doctor en Psicología (UBA). Coordina la Licenciatura en Filosofía de Uces. Autor de los libros: “Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante”, “Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina” y “Edipo y violencia. Por qué los hombres odian a las mujeres”.

Jacques Lacan afirmaba que el “Don Juan” era una fantasía femenina, en la medida en que este personaje sería una suerte de “varón universal”, es decir, ¡que no existe! Dicho de otro modo, un hombre que no esté afectado por un deseo que divida a las mujeres es una contradicción.