Enrique Mammarella y Claudio Lizárraga

“La universidad necesita una mirada multidisciplinaria”

Los recién electos rector y vicerrector de la Universidad Nacional del Litoral explicaron en qué medida su futuro mandato formará parte de un proceso de continuidad, y cuáles son los desafíos -académicos y extraacadémicos- que imponen las transformaciones de la sociedad.

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Emerio Agretti

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Un nuevo paradigma en el que confluyan lo simple y lo complejo, la mirada interdisciplinaria de la realidad y la articulación entre ciencias “duras” y humanísticas. La necesidad de formar profesionales con las herramientas necesarias para afrontar desafíos que quizás hoy todavía ni siquiera existen. Y un abordaje de la realidad que trascienda el ámbito académico y proyecte a la universidad como un actor decisivo en la búsqueda de soluciones para los problemas de la sociedad.

Algunos de los tópicos que sintetizan los desafíos a los que se enfrentan Enrique Mammarella y Claudio Lizárraga como nuevos rector y vice. Un ingeniero químico y un profesor de historia que, rompiendo la unipersonalidad tradicional, se presentan como una dupla sintetizadora de perfiles y parámetros, enfocados a la gestación de una mirada flexible e interdisciplinaria.

—No puede decirse que la elección de ustedes para conducir la Universidad haya sido una sorpresa...

Mammarella: —Sin dudas. Uno empieza a trabajar una propuesta, una idea, y siempre es una construcción permanente. Hoy, no podemos decir que nosotros hayamos terminado de construir una propuesta: es una propuesta en construcción; es una universidad en permanente renovación. Entonces, en ese marco uno empieza a perfilar ideas, y en esas ideas empieza a trabajar con la gente, a hacerla partícipe. Nosotros estuvimos visitando a todos los consejos directivos electos, presentando ideas, y fundamentalmente escuchando y conversando, durante horas. Para ver qué hay que mejorar, cómo dar más participación; cómo convencer de un sueño universitario a toda la comunidad universitaria. Pero fundamentalmente de que se sienta partícipe, que se involucre, con sentido de pertenencia, y construya una universidad más transversal. Entonces, la asamblea termina siendo un número que garantiza y legitima un proceso. Pero gran parte de lo que plantearon los asambleístas, se planteó previamente en ese debate.

—A todas luces, forma parte de un proceso de continuidad que abarca la sucesión de gestiones. ¿O hay una impronta característica de ésta que se inicia el año que viene?

Lizárraga: —Nosotros, incluso, lo planteamos en nuestra propuesta: que la finalización de una gestión y el inicio de otra están articuladas con un proceso de continuidad de un plan de desarrollo institucional. La Universidad tiene una tradición en esto: ya vamos por el tercer plan, hemos atravesado procesos de autoevaluación y de evaluación externa que nos dan los insumos para eso, y el actual plan atraviesa los dos primeros años de nuestra gestión. Y para entonces, tendremos el desafío de presentar el futuro plan de desarrollo institucional. Esto implica que hay un conjunto de proyectos de acción, en el marco de la planificación trienal, que ya están planteados y consensuados desde cada unidad académica. Nuestra propuesta se encolumna con ese plan de desarrollo y, sí, tendremos que trabajar en los necesarios redireccionamientos, replanteos, jerarquización de algunas cuestiones sobre otras. Y ahí están los grandes desafíos.

M.: —Venimos de dos gestiones en facultades, formando parte de la construcción colectiva de la universidad. Desde ahí fuimos parte de muchas de las decisiones, así que también la continuidad se da de esa manera.

—¿Cuáles son los principales cambios que consideran necesario acometer en el actual contexto?

L.: —Pensar en forma articulada las funciones sustantivas. Hoy, la universidad se apoya básicamente en la enseñanza, la extensión, la investigación, podríamos agregarle la vinculación científico-tecnológica, la transferencia. Pero pensamos en la necesidad de trabajar articuladamente, de las diferentes políticas y acciones. Incluso, muchas veces desde las líneas de financiamiento se han jerarquizado unas sobre otras. Creemos que en la función de enseñanza, de lo que hace a pensar el grado, hoy tenemos uno de los grandes desafíos en la formación de profesionales. Sabemos que el desafío que tiene una institución pública como la nuestra tiene que ver con la formación, además, de ciudadanos comprometidos con el medio del que formamos parte.

A colación de ello, pensar que hoy uno de los grandes problemas que tienen las universidades argentinas, y la nuestra no está exenta, tiene que ver con la permanencia. Pensamos que ahí tenemos un desafío importante: la construcción del conocimiento y lo que produce la universidad en vinculación con el medio y la sociedad y los problemas de la sociedad; la construcción de una agenda de problemas y de trabajo vinculado con las políticas públicas, para nosotros es central. La cuestión de la comunicación y la interacción de las distintas unidades: nuestra universidad tiene una lógica de organización por facultad, por departamentos, que muchas veces se vuelven estancos y tenemos que trabajar para articularlos. Y la inserción de la universidad en la región, no solamente centro-norte de la provincia, sino Sudamérica. Hay experiencias muy importantes que creemos que se deben sostener.

El rol político

—Hay una dimensión que no se puede escapar en el caso de la Universidad del Litoral que es la política, su rol como actor político en la sociedad. Más allá de que sea una cantera de dirigentes, los posicionamientos, los estudios, los pronunciamientos le dan una dimensión importante a ese rol.

M.: —Sin dudas. Y una de las propuestas es volver a tener esa formación de dirigentes, no solamente dirigentes políticos, sino recuperar que gran parte de la gente que hoy conduce organizaciones, entidades intermedias, empresas y demás son producto de la universidad. No nos podemos quedar ajenos a que esa gente salió de la Universidad. Gente que conduce el país salió de una universidad. Claramente, recuperar eso es una forma de trabajar fuertemente en la formación con impacto, pensando en el sentido de pertenencia y de transformación que tiene que tener un universitario y una universidad pública. El otro aspecto es el de las políticas públicas: trabajarlas desde la universidad ayuda. Y trabajar más integradamente con los sectores municipales, provinciales, nacionales y demás, para involucrarnos en cambios de estos modelos extranjeros que muchas veces se implementan, sin tomar en cuenta problemas básicos de nuestro país, como la pobreza, el agua, la salud, la educación, la justicia. Tenemos muchas áreas para trabajar y la Universidad tiene mucho para decir y tiene mucho potencial. El gran desafío es que la Universidad articule internamente en forma estratégica y transversal estas discusiones, para tener impacto en sus transformaciones.

—Sin duda, cada vez que hay un pronunciamiento generado en el ámbito universitario, sea institucional o de equipos de investigación, es tomado como una referencia. Esto se trataría, de acuerdo con lo que plantean, no solamente de hacer un diagnóstico y tomar en cuenta la problemática social, sino también generar propuestas viables y sustentables.

L.: —Sí, uno puede pensar que se pueden desarrollar informes especializados sobre distintas problemáticas pero también de qué manera la universidad se involucra en la construcción de una agenda de los temas que preocupan a la sociedad. Incluso, quizás hasta proponiendo nuevas formas de acción para encarar problemáticas. Son funciones que van más allá de estrictamente la enseñanza y la formación, y hacen al otro conjunto de tareas, de compromisos que asume la Universidad. Una de las cosas más importantes incorporadas en el último tiempo en el estatuto de la Universidad ha sido el Consejo Social, que tiene representantes del medio, del sector productivo, del educativo, referentes de la región. Que contribuyen, por ejemplo, a trazar las líneas de investigación que tienen que ver con los proyectos orientados a problemáticas sociales y productivas. Es un modo de pensar una agenda de problemas que no sea unidireccional, como si la Universidad tuviera la cuestión resuelta sobre todos los temas que hay que abordar en la sociedad. Es un ida y vuelta con la sociedad y sus distintos actores. Y en eso, hemos sido pioneros en materia de extensión universitaria. Pensar en una extensión universitaria fuertemente involucrada con las problemáticas del territorio, y sociales en la ciudad y la región. Incluso hemos diseñado ofertas académicas para atender demandas puntuales de políticas públicas de los Estados municipal, provincial. Y es una de las cosas que hay que sostener y consolidar para el futuro.

Academia y sociedad

—¿Cómo pensar el diseño de los profesionales para la Argentina del siglo XXI? Porque por ahí se dice “faltan ingenieros” o “sobran abogados”, por ejemplificarlo de una manera un poco burda. ¿Cómo diseñar la oferta académica en función de carreras tradicionales y nuevos requerimientos?

M.: —Más que pensarlo desde el profesional que ya estamos acostumbrados a ver o pensar, tenemos que apuntar al desarrollo de muchas disciplinas, y también tomar en cuenta que en muchos años no se ha terminado con los grandes problemas. Tenemos que pensar qué van a hacer nuestros profesionales. Si dijéramos que los problemas de acceso, igualdad o equidad de la Justicia están resueltos, no hablaríamos de abogacía. Lo mismo de salud, de trabajo, de la cuestión ambiental. El mayor desafío es que nuestros profesionales entiendan la necesidad de la interdisciplina, del trabajo conjunto, del otro profesional, si queremos tener impacto. Y el perfil de las carreras tiene que ver más con esa transformación y la necesaria discusión entre las diferentes disciplinas, no tanto cada una mirándose a sí misma, sino ese poder de transformación que puede tener en el territorio. Por caso, cómo solucionamos el problema de acceso a los bienes públicos de cada uno de los argentinos a nivel de la ciudad. Hay mucho para trabajar desde las facultades.

L.: —Es un desafío a la lógica de la organización de la Universidad, que obedece muchas veces al paradigma del siglo XIX, en el que la complejidad de la sociedad requirió que, desde lo disciplinar, de las ciencias, se parcelara analíticamente la realidad. Y eso ha generado un conjunto de ofertas tradicionales que se mantienen en ese paradigma. Hoy, el desafío es pensar que la realidad en la que nuestros profesionales tienen que actuar es indivisa. Y tiene un sinnúmero de complejidades. Y si nosotros planteáramos los problemas de ambiente, de vivienda, de seguridad, de educación, e hiciéramos concurrir allí todas las miradas de las distintas disciplinas, seguramente imaginaríamos propuestas de formación para los futuros profesionales muy distintas a las tradicionales. Y éste es un desafío que hay que enfrentar en la construcción de un nuevo paradigma de mirada de la universidad hacia la realidad en la que tenemos que trabajar, y en la que nuestros futuros graduados tendrán que insertarse, muchas veces no pudiendo prever desde lo curricular cuáles van a ser los problemas del futuro. Entonces, tenemos que trabajar anticipándonos a ellos, pero también formando al profesional en la adquisición de herramientas, de capacidades; más que en la de contenidos, que pueden llegar a ser obsoletos cuando les toque enfrentar desafíos nuevos.

—¿Hay algún cambio de enfoque según si el rector es ingeniero, abogado o contador?

M.: —No cambia la universidad, pero obviamente cada uno tenemos una forma particular y una deformación profesional de cómo pensamos y acotamos las cosas. Los ingenieros en general queremos racionalizar todo. Desde la ciencias sociales, el enfoque es mucho más amplio, para tratar de entender los fenómenos. Nosotros tratamos de acotarlo, para poder resolverlo. Creo que justamente lo que hemos buscado es problematizarlo desde ese aspecto.

L.: —Ante cualquier pregunta, él reacciona diciendo: “Esto es sencillo, yo te voy a decir cómo es”, y yo reacciono: Eso es complejo (risas).

M.: —Forma parte de ese análisis, de esa discusión. Provenimos de facultades con muchas disciplinas dentro que tienen que convivir, que tienen que tener una dialéctica y construcciones en común, entonces lo simple y lo complejo es una cuestión de cómo uno se posicione ante el problema. Después hay que hacer una construcción común.