llegan cartas

El cuerpo en la escuela

MIRTA LIDIA SATTLER

DNI. 14.529.877

Silvana Corso, nominada al Global Teacher Prize, considerado el Premio Nobel de Educación, participó como expositora en el 4º Congreso de Educación Emocional y Neurociencias que se realizó el pasado 16 de septiembre en la ciudad de Santa Fe.

Comenzó su disertación expresando que ella está allí por ser la mamá de Catalina. Algunas voces pueden llegar a decir que está usando su situación familiar como ejemplo para realizar esta labor de docencia en congresos, algo así como hablar en primera persona. Su ejemplo de asumir la situación que la vida le ofreció es la que a estas alturas facilita comprender por qué esta joven mujer lleva adelante su cruzada por la inclusión.

“Cuando llega un niño al mundo y mucho antes de que nazca, sus papás van elaborando el proyecto de lo que se traducirá después en un proyecto de vida. A veces ocurre al aparecer una patología, una dificultad funcional, que ese proyecto no es el que esperábamos como padres. Allí comienza una tarea de asumir y buscar alternativas para poder llevar adelante esa vida, y es difícil intentar ponerse en el lugar de padres que no pasaron por eso. Para la medicina ese niño/a es un diagnóstico. Entonces el empeño pasa por ‘rehabilitar’ porque el esfuerzo se centra en querer que sea normal, cuando lo que debemos hacer es descubrir qué es lo que ése ser puede hacer”, señaló, y continuó su relato: “Y sucede como en nuestro caso que la mayor parte de nuestra vida como familia la pasamos en las salas de espera; ésas son las relaciones sociales posibles con un chico que tiene problemas. O en los Centros Educativos Terapéuticos, de acuerdo a la distancia y posibilidades.

“A partir de haber tomado la decisión de buscar y ‘encontrar’ una escuela pública para mi hija pudimos comenzar a vivir de otro modo y desarrollar otro tipo de vínculos. En la escuela la docente trabaja con la persona, no con el diagnóstico. Le devuelve la condición de persona, transformando la vida de ese niño y sus compañeros”.

La Rumania, donde Silvana es directora, empezó como proyecto educativo en el año 90, anclada en un punto estratégico casi en el límite de la provincia de Buenos Aires y a muy pocas cuadras del barrio llamado vulgarmente Fuerte Apache. Hoy es según sus palabras una Escuela Media Común Inclusiva, donde la comunidad profesional de aprendizaje se prepara constantemente para abordar las distintas realidades que presentan los alumnos que allí concurren.

Es muy clara al decir lo que significa el principio de igualdad y de equidad, “es cuando le estoy dando a cada chico lo que necesita -dice Silvana Corso-. Diverso en el universo educativo de la escuela es la norma, todos vienen de realidades distintas, con problemas físicos, emocionales, de relación y hasta algunos en manos de la Justicia.

Ella agrega que esos equipos contextualizan las prácticas para crear condiciones de educabilidad en realidades adversas y hostiles, donde la muerte es una invitada recurrente. Muchas veces les toca ir al velatorio de sus alumnos, porque la muerte allí es una visita frecuente por distintos motivos. A veces por enfermedades que no son tratadas como es debido por la condición social y económica de la zona.

Trabajan en red con las organizaciones que están fuera de la escuela, si se puede mediante dos principios básicos: accesibilidad universal y planificaciones diversificadas.

Todos los días corren riesgos en la escuela, pero allí está la virtud en el trabajo como desafío inclusivo, dejando que el chico sorprenda con sus posibilidades, sin ponerle techo. Conectándose con la persona que lleva la discapacidad en ese cuerpo, con un proyecto diseñado a la medida de cada necesidad. Es una tarea dinámica y apasionante.

Para eso hay que creer que todos los alumnos pueden aprender. Desde un trabajo ético y responsable que abarca a todo el personal que se capacita en talleres de educadores en forma permanente y fuera del horario de clases, para que como dice Silvana: “Podamos entrar con los pies descalzos en el corazón del otro...”, y ver con el paso del tiempo los resultados que se traducen en formas múltiples de amor.

Esos pibes y sus compañeros cuando sean arquitectos, abogados, ingenieros trabajarán en proyectos que incluyan a todos, porque naturalizaron la experiencia desde los primeros años en que recibieron instrucción.

Silvana Corso es un ejemplo de trabajo sostenido, de capacitación permanente y de prédica con el ejemplo a la vista en cada alumno que ha pasado por Rumania.