No son cien años de soledad

Se acabó el tiempo circular, estamos haciéndolo cuadrado

missing image file

Canillitas de otra época -ésos con la correa de cuero cruzada en bandolera y voz ronca de pregones viejos-, frente a la Estación del Ferrocarril General Belgrano, esperando la llegada de algún tren.

Foto: Colección Peña

Por Miguel Porral

No puede haber nada tan entero como la “integridad”. Aunque parezca redundante: en el siglo XX en este postmodernismo -vapuleado hasta el hartazgo- que vivimos, aún el crítico y agudo problema es “la inindentidad” y “el extravío existencial” debido a complejas y constantes causas que todos sufrimos.

Masas que se desplazan de país en país tras un mendrugo, la amenaza del Isis contra el mundo occidental, los riesgos de adentro y afuera de la Iglesia que sufre el valiente Francisco, etc.

Pero, apartando malezas del dorado trigo -que sobrevive a pesar de la soja asesina y expoliadora-, mal o bien que nos pese, no estuvimos en Santa Fe tan desamparados... pudimos lograr pan fresco de la espiga rescatada, fuerte y sana.

Hablo de un contexto socio-histórico objetivo, difícil pero indudable... verdadero y, por lo tanto: bello.

Citaré unos versos españoles: “Un corazón entero y generoso/ al caso adverso inclinara la frente/ antes que la rodilla al poderoso”. (1)

Un prestigioso político argentino -antecedente y adversario del paladín de los derechos cívicos-, supo reconocer sus errores. Y hay errores sabios como “Las paradojas” de Platón.

Pero ese error impulsó alguna paz entre nosotros. Balbín, indubitable y no recordado civilista, solía sostener un “significado-tesoro”: “Que se doble pero que no se quiebre” (sic).

Y él fue a despedir al “antiguo adversario”. Usted no debe olvidar esto; porque hizo algo sagrado: algo que hoy le llaman mediación. ¡Vaya que valió! Repercutió en su contrincante -avanzado- Alfonsín que tuvo que mediar con los carapintadas de Rico y Seineldín, lo hizo maravillosamente.

Fue la única vez que no me equivoqué al votar... Me costó una piña en la jeta de un peronista furioso. Después de escuchar a Jaroslavsky en el Club Unión, con un bulevar saturado de buena gente ¡Qué lástima que eso se diluyó!

Por alguna casualidad filosófica lo llamaban el Chino... será porque los orientales han hecho conocer el dicho: “La rama flexible vence el peso de la nieve doblándose; la rígida y gruesa se quiebra”, pierde identidad de rama.

¿Será que somos rígidos en todo?

Si es así ¿somos “inidentidad” y también desintegración?

Aprieta “el Barba”, pero no ahorca. Recuerde a su abuelo: si recordaran esto los dirigentes de hoy estaríamos algo menos agobiados ante semejante gasto y parafernalia de carteles aún visualmente en jirones de las elecciones -paso atrás- para medir lo inmedible. Gasto Narciso (como decía la Negra Sosa). Que sea sabido por jóvenes.

El Litoral, desde sus inicios, cinceló un quebracho de purezas en toda cultura... Hasta la internacional... Si no lo cree consulte los destacables fascículos del centenario. Valoran sobre todo, nuestra identidad santafesina en el mundo.

Aquí vinieron Nicolás Guillén, García Lorca, Margarita Xirgu, Leloir, etc.

No son “Cien años de soledad” ni abolición del “tiempo circular”. Porque el tiempo sería así, en realidad (para mí). Y si no, lean a Einstein.

El Litoral podría ser un simple lustrabotas, como cuando Albert Einstein dijo: “Hubiera querido ser”. Eso que dije... después de que EE.UU. cometiera en Hiroshima y Nagashaki el primer magnicidio de la humanidad...

La dignidad de sus gráficos y periodistas habló: “No queremos que nos coman el corazón”.

El diario era, entonces, un “respeto a la palabra”, que tanto pregonaron el grande de Octavio Paz y otros como Gerardo de Diego (preso, por años, de Fidel y liberado viejo por casualidad).

Que se sepa la verdad...

No tanto “tubito analítico e ideológico” por los dos antagonismos demodé que siguen viviendo.

La derecha: interesada.

La izquierda: narcisista hasta el punto de no poder conformar una decente alianza. Y el medio en pelotas. (Que en este caso no es la provincia brasileña). ¿Me entiende usted?

Lo del Lito no es envejecimiento ni vejez, es lozanía libertaria que nos dieron todos los primeros que hicieron el diario: el primer dibujante ilustrador, los inexpertos redactores que resultaron geniales al oler tinta, los gráficos respirando plomo, el primer fotógrafo...

El diario era una colmena en la que confluían ideas. Era riesgo, veteranía de oficios pertinentes, debates socialistas y conservadores, etc.

El diario no se aviejó, jamás, porque no se permitió hacerse el viejo -como yo, que crecí con él- llegó antes que muchos del país a la veteranía periodística plena de vitalidad que tiene hoy. Y esto significa que tampoco envejeció.

Los canillas más antiguos, los de correa de cuero cruzada en bandolera y voz ronca de pregones viejos, ésos, lo saben bien. ¡Qué aguafuerte de mi ciudad esa bici sin frenos que desafía el tránsito de hoy! Sin ellos, Santa Fe sería París sin “el Gorrión” Piaff, sería Buenos Aires sin el ritmo de un Piazzolla, sería Estados Unidos sin “A mi manera” del talentoso y mafioso Sinatra. Los canillas, por las tardecitas, son más que “Balada para un loco”, de Ferrer. Si no está ese latido que vibra vida, Santa Fe sería un monte sin pájaros; a la hora de la nostalgia, sería un monte sin pájaros ni historia... Mis nietos y lo saben. Nárrele a los suyos.

Hoy me puse medio “bachiller” (2) hasta se me piantó un lagrimón sobre una vía descubierta del tranvía.

Hasta la próxima. ¡Chau! (ya saben que significa vuestro esclavo no digan hasta luego si no vuelven. Es incorrecto).

¡Vos chiavo, buona fortuna!

Notas al pie

(1) Fernández Andrada, Andrés. Epístola moral A. Fabio. y ots. pbs.

(2) El Bachiller, pintoresco cronista urbano del que fui epigonal cuando escribí “Aventuras y desventuras del Dr. Leoni”. Nos alegraba todas las noches. Vaya un merecido in memoriam.

El diario no se aviejó, jamás, porque no se permitió hacerse el viejo -como yo, que crecí con él- llegó antes que muchos del país a la veteranía periodística plena de vitalidad que tiene hoy. Y esto significa que tampco envejeció.

No es envejecimiento ni vejez, es lozanía libertaria que nos dieron todos los primeros que hicieron el diario: el primer dibujante ilustrador, los inexpertos redactores que resultaron geniales al oler tinta, los gráficos respirando plomo, el primer fotógrafo...