“Estrellados” en La 3068

Bienvenida la carcajada

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Lisandro Ruiz se yergue en el gran protagonista de la noche, a partir de una máscara que deja marca indeleble. No se queda atrás Santiago Rico, en una excelente interpretación que no descuida el detalle.

Foto: Gentileza Producción

 

Roberto Schneider

“Estrellados o la insoportable gravedad del ser”, espectáculo estrenado en La 3068, permite a los espectadores la risa -y también la carcajada- a partir de un juego escénico de real alquimia en el que sobresalen, en primer término, las actuaciones de sus dos actores protagónicos, Lisandro Ruiz y Santiago Rico, entregados al delirio propuesto desde la dirección de actores y la supervisión general de Raúl Kreig. Se trata de la estupenda adaptación teatral de la obra “Inestable”, de los magníficos Andrés Caminos y Gadiel Sztryk, firmada por Ruiz, Estrellados estamos quienes hoy atravesamos tiempos tan difíciles de soportar y, conviene puntualizarlo, este montaje nos recuerda que la inestabilidad forma parte de nuestra cotidianeidad.

La totalidad planteada desde la escena nos permite interrogarnos acerca de qué resquicio queda cuando se hace todo lo posible por ser feliz y finalmente se descubre que en esa empresa quedan atrás, rezagados, si no olvidados, los anhelos personales, los sueños más genuinos, las aspiraciones que en un principio orientaron la acción; cuál, como ya hemos sostenido en otras ocasiones, cuando ya pasó el tiempo de la fe, de la esperanza y sólo resta sobrellevar aquello que con certeza nos promete, más temprano que tarde, el mañana.

Antes del estreno de la propuesta, sus hacedores sostuvieron que ambos personajes, cuya relación se desconoce, “mantienen un vínculo alienante. Uno es el complemento ideal para la inestabilidad del otro. Parecen estar unidos más por el espanto que por el amor. Vivencian todo lo externo como amenazante y atemorizante. Cualquier cosa puede ser una catástrofe para estos personajes. Viven atemorizados y defendiéndose de todo”.

Sí, es cierto. Y hay mucho más. El tema pasa por cómo esos temores y esas conductas se tamizan para concretar un trabajo sumamente elogiable en todos sus aspectos. Desde la certera escenografía y el adecuado vestuario de Lucas Ruscitti, la totalidad adquiere fuerza arrolladora cuando aparecen en escena los protagonistas y comienza el delirio. Lisandro Ruiz se yergue en el gran protagonista de la noche, a partir de una máscara que deja marca indeleble. Lo primero que hay que agradecerle es su ausencia de estereotipos al interpretar su personaje. Justo, medido, consigue rápida comunicación con el público. Todo lo que dice apasiona y duele al mismo tiempo. No se queda atrás Santiago Rico, a partir de una excelente interpretación que no descuida el detalle.

En lo que ambos actores hacen sobre la escena hay un solo término para definirlo: talento. Ya que sólo dos personas con tanta astucia interpretativa siguen fielmente las oscilaciones del estado de ánimo de los espectadores, valiéndose de réplicas rapidísimas y de no menos brillantes momentos que no revelaremos, aunque crezca la mancha de humedad y nos amenacen desde las sombras. La comicidad de “Estrellados” es sencillamente admirable y vale la recomendación. Intensidad, luminosidad y carcajada en un espectáculo para recordar.