llegan cartas

Como el hombre celofán

MIGUEL ÁNGEL REGUERA

DNI 16.831.396

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Como el hombre celofán del musical “Chicago” los jubilados están ahí, pero nadie los ve. Celofán “rosa” para las viejitas que hacen la cola bajo el sol del verano y el frío del invierno, casi con un tono dramático de telenovela mexicana. Celofán “verde dólar” para los ancianos que tienen que lidiar con los cajeros automáticos y ni hablar de los cajeros de carne y hueso (es difícil llamarlos humanos), con los que la pelea está perdida antes de empezar, pues sólo saben repetir las dos o tres respuestas aprendidas. Celofán “amarillo” para los viejitos que usan el recomendado transporte público, paro de subtes o trenes, colectivos que se detienen en medio de la calle y escalones que obligan a hacer cursos de montañismo para alcanzarlos. Celofán porque están, pero son transparentes; nadie los ve o compiten por ver quién los ignora más, desde hace tantísimos años. Envueltas en celofán “blanco” aquellas viejitas que esperan hacerles a sus nietos la leche con galletitas, algún día, fuera de las visitas obligadas en compañía de los padres. Son ignorados, son despreciados, son olvidados, por familias, vecinos y gobiernos. Celofán “rojo urgente” envuelve a los que con su mísera jubilación, apenas alcanzan a comer bien una vez al día y completan la noche con un tazón de mate cocido con pan. Celofán “gris noche” cuando son objeto de debate en el Honorable Congreso de la Nación y ni siquiera se tiene en cuenta su opinión en las comisiones. Celofán, para los que no pueden entender los mensajes telefónicos cuando deben reclamar por algún servicio público. Celofán, cuando deben esperar para que les den los medicamentos en farmacias que venden más caramelos que remedios, por lo inalcanzable de sus precios. Celofán al no ser escuchados, celofán al no escuchar bien por su hipoacusia. Celofán arrugado, celofán gastado, celofán cansado... pero que como todo celofán sirve para envolver los regalos más valiosos en su interior. Lástima que no hay quién los quiera atesorar, cuidar y darles el lugar que se merecen.