Llegan Cartas

Carlos Monzón, ante otro aniversario de su muerte

ALDO ESTEBAN DOMINGO DUCRANO CASALI

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Ese día viajaba hacia Helvecia. Vi el reflejo de un auto entre el yuyal de la mano contraria (eran cerca de las 18.20). En ese mismo lugar, había una “citroneta” sobre la ruta, detenida; y por el camino lateral de tierra, transversal a la ruta, la polvareda que levantaba un vehículo que iba desde la ruta hacia mi izquierda. Nunca se dijo nada de esto, aunque nombraron a un hijo de un dirigente sindical, pero luego todo continuó en silencio...

Cerca de 90 minutos después, me entero del “accidente” y reconocí que era el que había visto entonces en aquel sitio.

Escuché todo el juicio por radio, creo que era Mitre. Me pareció todo preparado y cosa juzgada por los medios de comunicación, a lo que adhirieron los jueces del momento.

Creo que la muerte no fue causada por un “accidente”, no tengo pruebas, pero... no me convence esa figura jurídica...

Conocí a Carlos antes de ser campeón, cuando vivía en el Bº La Gran China -Gral. López-. Conocí a su esposa Pelusa, y a sus hijos Silvia y Abelito.

Considero que muchos “lo usaron”.

Con sus primeros dineros ayudó a sus padres y a sus hermanos. Era un “negro difícil”, pero de gran corazón y “nunca se la creyó”. Disfrutó a su manera lo que la vida le había negado; pero sigo creyendo que no fue un asesino...

Creo también que hay muchos de los que se dijeron “sus amigos”, que lo usaron y se callaron la boca, lo dejaron solo y miraron para otro lado... Ya no le podían sacar nada...

Cada uno rendirá cuentas a su tiempo...